Glenn Close es reconocida por su talento, versatilidad y presencia en algunas de las producciones más influyentes de Hollywood. A lo largo de décadas, interpretó personajes que quedaron grabados en la cultura popular. Sin embargo, una parte fundamental de su historia personal ocurrió lejos de los escenarios y cámaras.
La actriz creció en Suiza dentro del movimiento Moral Re-Armament, una organización religiosa que impulsaba disciplina estricta y una idea rígida de pureza moral. Ese entorno marcó su infancia y la acompañó durante años, incluso después de su salida del grupo.
Close afirma que esa etapa dejó huellas emocionales profundas, al punto de influir en su camino posterior hacia la actuación y en su manera de relacionarse con el mundo.
Una infancia bajo vigilancia y reglas estrictas
Close nació en Connecticut, pero se mudó a Suiza a mediados de los años cincuenta. Su familia —sus padres y cuatro hermanos— siguió a Moral Re-Armament, un movimiento fundado en 1938 por el pastor estadounidense Frank Buchman. La organización se instaló en distintas ciudades, pero mantuvo un centro importante en Caux, en el cantón de Vaud.
Allí se promovían valores concretos: honestidad, pureza, amor y entrega total. Con el tiempo, la estructura interna tomó un rumbo más rígido. La actriz sostiene que ese esquema se transformó en una forma de control emocional, disfrazada de ideales religiosos.

Durante más de una década, Close vivió en un ambiente donde las reglas definían prácticamente todo. La vestimenta, el comportamiento, la manera de hablar y hasta los pensamientos debían alinearse con el espíritu del grupo. Las familias que se unían al movimiento seguían esa lógica sin cuestionamientos. Los niños asistían a escuelas administradas por miembros del mismo círculo y pasaban la mayor parte del día dentro del ámbito comunitario.
Close recuerda que, por entonces, la convicción de estar ayudando a “mejorar el mundo” funcionaba como justificación para la disciplina. En el documental “Glenn Close, l’art de la transformation” relata que vivió en Suiza alrededor de quince años. Desde pequeña aprendió a cumplir con reglas estrictas, convencida de que el compromiso con la causa era un camino hacia un bien mayor. Esa estructura definía su rutina y la de los otros chicos que asistían al internado de Caux. Compartían dormitorios, actividades y tareas bajo la supervisión constante de adultos del movimiento.
La actriz admite que era muy influenciable. Su necesidad de pertenecer la llevó a adoptar un rol obediente, incluso cuando eso implicaba silenciar temores o emociones que no encajaban con el ideal comunitario. En sus palabras, se volvió “una buena soldadita”, alguien dispuesta a adaptarse antes que cuestionar. Ese proceso resultó, según describe, un mecanismo de defensa frente a un entorno cerrado donde el disenso era visto como una falla moral.
El impacto emocional de un sistema basado en control
Los años dentro de Moral Re-Armament dejaron marcas profundas. Close recuerda que el movimiento dictaba normas sobre cuestiones tan básicas como la forma de vestir o los gestos permitidos. Ese nivel de control moldeó su relación con la autoridad y con su propia identidad. Define ese período como “un tipo de abuso psicológico disfrazado de una misoginia latente”, una frase que resume la presión constante que sentía y la manera en que se esperaba que las mujeres fueran sumisas, disciplinadas y emocionalmente contenidas.
El internado de Caux funcionaba con un ritmo exigente. Eran cuarenta chicos bajo supervisión de adultos que actuaban como guías espirituales. La actriz menciona que cualquier expresión personal que se apartara del ideal podía interpretarse como un desvío. Esa vigilancia permanente generaba tensión y alimentaba un clima donde la autocrítica era la única vía aceptada. Cada paso, cada gesto, cada palabra era observado.
Close también relata que la estructura del movimiento incluía una noción de sacrificio constante. La meta era servir a un objetivo superior. Ese mandato se transformaba en presión. La idea de entregarse por completo al grupo anulaba la posibilidad de explorar intereses propios o necesidades personales. La actriz sostiene que ese condicionamiento afectó su desarrollo emocional, y que durante mucho tiempo llevó consigo una sensación persistente de culpa y autocensura.

La década del sesenta profundizó la rigidez del movimiento. Moral Re-Armament adoptó posturas duras frente a temas como la homosexualidad y el comunismo. Close creció en ese contexto, entre discursos de rectitud absoluta y expectativas sobre cómo debía comportarse una joven dentro del grupo. El peso de esas normas acompañó su transición a la adultez.
La ruptura, la libertad y el inicio de una vida propia
Close dejó la organización a los 22 años. Lo vivió como una liberación. Decidió mudarse a Estados Unidos para estudiar y buscar un camino personal. Ese quiebre marcó un antes y un después. La actriz sostiene que allí comenzó su “segunda mitad de vida”, un período en el que logró reconstruir su identidad lejos del movimiento.
En Nueva York encontró un espacio donde la actuación le permitió explorar emociones reprimidas durante su adolescencia. El oficio se convirtió en una herramienta para recuperar sensibilidad y libertad interior. Esa apertura emocional influyó en la profundidad de sus interpretaciones y en la intensidad con la que encaró cada papel.

A pesar de su salida, Close afirma que las huellas de esa infancia siguen presentes. En una entrevista con The Guardian señaló que es sorprendente cómo las experiencias tempranas permanecen dentro del cuerpo y vuelven una y otra vez. Puso su mano en el pecho para describir esa sensación. Es un recuerdo que no desaparece, pero que logró transformar a través del arte y la reflexión.
Con el paso del tiempo, Close habló en público sobre ese capítulo difícil de su vida. Su testimonio abrió un espacio para debatir los efectos de movimientos religiosos rígidos sobre niños y adolescentes. Su historia es, en muchos sentidos, la de una mujer que reconstruyó su identidad tras años de condicionamiento.
La actriz considera que su carrera y su vida adulta nacieron a partir de esa ruptura, un camino que la llevó de un internado en Suiza al centro de la escena en Hollywood.



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