Dos mujeres, Doris Grünwald y Jessica Baumgartner, descubrieron que fueron intercambiadas al nacer en un hospital de Graz en 1990. El descubrimiento, ocurrido en Austria más de tres décadas después, reveló un error médico que alteró por completo la historia de dos familias.
Ambas nacieron prematuras en el LKH-Uniklinikum, en la ciudad del sur de Austria. Por una confusión en la sala de maternidad, los bebés fueron entregados a los padres equivocados. Nadie lo notó. La vida siguió su curso con normalidad hasta que una simple prueba de sangre encendió la duda.
En 2012, Doris descubrió que su grupo sanguíneo no coincidía con el de su madre, Evelin. El hallazgo ocurrió cuando donó sangre por primera vez. Intrigada, consultó con los médicos y luego con sus padres, que comenzaron una búsqueda para aclarar el misterio.

Según el canal público ORF, el caso salió a la luz en 2016, aunque en aquel momento no se logró encontrar a la otra familia. Doris y sus padres se enfrentaron a años de incertidumbre. La única certeza era que la biología no coincidía con la historia que conocían.
Cambiadas al nacer en Austria: dos vidas paralelas
Mientras, Jessica Baumgartner crecía no muy lejos de allí, bajo el cuidado de Herbert y Monika Derler. La familia vivía sin sospechar que su hija no era biológicamente suya. Todo cambió cuando Jessica quedó embarazada y una revisión médica reveló que su tipo de sangre tampoco coincidía con el de sus padres.
El médico que la atendía le comentó el antiguo caso de los bebés cambiados en Graz. Fue el punto de conexión. Jessica buscó a Doris por Facebook, la encontró y le escribió. Poco después, se reunieron.
El encuentro fue inmediato y profundo. “Fue como conocer a una hermana”, contó Jessica al programa Thema de ORF. Doris lo describió de forma simple: “Nos llevamos bien enseguida. Fue una sensación indescriptiblemente buena”.
Ambas mujeres descubrieron coincidencias en su forma de ser, en gestos, incluso en la manera de reírse. Aunque la vida las había separado desde el nacimiento, parecía que algo esencial las había mantenido conectadas.
El reencuentro de las familias y la reparación pendiente
El reciente reencuentro familiar fue filmado por un equipo de televisión. Por primera vez, las dos familias se vieron frente a frente. Las emociones fueron intensas. Monika Derler, la madre de crianza de Jessica, recordó su primera reacción: “Fue un torbellino emocional. Pero mi primer pensamiento fue que Jessica siempre será nuestra hija”.
Al conocer a Doris, añadió: “Pensé que era una dulzura. Sentí ternura por ella de inmediato”.
Del otro lado, Evelin Grünwald expresó alivio y gratitud: “Para mí, mi familia ahora es más grande, y finalmente tengo certeza”. Su esposo Josef coincidió: “Fue un alivio”.
El hospital, por medio de su gerente de operaciones, Gebhard Falzberger, lamentó públicamente el error. “Lamentamos profundamente que se haya producido este fallo en aquel momento”, declaró. En nombre del centro médico, ofreció disculpas a ambas familias.
En 2016, los Grünwald consultaron a un abogado que les recomendó adoptar legalmente a Doris para garantizar sus derechos sucesorios. También lograron una compensación económica del hospital. Aunque no se reveló la cifra exacta, se estima que el monto superó los EUR 80.000.
Ahora, los Derler siguen el mismo camino legal: buscan formalizar la adopción de Jessica y obtener una reparación económica similar.
Entre el alivio y el dolor
El caso volvió a conmover a Austria. No sólo por la magnitud del error, sino por la carga emocional que conlleva descubrir que toda una vida se construyó sobre una confusión médica.
Jessica lo expresó con una mezcla de ternura y tristeza: “Es algo enorme en lo emocional. Tiene lados hermosos, pero también mucho dolor”. Doris, en tanto, destacó la conexión que se generó entre ambas familias: “Siento que ahora todo tiene sentido”.
Hoy las dos mujeres mantienen una relación cercana. Comparten charlas, visitas y celebraciones. Intentan construir una nueva historia a partir de lo que la vida les quitó por accidente. El caso del hospital de Graz, ocurrido en octubre de 1990, se convirtió en un símbolo de los límites del error humano y de la fuerza del vínculo familiar, más allá de la biología.



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