Por Jonas Lux*
Siendo alemán, asistir a la escuela en Argentina supuso un cambio gigantesco para mí, en todos los aspectos. Esto se hizo particularmente evidente en las clases de Arte, una materia a la que en mi antigua escuela en Alemania —que tenía orientación en Ciencias Naturales— le prestaban poca atención. En aquel entonces, las consignas para los trabajos eran muy acotadas y los resultados de los alumnos se parecían muchísimo entre sí. Nuestro profesor leía el periódico y nos dejaba librados a nuestra suerte creativa.

Un enfoque distinto en Buenos Aires
Todo es muy diferente en la Goethe-Schule de Buenos Aires: basta con recorrer sus instalaciones para notar la importancia que aquí se le da al arte. Por doquier se exhiben dibujos, fotografías, collages y maquetas, todos ellos trabajos creados por el alumnado en clase. En el Pabellón de Arte nos encontramos con dos dedicadas docentes, Melanie Mahler y Verónica Behrens, quienes apoyan los proyectos con pasión.

Abstraer: comprender, soltar, crear
Tomemos un ejemplo: nuestra tarea más reciente consistió en desarrollar una “secuencia de abstracción”. Sin embargo, antes de ponernos creativos, nos sumergimos de lleno en la historia y la teoría del arte abstracto, puesto que para abstraer, primero hay que comprender. El camino hacia la abstracción no es tarea fácil: se parte de la realidad, se la desglosa mentalmente, se cambian perspectivas, se exploran nuevos materiales y formas de expresión. Es un proceso de desapego, de descubrimiento, de apertura.

El proceso vale tanto como la obra
Lo que realmente hace que las clases de Arte sean tan particulares aquí es precisamente este foco en el camino (el proceso), y no solo en el resultado. Melanie suele decir: “Me interesa la historia que hay detrás de cada obra”. Por ello, los proyectos se extienden durante varias semanas o incluso meses. Así, en los últimos dos meses, trabajamos en la secuencia de abstracción y obtuvimos resultados muy diversos. Algunos optaron por la alfarería, mientras que otros prefirieron el plegado, la fotografía, el collage o la construcción.
Lo que cuenta no es solo la obra “estéticamente bonita”, sino la transformación: la flexibilidad para apartarse de la idea propia inicial, probar cosas nuevas, superar los fracasos. Se valora la calidad sobre la cantidad, la capacidad de innovar, el placer de experimentar y de encontrar la propia voz artística, y eso es exactamente lo que me entusiasma de nuestras clases.

Un cambio de mirada
Al rememorar mis antiguas horas de clase en Alemania, noto lo mucho que se ha transformado mi perspectiva sobre el arte. Antes, percibía a esta materia más bien como un “relleno”, algo que se ubicaba entre las asignaturas “importantes” y que apenas influía en mi vida cotidiana. Hoy, concibo el arte como un ámbito para ejercitar capacidades que trascienden ampliamente el simple dibujo o las manualidades. Para la vida post-escolar, esto se traduce en, por ejemplo, mantener una actitud receptiva ante situaciones nuevas, ser capaz de adoptar múltiples perspectivas y generar soluciones creativas.

Sobre el trabajo con abstracción en la clase de Arte
Recientemente, el enfoque principal del trabajo en la clase de arte de Secundaria se centró en la exploración del tema de la abstracción. El punto de partida fue un estudio intensivo de la historia y la teoría del arte abstracto. El objetivo fue transmitir a los estudiantes que la abstracción no es sinónimo de capricho, sino todo lo contrario: quien quiere abstraer, debe primero haber comprendido y asimilado la realidad.

Durante una fase de proyecto de varias semanas, los alumnos desarrollaron secuencias de abstracción de manera individual. En este proceso, la creatividad fue la protagonista: se valoró la autonomía y la apertura, desde la concepción de la idea inicial hasta la experimentación con materiales y la concreción. El recorrido hacia la abstracción requirió flexibilidad y audacia para ensayar nuevas formas de expresión.
Las obras resultantes fueron tan diversas como las técnicas empleadas, que abarcaron desde la fotografía hasta el modelado en arcilla, el plegado de papel y las maquetas tridimensionales. El factor determinante no fue la perfección del resultado final, sino el proceso visible de la creación y la maduración artística. El estudio de la abstracción facilitó a alumnas y alumnos una profunda conexión con la libertad artística, la reflexión y la responsabilidad creativa.

*Jonas Lux tiene 18 años. Debido a la profesión de su madre, vive en Buenos Aires desde hace 4 años. Actualmente está terminando su Abitur (bachillerato alemán) y en enero se muda a Berlín para trabajar en el ámbito de la política en Alemania. El arte, en realidad, nunca le interesó: tareas demasiado impenetrables, muy pocas letras. Sin embargo, su tiempo en la Goethe-Schule transformó por completo su percepción del arte en general.








Hacé tu comentario