Buenos Aires (AT) – El 2 de julio de 1900, sobre las aguas del lago Constanza, despegó el Zeppelin LZ1. Fue la primera vez que una aeronave de este tipo, concebida por el conde Ferdinand von Zeppelin, demostró que podía ser dirigida con precisión. Aunque breve y accidentado, el vuelo inició una nueva era en la aviación.

Un debut que cambió la historia
Miles de personas presenciaron ese día el primer ascenso del LZ1, un dirigible de 128 metros de largo y 11,25 metros de diámetro, impulsado por dos motores Daimler de 14,2 caballos de fuerza cada uno. El vuelo, que duró apenas 18 minutos, permitió comprobar que el aparato no solo podía elevarse como un globo, sino también ser maniobrado. Fue el primer dirigible verdaderamente funcional.
En la tripulación se encontraba el propio Ferdinand Graf Zeppelin, un exmilitar de 62 años, acompañado por un ingeniero, dos maquinistas y dos pasajeros. El sistema incluía una estructura metálica colgante con dos cabinas unidas por un pasillo, y un peso desplazable que permitía controlar la inclinación del dirigible. El vuelo fue interrumpido por la rotura de un mecanismo de control, lo que obligó a una aterrizaje de emergencia. A pesar de un impacto menor contra un poste, el ensayo fue considerado un éxito.
Ferdinand von Zeppelin dirigió personalmente el vuelo inaugural.
Innovación antes que los Wright
Tres años antes del primer vuelo a motor de los hermanos Wright en 1903, Zeppelin ya había logrado elevar pasajeros y controlar la dirección de su aeronave. En su diario, describió la prueba como positiva: “La nave respondió fielmente a los controles. La posición horizontal pudo mantenerse. El descenso fue tan suave que podría haberse hecho sobre tierra firme sin riesgo”.
Aunque el aparato subió otras tres veces tras ser reparado, el proyecto fue desestimado por el Estado Mayor del Ejército Imperial. En un informe oficial del 24 de octubre de 1900, los militares concluyeron que el LZ1 “no tenía utilidad militar”. El desinterés oficial frenó el desarrollo de los dirigibles por más de cinco años.
Del rechazo al reconocimiento
Pese al desánimo inicial, Zeppelin y sus seguidores no abandonaron la idea. Con el tiempo, y a medida que se perfeccionaban los modelos, el uso militar de los dirigibles comenzó a cobrar sentido. Antes de la Primera Guerra Mundial, los mandos alemanes finalmente cambiaron de opinión. La utilidad de estos aparatos para tareas de observación y bombardeo los volvió atractivos.
Durante el conflicto, Alemania encargó la construcción de 88 zeppelines, de los cuales 78 llegaron a operar. El modelo estándar tenía entre 150 y 160 metros de largo, un volumen de hasta 30.000 metros cúbicos y podía transportar hasta 15 toneladas de carga, incluyendo tres toneladas de bombas.
El Ejército alemán rechazó inicialmente el potencial militar del LZ1.
Limitaciones fatales
Sin embargo, las limitaciones técnicas eran considerables. El gas de sustentación, hidrógeno altamente inflamable, hacía a los dirigibles extremadamente vulnerables al fuego enemigo. Además, su estructura frágil no resistía bien las tormentas. Las pérdidas durante la guerra fueron cuantiosas, y dejaron en evidencia que como arma, el dirigible era una promesa fallida.
No obstante, el desarrollo tecnológico no se detuvo. Los últimos zeppelines de la Marina alemana medían más de 200 metros y podían cargar más de 50 toneladas. Aunque el final de la guerra pareció marcar también el fin de los dirigibles, la historia tenía un capítulo más por escribir.

El lujo en el cielo
En 1928 despegó la LZ127, bautizada “Graf Zeppelin” en honor a su creador. Bajo la dirección de Hugo Eckener, sucesor del conde, el nuevo dirigible inauguró una era de viajes de larga distancia. Realizó rutas transatlánticas a América del Norte y del Sur, y hasta una vuelta al mundo. La nave fue el primer verdadero transatlántico aéreo de lujo.
La experiencia de volar en el Graf Zeppelin era reservada para pocos. Aunque no igualaba el confort de los grandes cruceros oceánicos, el viaje en dirigible era exclusivo y emocionante. Miles de pasajeros participaron en esos vuelos hasta que nuevas catástrofes aéreas volvieron a poner en duda la viabilidad del sistema.
El Graf Zeppelin marcó el inicio del lujo aéreo con vuelos transatlánticos.
Un legado flotante
La historia de los zeppelines está marcada por avances técnicos, obstinación visionaria y no pocos fracasos. Desde el primer ascenso del LZ1 hasta los viajes intercontinentales del Graf Zeppelin, la idea de flotar en el aire abrió una etapa fascinante en la aviación.







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