En el marco de los 200 años de amistad entre Alemania y Argentina, y coincidiendo con el inicio del ciclo de cine “Miradas sin fronteras”, el Argentinisches Tageblatt dialogó con Iván Cherjovsky, antropólogo, cineasta y docente de 55 años, en el barrio porteño de Villa Crespo, territorio con fuerte impronta de la comunidad judía. El motivo de la entrevista: la presentación del documental “El exilio de los músicos”, realizado junto a la musicóloga Silvia Glocer, que se estrenará hoy, miércoles, en el Teatro General San Martín.
La película, producida entre 2021 y 2024 de forma independiente, reconstruye la historia de más de 140 músicos judíos europeos que encontraron refugio en la Argentina entre 1933 y 1945. Una obra que combina testimonios inéditos, archivos históricos y un concierto-homenaje, y que ya pasó por festivales en Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Italia y Alemania, donde recibió premios y reconocimientos.

“Miradas sin fronteras”: cine para tender puentes
El ciclo “Miradas sin fronteras” es organizado por la Embajada de Alemania en Argentina, en cooperación con el Goethe-Institut Buenos Aires y el Cultural San Martín. Son ocho películas que abordan desde las huellas de la Bauhaus y los exilios durante el nazismo hasta historias familiares contemporáneas que reflejan la diversidad de los lazos bilaterales.
En este contexto, “El exilio de los músicos” se convierte en una pieza clave: una obra profundamente emotiva que narra cómo los músicos exiliados lograron rearmar sus vidas y carreras en Buenos Aires, dejando huellas duraderas en instituciones como el Teatro Colón, las orquestas de radio y la pedagogía musical.

Una vida entre la academia y el cine
Iván Cherjovsky es doctor en Antropología por la Universidad de Buenos Aires, profesor en la Universidad Nacional de Quilmes y miembro de la Latin American Jewish Studies Association. Autor de libros y artículos académicos, encontró en el cine documental una nueva forma de transmitir sus investigaciones. Ya en 2018 dirigió La Jerusalem argentina, sobre la memoria de los colonos judíos en la pampa santafesina, premiada en festivales internacionales.
Junto a Silvia Glocer, doctora en Historia y Teoría de las Artes y protagonista del nuevo film, Cherjovsky buscó iluminar las historias de músicos como Ljerko Spiller, Guillermo Grätzer (fundador del Collegium Musicum) o Léibele Schwartz (padre del conocido actor Adrián Suar), que marcaron el rumbo de la cultura argentina en los años 30 y 40.

Entrevista en primera persona
La charla con Cherjovsky giró en torno al origen del proyecto, el proceso de investigación y las emociones que surgieron al reconstruir vidas truncadas y resilientes. El antropólogo cuenta cómo la pandemia sirvió de impulso para empezar a seleccionar historias, cómo se gestó un concierto en el Palacio Libertad (ex CCK) con apoyo internacional y cómo la cámara lo llevó a nuevas experiencias narrativas.
“Hacer un documental es una lucha contra la escasez de atención del espectador. Por eso elegimos historias con emoción, que tuvieran imágenes, fotos, música. No queríamos un relato casero sino una película cuidada, profesional”, explicó.
El resultado es un film que ya recorrió festivales en América y Europa, y que ahora abre un ciclo cultural en el marco de los festejos por los 200 años de inmigración alemana en la Argentina.

