La industria civil de Alemania atraviesa un momento de incertidumbre. La desaceleración en sectores tradicionales, desde el automotriz hasta el tecnológico, contrasta con el auge del complejo industrial militar y de armas, que atraviesa su mejor etapa en décadas.
Lo que para algunos representa una oportunidad de reactivación económica, para otros revive un pasado cargado de sombras. Las empresas que alguna vez abastecieron a la maquinaria bélica de Adolf Hitler vuelven a ocupar un rol central en la economía alemana.
El retorno de empresas con pasado militar
Salzgitter AG es un ejemplo emblemático. Durante años se consideró una reliquia del pasado industrial, obligada a adaptarse a los cambios tecnológicos y medioambientales. Sin embargo, su inversión en acero de uso militar devolvió a la compañía un lugar protagónico en la cadena de suministros de defensa.

Lo paradójico es que esta empresa nació de la Reichswerk Hermann Göring, una estructura estatal creada por el régimen nazi para producir acero destinado a los tanques y aviones de guerra. Hoy, esa misma tradición industrial resurge bajo un nuevo discurso: el de la seguridad nacional y la estabilidad económica.
El fenómeno no se limita a Salzgitter. Grandes conglomerados alemanes siguen la misma dirección. Volkswagen estudia una asociación con Rheinmetall, el mayor fabricante de blindados del país, para aprovechar una planta subutilizada en Osnabrück. Porsche SE, empresa madre del grupo VW, prepara una plataforma de inversiones en tecnologías militares.
El proveedor de autopartes Schaeffler destina recursos a la producción de componentes bélicos para sostener su rentabilidad. La firma Heidelberg Druckmaschinen, conocida por sus impresoras, busca alianzas con Vincorion, empresa que fabrica sistemas de energía para defensa aérea y generadores de respaldo del caza Eurofighter. Incluso la compañía familiar Trumpf modificó sus estatutos para permitir la venta de láseres de alta precisión con fines militares.
Detrás de este viraje se esconde una tendencia general: la reconversión de la industria civil hacia el ámbito bélico. Lo que antes era motivo de cautela o de debate político, ahora se presenta como parte del “nuevo realismo” económico alemán.
Startups y reconversión tecnológica
El resurgimiento no se limita a los grandes nombres. Startups alemanas de perfil militar crecen con rapidez y transforman la innovación tecnológica en arma económica. En Hamburgo, la empresa de tecnología alimentaria goodBytz, dedicada originalmente a cocinas automatizadas, comenzó a producir un sistema robótico completamente funcional destinado al ejército de los Estados Unidos.

Otra compañía emergente, arx Robotics, desarrolló pequeños vehículos terrestres no tripulados, similares a tanques en miniatura, capaces de operar en silencio gracias a motores eléctricos o híbridos. Estos dispositivos pueden trasladar tropas, municiones o equipos de reconocimiento sin ser detectados. En este proyecto participa Deutz AG, uno de los fabricantes de motores más antiguos del mundo, que ahora encuentra en la defensa una nueva vía de expansión.
Las startups vinculadas al ámbito militar se benefician de fondos públicos y de la apertura de grandes corporaciones dispuestas a asociarse. La frontera entre tecnología civil y militar se vuelve difusa, y muchas empresas jóvenes se presentan como parte de la “industria dual”, capaz de aplicar sus innovaciones tanto en el campo bélico como en sectores civiles.
Un auge impulsado por la guerra
La invasión rusa de Ucrania modificó de raíz la política industrial y militar alemana. Desde 2022, el país aumentó de forma acelerada su producción de armamento, impulsado por nuevos programas de gasto y por el fondo especial para defensa aprobado por el Bundestag. Entre 2014 y 2019, los ingresos del sector de armas y municiones rondaban EUR 2.500.000.000. En 2024 superaron los EUR 5.000.000.000, y las proyecciones para 2025 apuntan a un nuevo récord. El presupuesto militar alemán se elevará a EUR 108 200.000.000, cifra impensada pocos años atrás.
El valor bursátil de empresas como Rheinmetall refleja ese auge. Su cotización se disparó muy por encima del índice promedio de la bolsa alemana. Mientras otros sectores enfrentan despidos o cierres, la industria de defensa contrata ingenieros, técnicos y operarios. Miles de trabajadores que antes fabricaban automóviles o maquinarias pesadas ahora producen tanques, municiones y drones.
El efecto arrastra también a pequeñas y medianas empresas, que encuentran oportunidades en la provisión de componentes o servicios. La reconversión industrial genera entusiasmo en algunos sectores políticos, que ven en la defensa una salida al estancamiento productivo.
El Instituto Kiel de Economía proyecta que el Producto Interno Bruto de la Unión Europea podría aumentar entre 0,9 y 1,5 por ciento si los países miembros elevan su gasto en defensa del 2 al 3,5 por ciento del PIB y concentran la compra de armamento dentro del continente. Este tipo de proyecciones impulsa el discurso de que la defensa puede ser también un motor económico. Sin embargo, no todos comparten esa visión. Muchos economistas sdicen que la inversión militar rara vez genera bienestar sostenido, y que los recursos podrían destinarse a innovación civil, energía o educación.



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