La economía alemana volvió a quedar bajo la lupa tras la publicación de un análisis durísimo de Mohamed Moutii, investigador asociado al Arab Center for Research y al Instituto IREF Europe. Su diagnóstico, basado en datos históricos y proyecciones fiscales, reavivó la discusión sobre los límites del modelo social de Alemania y sobre el rol que el país desempeña en la estabilidad europea.

Un cuestionamiento al corazón del modelo alemán
Moutii escribió que Alemania pasó de ser el motor económico europeo a convertirse en “la economía con peor rendimiento del mundo”, según los últimos datos comparativos. El giro, explicó, fue el resultado de un proceso de largo plazo. El autor sostuvo que la expansión del Estado de bienestar superó la capacidad del país para sostenerlo.
En su columna citó declaraciones recientes del canciller Friedrich Merz, quien aseguró: “El Estado de bienestar, tal como lo conocemos hoy, ya no puede ser financiado por nuestra economía”. Para Moutii, ese mensaje rompió un tabú político en Alemania y en Europa occidental.

Una carga social que ya no cierra
Según el análisis, la estructura demográfica es el núcleo del problema. En 1962, seis trabajadores financiaban la jubilación de cada pensionado. Hoy esa relación cayó a dos a uno. Las pensiones ya absorben el 12 por ciento del PBI, “más del doble que en el Reino Unido”, señaló el investigador.
Moutii agregó que el gasto social total asciende al 31 por ciento del PBI, unos 1,3 billones de euros, un récord histórico para Alemania. Y advirtió que para sostener ese sistema las contribuciones sociales treparon al 42,5 por ciento del salario, con proyecciones que las llevan al 50 por ciento en la próxima década.

Competitividad en caída y una industria en retroceso
El deterioro industrial fue otro punto central del análisis. Desde 2017, Alemania creció apenas un 1,6 por ciento, contra el 9,5 por ciento del resto de la eurozona. En 2023 su economía se contrajo dos años seguidos (0,3 y 0,2 por ciento), y en el segundo trimestre de 2025 volvió a caer un 0,3 por ciento.
El sector automotriz, columna vertebral del país desde el posguerra, encendió alarmas. Moutii detalló que los costos laborales trepan a 62 euros por hora, frente a 29 en España y 20 en Portugal. Esa brecha, sumada a una transición más lenta hacia los autos eléctricos, generó desventajas frente a competidores como BYD y Tesla.
El investigador citó otro dato crítico: la pérdida de 46.000 empleos industriales desde 2019, con pronósticos que estiman hasta 186.000 puestos en riesgo para 2035.

El golpe energético y el retroceso fiscal
La crisis energética agravó la caída de competitividad. La ruptura con Rusia elevó los costos del gas y la electricidad, y la decisión de abandonar la energía nuclear —que Moutii describe como “apresurada y costosa”— dejó a la industria pagando hasta cinco veces más por la energía que sus competidores estadounidenses o chinos.
A nivel fiscal, Moutii sostuvo que Alemania abandonó su histórica disciplina presupuestaria. La regla del “freno de la deuda”, que limitaba el déficit, fue suspendida reiteradamente desde la pandemia. Berlin prevé emitir 174.000 millones de euros en deuda en 2026, “el segundo monto más alto de la posguerra”.
Un final de advertencia para Europa
El investigador concluyó que Alemania enfrenta una “ilusión peligrosa”: creer que un Estado de bienestar expansivo puede coexistir indefinidamente con alta productividad. “Cuando la redistribución supera la creación de riqueza, la prosperidad se desvanece”, escribió.
Para Moutii, si Alemania —durante décadas símbolo de estabilidad europea— reconoce los límites de su propio modelo, entonces el resto del continente deberá replantear la sostenibilidad de sus sistemas de bienestar. Según afirmó, el país que alguna vez enseñó cómo reconstruir prosperidad “ahora debe enseñar cómo enfrentar la verdad antes de que el edificio colapse bajo su propio peso”.





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