Argentinisches Tageblatt: ¿Cómo te presentarías?
Soy antropólogo, tengo 55 años y me especialicé en la historia de los judíos en la Argentina. Si bien soy judío, vengo de una familia totalmente laica, agnóstica, sin vínculos con la comunidad. No fui a una escuela judía, no hablo hebreo. Soy un judío “biológico”, digamos.
Cuando estaba terminando la carrera de Antropología había que hacer una tesis y justo había un seminario sobre la historia de Israel. Me apasioné con ese tema y aproveché para investigar algo relacionado con lo judío, para preguntarme a mí mismo qué significaba. Ahí descubrí el tema de las colonias agrícolas judías. Me recibí de antropólogo, luego hice un doctorado. En realidad, yo era músico, estudié Antropología para cultivarme, para leer e investigar. Con el tiempo me fui dedicando más y terminé siendo profesor en varias universidades.
Mi tesis de doctorado la hice en Moises Ville, en el centro de Santa Fe, un pueblo de dos mil habitantes que fue la primera colonia judía en la Argentina. Durante cuatro años viajé varias veces al año, hacía trabajo de campo y conocía a toda la comunidad. Siempre pensaba: “esto es para un documental”. Cuando terminé la tesis, la transformé en un libro.
Trabajando en la AMIA conocí a Melina Serber, que había estudiado cine. Le propuse hacer un documental sobre Moises Ville. Le dije: “yo de cine no sé nada, pero conozco la historia y quiero hacer mi tesis en versión documental”. Aceptó y nos asociamos. Conseguimos un subsidio del INCAA y filmamos “La Jerusalém Argentina”. La película ganó dos premios internacionales, se proyectó en cines comerciales y me trajo un montón de satisfacciones.
Gracias a “La Jerusalém Argentina” viajé por muchos países de América Latina y Estados Unidos, mostrando la película. Ahí me entusiasmé con hacer documentales. Sigo siendo antropólogo, investigando y dando clases, pero ahora estoy más dedicado a filmar. Hice “El exilio de los músicos”, con Silvia Glocer, y actualmente trabajo en una tercera película sobre niñas escondidas en Francia durante el Holocausto que emigraron a la Argentina.

—¿Sos autodidacta?
Sí, cien por ciento. Hice algunos cursos cortos en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica) y en otros lados: un poco de guion, un poco de fotografía. Para mí lo central es el guion; lo demás se resuelve. En el hacer uno aprende mucho: sentado frente a la computadora, resolviendo problemas, preguntándose “¿cómo cuento esta historia?”. Eso es lo que más disfruto.
—En cuanto a “El exilio de los músicos”, ¿cómo se gestó el proyecto?
Conocía a Silvia (Glocer) de vista, aunque no había leído sus trabajos. Compartimos el ambiente de los estudios judíos, aunque ella viene de la musicología. Nos cruzamos cuando presenté La Jerusalém Argentina en la Biblioteca Nacional. Después me escribió y me propuso hacer una película sobre su investigación.
Leí su libro “Melodías del destierro” y varios de sus artículos. Me pareció que podía ser un documental. Justo coincidió con la pandemia y lo aprovechamos. Silvia tiene muy buenas relaciones con los descendientes de los músicos, lleva 20 años investigando y se hizo muy amiga de ellos. Eso facilitó mucho las cosas.
En plena pandemia empezamos con entrevistas por Zoom. Como en su libro hay 140 músicos, yo debía elegir entre 8 y 10. Con ese material armé un guion en el que incluimos un concierto en el Palacio Libertad (ex CCK). Fue una experiencia increíble: cinco cámaras, grúa, buen presupuesto, varios subsidios de Estados Unidos, Europa, el INCAA y Mecenazgo. Fue la primera vez que sentí que hacía de director de cine.

—¿El concierto quedó registrado?
Sí, lo hicimos especialmente para la película. En el film aparecen fragmentos, pero la versión completa está en YouTube. La Embajada de Austria lo financió porque estaba otorgando ciudadanías austríacas y quiso celebrarlo con un concierto. Aunque el aforo fue limitado por la pandemia, compraron el material y regalaron copias en DVD a los nuevos ciudadanos. Eso permitió que el concierto completo también quedara registrado.
—¿Cómo seleccionaste a los músicos de la película?
La selección fue mía. No busqué relevancia histórica, sino historias atractivas. Por ejemplo, incluí a Gerardo Cahn, un saxofonista que quería ser médico. Me encanta, porque es al revés del dicho que dice “ningún músico es un contador frustrado”. Bueno, en este caso es al revés. Cahn quería ser médico, pero era un saxofonista buenísimo.
Su historia tenía fotos familiares, mucho material. Eso era clave: un documental no puede sostenerse solo con alguien hablando a cámara. Silvia hizo un trabajo fenomenal de producción consiguiendo fotos y filmaciones de distintos países. Queríamos que la película tuviera un nivel profesional. Contamos con un gran camarógrafo, Gonzalo Martínez Campos, que además me ayudó con la edición. Para mí fue como un curso de montaje.

