Buenos Aires (AT) – La política migratoria alemana dio un giro drástico desde la llegada al poder del canciller Friedrich Merz. Lejos de mantener el rol mediador que caracterizó a gobiernos anteriores, la nueva administración apuesta por alinearse con los sectores más duros del continente en materia de migración. Con esta jugada, Alemania se posiciona como una de las fuerzas que empujan al conjunto de la Unión Europea hacia una agenda más restrictiva.

Simbolismo y estrategia
La señal fue clara. El ministro del Interior, Alexander Dobrindt, recibió a sus pares de Austria, Dinamarca y Polonia en la cima del Zugspitze, el punto más alto de Alemania. Desde allí, a casi 3.000 metros de altura, declaró: “Alemania ya no está en el furgón de cola en temas migratorios, sino entre quienes llevan el timón”. La imagen, reforzada por el simbolismo del lugar, no pasó desapercibida en Bruselas ni en las capitales del continente.

Reacciones en la Unión Europea
Magnus Brunner, comisario de Migración de la UE, celebró el nuevo rol de Alemania. “Si Alemania se compromete más, avanzamos más rápido. Es muy positivo”, dijo. El apoyo de Berlín permite destrabar iniciativas que antes parecían impensables, como procesar pedidos de asilo fuera del territorio comunitario o deportar migrantes a terceros países, similares al fracasado plan del Reino Unido con Ruanda. Merz no ocultó su simpatía con esa idea, a la que describió como “algo que podríamos imitar”.
Tensiones internas en la coalición alemana
El giro no está exento de conflictos internos. La coalición de Merz incluye al Partido Socialdemócrata (SPD), cuyas bases no comparten del todo las nuevas medidas. Rasha Nasr, diputada del SPD, admitió que “no hay una sola persona en nuestro bloque que simpatice con el enfoque securitario del acuerdo de gobierno”. La suspensión de la reunificación familiar para migrantes sirios y el congelamiento del programa de reasentamiento para afganos vulnerables generaron especial malestar.

Presión por derecha y división europea
La razón del endurecimiento radica, en parte, en la presión de Alternativa para Alemania (AfD), hoy principal opositor en el Bundestag. El oficialismo busca frenar la fuga de votos hacia la extrema derecha. Pero el giro también responde a una redefinición de intereses: Alemania ahora prioriza una agenda más cercana a los países del centro y norte de Europa, en detrimento de los del sur. Italia y Grecia, por ejemplo, reclaman desde hace años un reparto más equitativo de la carga migratoria, algo que ahora podría diluirse.
En este nuevo contexto, el reciente encuentro en el Zugspitze sin representantes del sur europeo marcó una ruptura simbólica. Según Ravenna Sohst, analista del Migration Policy Institute, “Alemania está formando grupos clave dentro de la UE para ganar peso en las negociaciones y empujar sus posiciones”.

Impacto laboral y previsiones
El giro político tiene consecuencias económicas. Ferdinand Dudenhöffer, director del Center Automotive Research, advirtió que hasta 70.000 empleos podrían perderse si las empresas trasladan producción fuera de Europa para sortear trabas migratorias o aprovechar acuerdos comerciales. El sindicato IG Metall ya expresó su preocupación y pidió medidas que garanticen que la generación de valor continúe en Europa.
Próximos pasos
En el otoño europeo, el Bundestag debatirá nuevas propuestas, como ampliar la lista de países considerados seguros para facilitar deportaciones o eliminar el asesoramiento legal gratuito para migrantes con orden de expulsión. Aunque Merz mantiene su impulso, la falta de consenso podría frenar algunas iniciativas, sobre todo si el SPD decide marcar límites. Mientras tanto, la Unión Europea avanza en la definición de su nuevo marco migratorio, previsto para 2026. Alemania, que hasta hace poco era reticente a los enfoques más duros, hoy es uno de los principales impulsores. Y ese cambio, ya está modificando el eje del debate europeo.




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