La política ambiental de Alemania volvió a quedar en el centro de la escena. El gobierno federal respaldó un proyecto de ley que permitiría habilitar temporadas regulares de caza de lobos en regiones con alta densidad de manadas. La iniciativa busca reducir conflictos con la actividad ganadera, en un país donde el regreso del lobo se convirtió en símbolo de éxito ambiental y, al mismo tiempo, en foco de tensiones sociales y productivas.
El proyecto recibió el aval del gabinete y ahora inicia su recorrido parlamentario. De aprobarse, otorgará mayores facultades a los estados federados para gestionar las poblaciones de lobos, con planes de conservación que incluyan la posibilidad de autorizar su caza en zonas específicas. El objetivo declarado es controlar poblaciones sin poner en riesgo la supervivencia de la especie, una línea delicada que divide a la sociedad alemana desde hace años.
El debate no es nuevo. La reaparición del lobo en Alemania, tras décadas de ausencia, fue celebrada por organizaciones ambientalistas como una señal de recuperación de ecosistemas. Para muchos productores rurales, en cambio, se transformó en una amenaza directa a su sustento. El proyecto intenta ubicarse en un punto intermedio, aunque no logra disipar todas las críticas.
El regreso del lobo y el conflicto con el campo
El lobo volvió a Alemania de manera gradual desde comienzos de los años 2000, principalmente desde poblaciones asentadas en Europa del Este. Su expansión se concentró en regiones rurales con grandes extensiones forestales y baja densidad urbana. Hoy se registran 209 manadas confirmadas en el país, con un tamaño promedio de entre cinco y diez ejemplares por grupo.
Las mayores concentraciones se encuentran en Brandeburgo, Sajonia y Baja Sajonia, estados con una fuerte presencia agropecuaria. En esas zonas, el contacto entre lobos y animales de granja se volvió cada vez más frecuente. Durante 2024, alrededor de 4.300 animales de producción, en su mayoría ovejas y cabras, murieron por ataques atribuidos a lobos. En varios casos, los productores habían instalado cercos eléctricos o utilizado perros protectores.
El impacto económico y emocional sobre los pequeños ganaderos alimentó un clima de malestar persistente, con reclamos por mayores compensaciones y por medidas más contundentes de control. Del otro lado, asociaciones ambientalistas advierten que la presión política podría derivar en decisiones apresuradas que erosionen décadas de avances en conservación.
Desde el gobierno reconocen esa tensión. El vocero Stefan Kornelius señaló que el retorno del lobo constituye un éxito de la política de conservación, pero admitió que su expansión genera conflictos con la ganadería y con sectores de la población rural. Esa ambivalencia atraviesa todo el proyecto oficial.
Qué permite el nuevo proyecto de ley
El borrador aprobado por el gabinete habilita a las autoridades regionales a diseñar planes de manejo que incluyan temporadas regulares de caza en áreas con alta densidad de lobos y condiciones favorables para la conservación. Esto implica un cambio relevante frente al marco actual, que solo autoriza la eliminación de ejemplares bajo circunstancias excepcionales.
La iniciativa también introduce la figura del “lobo problemático”. Se trata de animales que ingresan de manera reiterada en zonas protegidas, superan cercos o atacan ganado pese a las medidas de prevención. En esos casos, las autoridades podrían autorizar su abatimiento puntual.
El proyecto va más allá de la normativa vigente en la Unión Europea, que permite matar lobos solo bajo supuestos muy acotados. De hecho, el texto alemán abre la puerta no solo a temporadas de caza reguladas, sino también a la posibilidad de eliminar ejemplares fuera de esos períodos, siempre que las autoridades lo consideren necesario.
Este giro se apoya en una decisión previa a nivel comunitario. A comienzos de este año, la Unión Europea redujo el estatus de protección del lobo, argumentando que sus poblaciones se estabilizaron en buena parte del continente. Ese cambio otorgó mayor margen de acción a los Estados miembros, aunque no eliminó la obligación de preservar la especie.
En Alemania, el Ministerio de Medio Ambiente insiste en que la propuesta no implica una liberalización indiscriminada. La caza quedaría sujeta a criterios técnicos, monitoreo permanente y evaluación del estado de las manadas. El desafío radica en trasladar esos principios a la práctica cotidiana.
Un equilibrio difícil entre protección y control
El ministro de Medio Ambiente, Carsten Schneider, defendió la iniciativa como un compromiso razonable. En declaraciones a medios locales, sostuvo que permitirá retirar ejemplares especialmente conflictivos sin poner en riesgo la presencia del lobo en el país. Para el funcionario, la especie forma parte del paisaje natural alemán y debe seguir siéndolo.
La discusión excede lo técnico y toca fibras culturales profundas, sobre todo en el mundo rural. Para algunos sectores, el lobo simboliza una desconexión entre las políticas urbanas y la realidad del campo. Para otros, su protección refleja una responsabilidad histórica con la biodiversidad europea.
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