—¿ Y cómo fue la recepción a nivel institucional, por ejemplo, con el Teatro Colón?
Con el Colón comenzamos con el pie izquierdo (ríe). Al principio pedía US$ 40 mil por el alquiler para poder filmar. Silvia insistió y logró que entendieran que era un proyecto independiente y sin fines comerciales. Finalmente nos dejaron filmar. Incluso estuvimos cerca de organizar un homenaje oficial en el Colón, porque ese teatro tuvo un rol clave: al contratar músicos exiliados, muchos pudieron salvar su vida al obtener contratos que les permitieron salir de Europa. Erich Kleiber, el director del Colón de entonces, era un alemán antinazi exiliado. Queríamos poner una placa en reconocimiento, pero el proyecto se frenó con el cambio de autoridades del teatro.
—¿Y el apoyo de la Embajada de Alemania?
Fue muy importante. Liliana Löwenstein tuvo un rol clave, nos ayudó a conseguir financiamiento. Gracias a ese apoyo, “El exilio de los músicos” hoy forma parte de los festejos por los 200 años de inmigración alemana en la Argentina y será proyectada en el Teatro San Martín.

—¿Cuál fue la historia que más te conmovió personalmente?
La de Cahn, sin dudas. Me hice muy amigo de su hija y de su marido. Él tocaba en nightclubs para juntar dinero y traer a sus parientes a salvo a la Argentina. Era violinista, saxofonista y pianista, un músico completo que eligió dedicarse a la medicina. Llegó a ser jefe de servicio en el Hospital Israelita y era tío del infectólogo Pedro Cahn.
También me gustó mucho la historia de Ljerko Spiller, que a los 99 años en una premiación hizo un chiste en público y arrancó carcajadas. Fue un canto a la vida. Y otra experiencia increíble fue entrevistar en Uruguay a Yvonne, la hija de Kurt Pahlen. Nos mostró cartas de su padre que combinamos con imágenes de archivo donde él aparecía escribiendo a máquina. Esos momentos mágicos hacen que valga la pena hacer un documental.
—¿Qué proyectos tenés ahora?
Seguimos presentando “El exilio de los músicos” en festivales, museos y universidades. Incluso conseguimos un subsidio para mostrarla en toda América Latina. Ya estuve en Colombia, voy a Brasil, después Bolivia y, claro, en la Argentina.
Además, trabajo en una nueva película sobre Hélène Gutkowski, una mujer nacida en París en 1940 que fue “niña escondida” durante el Holocausto y luego emigró a la Argentina. Ella escribió un libro impresionante con 30 historias de niños en esa situación. El film contará su vida y la de otras dos mujeres. Será más cercano a la ficción que al documental clásico, sin entrevistas, mostrando escenas de la vida cotidiana y recuerdos. Será una película de animación. Quiero terminarla el año próximo. Para fin de año espero tenerla en un 90% lista. En diciembre te cuento.
Con “El exilio de los músicos”, Iván Cherjovsky no solo rescata la memoria de una generación de artistas marcados por el destierro, sino que también abre preguntas sobre identidad, arte y resistencia.
La proyección del film en el ciclo “Miradas sin fronteras” será entonces mucho más que una función de cine: será la oportunidad de reencontrarse con un capítulo de la historia que une a Alemania y Argentina, visto a través de la sensibilidad de Iván Cherjovsky y Silvia Glocer.







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