Buenos Aires (AT) – Después de semanas de tensión y amenazas cruzadas, Washington y Bruselas cerraron un acuerdo que frena —al menos por ahora— el riesgo de una guerra comercial abierta. Sin embargo, el compromiso deja pendientes sensibles y un impacto desigual entre los socios europeos.
Las negociaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE) concluyeron este domingo con la confirmación de un nuevo arancel general del 15 % sobre productos europeos exportados al mercado estadounidense. Así lo anunció el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tras una reunión en Escocia con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El nuevo esquema incluye vehículos, productos farmacéuticos y otras manufacturas, aunque se mantienen los aranceles del 50 % para acero y aluminio.
Si bien se trata de una “estructura marco”, según fuentes diplomáticas europeas, el acuerdo contempla posibles excepciones en rubros sensibles, como partes de aviones y ciertos productos químicos. La Comisión Europea aún no publicó el detalle final del documento.

Un alivio parcial frente a amenazas mayores
Este pacto llega tras meses de escalada retórica por parte de la Casa Blanca. A comienzos de su segunda presidencia, Trump reactivó sus críticas al déficit comercial de Estados Unidos con la UE, que en 2024 alcanzó los EUR 195.000 millones (US$ 226.593 millones). La Unión Europea exportó bienes por unos EUR 530.000 millones (US$ 615.867 millones), frente a los EUR 335.000 millones (US$ 389.275 millones) exportados por EE. UU.
La diferencia, sin embargo, se reduce al analizar el comercio total —incluyendo servicios—, donde el déficit estadounidense ronda apenas el 3 % del intercambio transatlántico. A pesar de ello, Trump presionó con la amenaza de imponer un arancel del 30 % si no se alcanzaba un acuerdo antes del 1.º de agosto.
La nueva tasa del 15 % representa, así, un mal menor para muchos sectores exportadores europeos, sobre todo en comparación con los escenarios de confrontación plena evaluados por organismos como Oxford Economics. Según este instituto, una suba al 30 % habría empujado a la eurozona al borde de una recesión, con crecimiento económico estancado en los trimestres siguientes.

Consecuencias dispares en Europa
El impacto del nuevo esquema no será uniforme en el bloque europeo. Países con fuerte orientación exportadora, como Alemania y Austria, sentirán los efectos de inmediato. Para la industria automotriz alemana, que ya enfrentaba un 25 % de aranceles, la fijación del 15 % general podría suponer un leve alivio. Sin embargo, la continuidad del arancel del 50 % sobre el acero y el aluminio sigue siendo una carga relevante.
El canciller alemán Friedrich Merz (CDU) calificó el acuerdo como una “salida razonable” que evita males mayores. A su vez, el Verband Deutscher Außenhandelskammern (la federación alemana de comercio exterior) lo consideró “un compromiso doloroso pero necesario”.
En el caso de Austria, la situación es igualmente compleja. Los Estados Unidos son su segundo destino de exportación. Un informe de la Oesterreichische Nationalbank estimó que, ante un arancel del 20 %, el país podría perder hasta un 0,2 % de su PBI anual. El impacto, si bien atenuado con el nuevo 15 %, sigue siendo significativo para sectores clave.

Un vínculo que esquiva la ruptura, pero no el conflicto
Durante el proceso, la Unión Europea había preparado una batería de represalias por más de EUR 90.000 millones (US$ 104.580 millones) en importaciones estadounidenses. Sin embargo, esas medidas no llegaron a implementarse. Las posturas internas dentro del bloque fueron dispares: mientras Francia reclamaba una respuesta más firme, Alemania prefirió privilegiar la vía diplomática.
Según la presidenta von der Leyen, el nuevo acuerdo permite “evitar un deterioro mayor en las relaciones económicas y ganar tiempo para negociar un marco comercial más estable”.

Implicancias para la Argentina
Aunque el acuerdo no involucra directamente al Mercosur, sus efectos podrían sentirse también en América del Sur. El endurecimiento parcial de las condiciones de acceso al mercado estadounidense para productos europeos abre, en algunos nichos, oportunidades para terceros exportadores. Sectores como el agroindustrial o el farmacéutico argentino podrían intentar ocupar espacios dejados por empresas europeas menos competitivas bajo el nuevo régimen arancelario.
Además, este tipo de acuerdos refuerzan una dinámica de regionalización del comercio, donde las grandes potencias negocian condiciones bilaterales o bloc a bloc, dejando al margen a países que no forman parte de esos pactos. Para la Argentina, que aún discute su posicionamiento internacional, la lección es clara: depender exclusivamente del Mercosur o de tratados bilaterales limitados reduce el margen de acción frente a cambios drásticos en el comercio global.





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