El proyecto para convertir una antigua base estadounidense en un barrio modelo en Heidelberg, Alemania, quedó en pausa por el rearme militar. La Bundeswehr evalúa volver a ocupar el terreno, en medio de una política de defensa que busca recuperar capacidades perdidas durante décadas. Lo que iba a ser un símbolo de urbanismo moderno se transformó en el epicentro de una pugna entre la necesidad militar y la urgencia habitacional.
La ciudad de Heidelberg planeaba desde hace años transformar el Patrick-Henry-Village (PHV), un predio de 100 hectáreas ubicado en el extremo occidental de la ciudad, en un nuevo barrio para 10.000 residentes. El terreno pertenecía al Ejército de Estados Unidos y quedó en manos de la Agencia Federal de Bienes Inmobiliarios (BImA) tras la retirada militar. Heidelberg pretendía comprarlo para desarrollar viviendas, espacios verdes y servicios públicos.
El proyecto se diseñó bajo la guía de la Internationale Bauausstellung (IBA), una institución dedicada a la planificación urbana y regional. Su propuesta era convertir el PHV en una “ciudad del conocimiento del futuro”, un modelo de sostenibilidad y tecnología. La iniciativa contaba con un “plan maestro dinámico” que buscaba integrar la vivienda, la movilidad y el trabajo en un solo ecosistema urbano.

De hecho en 2016 se presentó un proyecto que buscaba convertirla en una comunidad hippie digital. Aquel proyecto había sido desarrollado por Carlo Ratti, un arquitecto e ingeniero italiano encargado por entonces de un laboratorio de investigación sobre nuevas tecnologías en el Instituto Tecnológico de Massachusetts; la idea era transformar Patrick Henry Village en una “comuna progresiva para el siglo XXI” que se base en “múltiples formas de intercambio”.
Sin embargo, el Ministerio de Defensa alemán intervino en las negociaciones. La Bundeswehr, que intenta ampliar su infraestructura por el contexto internacional, incluyó el terreno en su lista de posibles reasignaciones. La guerra en Ucrania cambió las prioridades del país. Lo que durante años fue un símbolo del “dividendo de la paz” hoy podría volver a ser un enclave militar.
El vocero del Bundesamt für Infrastruktur, Umweltschutz und Dienstleistungen der Bundeswehr confirmó que el Patrick-Henry-Village está bajo revisión. El proceso busca determinar si las instalaciones pueden reutilizarse para alojar tropas, en el marco de una evaluación general de todos los terrenos federales. Mientras tanto, las conversaciones entre la ciudad y la BImA quedaron suspendidas.
El retorno del gasto militar y la disputa por el suelo
Alemania lleva adelante una política de rearme acelerado. El gobierno federal quiere sumar 80.000 soldados en los próximos cinco años y proyecta 270 nuevos cuarteles para 40.000 efectivos a partir de 2027. El presupuesto para infraestructura militar supera los EUR 67.000 millones hasta 2040, e incluye un programa de construcción rápida que simplifica trámites y otorga exenciones para obras menores a EUR 1 millón.
El problema es territorial. Cada base reactivada significa menos suelo disponible para vivienda, en un país donde los alquileres se disparan y el déficit habitacional se agrava. La política de defensa choca con la política urbana. Lo que antes se percibía como un excedente militar ahora vuelve a tener valor estratégico.

Heidelberg encarna esa tensión. La ciudad tiene un mercado inmobiliario saturado, limitado por colinas y por la escasez de terrenos nuevos. Durante años, la conversión de bases abandonadas ayudó a aliviar la falta de viviendas. Hoy esa solución se revierte. El espacio vuelve a ser un recurso de seguridad nacional.
El Ministerio de Defensa justificó el freno a las negociaciones por la necesidad de revisar “las posibilidades de alojamiento y los requerimientos logísticos” ante el nuevo contexto internacional. La invasión rusa a Ucrania reconfiguró la seguridad europea y empujó a Berlín a recuperar infraestructura que había desmontado tras la Guerra Fría.
En paralelo, en una porción de 40 hectáreas del PHV funciona todavía el Centro de Llegada de Refugiados del estado de Baden-Württemberg, donde se alojan solicitantes de asilo. La coexistencia de funciones civiles y militares añade complejidad al caso. Las autoridades locales temen que un eventual uso castrense bloquee por completo la posibilidad de construir viviendas.
Una Alemania que vuelve a pensar como potencia militar
El dilema de Heidelberg refleja un cambio profundo en el país. Durante décadas, Alemania confió su seguridad a la OTAN y basó su política exterior en la “diplomacia del talonario”: comercio, regulación y aportes financieros, pero sin músculo militar. Desde 2011, cuando se eliminó el servicio militar obligatorio, el país cerró 31 bases y vendió parte del suelo a municipios. El retiro parcial de tropas estadounidenses amplió ese proceso.
La guerra en Ucrania modificó esa ecuación. Berlín reconoce que el amparo externo ya no alcanza. Las fuerzas armadas carecen de espacio, equipamiento y personal. Por eso se analiza incluso reintroducir alguna forma de conscripción. El país que planificó su territorio para la paz ahora se ve obligado a repensarlo para la defensa.
Los urbanistas advierten que esta colisión entre necesidades civiles y militares no es solo física, sino política. Cada hectárea militar recuperada es una oportunidad de vivienda perdida. Dos bienes legítimos —la seguridad y el acceso a una casa— compiten por un mismo recurso finito: el suelo.
La situación actual expone un choque entre dos temporalidades. Durante tres décadas, el país diseñó sus leyes urbanísticas y su estructura económica bajo la idea de un continente pacífico. Esa visión se desmoronó el 24 de febrero de 2022, cuando Rusia invadió Ucrania. Desde entonces, Alemania transita una adaptación incómoda: opera con instituciones pensadas para la estabilidad mientras enfrenta una realidad estratégica inestable.



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