La irrupción de Alexander Eichwald en el congreso juvenil de la AfD en Gießen, Alemania, fue un terremoto político y social. Su discurso imitó gestos, tono y expresiones asociados al régimen nazi, lo que provocó repudio interno, burlas, preocupación y una reacción inmediata de la conducción nacional del partido.
El mensaje opacó por completo la presentación de la nueva organización juvenil. Varios dirigentes señalaron que se trató de un acto deliberado. Otros sospechan algún tipo de operación. La dirigencia coincidió rápidamente en que Eichwald deberá abandonar la fuerza.
El episodio ocurrió durante el fin de semana, cuando Eichwald se postuló para un cargo dentro de la nueva estructura juvenil llamada Generation Deutschland. Su aparición incluyó expresiones de corte nacionalista extremo, referencias históricas y una teatralización que, para la conducción, cruzó límites políticos y legales.

La dirección de la AfD en Alemania tomó distancia en cuestión de horas y comenzó a activar mecanismos para expulsarlo. El conflicto abrió un debate sobre la identidad de la nueva juventud del partido, sus límites discursivos y los riesgos de discursos radicalizados.
Una reacción inmediata desde la conducción de Alemania
Tino Chrupalla, uno de los líderes más visibles de la AfD, remarcó en televisión que Eichwald no seguirá en el partido. Afirmó que su intervención solo podía interpretarse como una burla de mal gusto o una provocación con impacto político. También sostuvo que la fuerza todavía intenta reconstruir con precisión qué motivó ese estilo de discurso. Chrupalla anticipó que la AfD iniciará un proceso formal para que Eichwald quede fuera de la organización.
La expulsión no puede resolverse por decreto. Se requiere un procedimiento ante un tribunal interno. A pesar de esa exigencia, el mensaje público del partido dejó en claro que existe consenso interno para avanzar con rapidez. La referencia televisiva de Chrupalla reforzó esa posición y consolidó el clima de rechazo.
Eichwald, que ingresó a la AfD hace pocas semanas, se presentó como un militante sin trayectoria conocida. Varios dirigentes locales confirmaron que no tenía un perfil político relevante y que su comportamiento previo nunca insinuó radicalizaciones teatrales.
Algunos advirtieron que nunca utilizó el característico “R” marcado que mostró en el congreso. Esto alimentó sospechas sobre la posibilidad de una puesta en escena. Otros lo leen como una acción individual, sin coordinación previa. La conducción marcó que no tolerará ese tipo de intervenciones dentro de su estructura juvenil.
Deriva interna: pedidos de expulsión y pérdida de representación
Tras el discurso, el grupo de Herford decidió retirarlo de su bancada en el concejo deliberante. Allí había ingresado como parte de la representación de la AfD. Desde el anuncio del retiro, la ciudad lo registra como ciudadano sin bloque político hasta que la modificación formal se trate en el recinto en diciembre.
El propio diputado Maximilian Kneller confirmó que el partido en Herford ya comenzó a preparar el expediente para solicitar la expulsión completa. El comunicado oficial del distrito pidió de inmediato que Eichwald abandone voluntariamente la AfD. Mientras tanto, el directorio local inició los pasos necesarios para activar el mecanismo disciplinario.

Kneller sostuvo que la conducta pública del militante contradice totalmente la imagen previa. También remarcó que nadie dentro del partido local detectó señales que anticiparan una intervención tan desbordada. La dirigencia insistió en que el episodio desconcertó a todos y que no existen indicios claros sobre motivaciones externas. De cualquier modo, considera que la única salida política es su salida definitiva.
La reacción del público en el congreso juvenil fue ambigua. Hubo risas incómodas, rechazos explícitos y un volumen apreciable de abucheos. El gesto interpretado como un homenaje a Adolf Hitler fue uno de los elementos más cuestionados. El estilo, la articulación forzada de las palabras y el tono de voz alimentaron la comparación. Ese impacto social redobló la presión sobre la conducción para cortar cualquier vínculo institucional.



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