Nadie encarna mejor la mezcla de belleza, poder y misterio que la reina Nefertiti, esposa del faraón Akenatón y símbolo eterno del Antiguo Egipto. Su nombre, que significa “la bella ha llegado”, sigue despertando fascinación más de 3.300 años después de su reinado. Adolf Hitler la admiró, Beyoncé la homenajeó y los activistas de la Primavera Árabe la transformaron en un símbolo de impepinable resistencia.
La imagen moderna de Nefertiti se forjó a partir de un hallazgo ocurrido en 1912, cuando un equipo arqueológico alemán dirigido por Ludwig Borchardt descubrió su célebre busto en Amarna. La pieza, hecha en piedra caliza recubierta de estuco pintado, fue llevada poco después a Berlín. Desde entonces, se convirtió en la joya indiscutida del Neues Museum, donde atrae a millones de visitantes cada año.
Pero el esplendor artístico de la escultura es inseparable de una controversia centenaria: Egipto reclama su devolución desde hace más de un siglo. Con la apertura del nuevo Gran Museo Egipcio de El Cairo, las presiones por la restitución cobraron nueva fuerza.
El reclamo que no se apaga
El exministro de Turismo y Antigüedades de Egipto, Zahi Hawass, impulsó una campaña para recuperar la pieza. Los visitantes del nuevo museo son invitados a firmar una petición que exige su retorno. El texto denuncia que “se ignoraron numerosos llamados al diálogo y pedidos de reconocimiento sobre cómo terminó este artefacto en Alemania”. El objetivo, afirma la petición, es reabrir el debate y obtener una respuesta digna de las autoridades alemanas.
Ante las consultas, el Ministerio de Cultura de Alemania indicó que el tema depende del Ministerio de Relaciones Exteriores, el cual aseguró que nunca recibió un pedido oficial de devolución. La Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, encargada de la colección del Neues Museum, evitó pronunciarse. Su posición, no obstante, se mantiene inalterada: la pieza fue obtenida de forma legal durante una excavación autorizada.
Según la versión alemana, el busto ingresó a Berlín en virtud de un reparto de hallazgos vigente en ese momento, que otorgaba parte de las piezas al país que financiaba las excavaciones. “El busto fue legalmente exportado y no existe reclamo formal del gobierno egipcio”, afirmó Stefan Müchler, vocero de la fundación.
Sin embargo, varios investigadores cuestionan esa versión. La arqueóloga egipcia Monica Hanna sostiene que Borchardt engañó deliberadamente a las autoridades egipcias al presentar la pieza como una simple “princesa pintada”, pese a saber que representaba a la reina Nefertiti. Sus notas personales, hoy conocidas, muestran su entusiasmo: “La descripción es inútil, debe verse”.
Una herida colonial aún abierta
Historiadores alemanes como Sebastian Conrad y Jürgen Zimmerer consideran que, más allá de la legalidad formal, el problema es ético. Conrad, autor del libro La construcción de un ícono mundial, señala que la ley que permitió el reparto de hallazgos solo pudo existir bajo relaciones de poder coloniales, cuando Egipto estaba bajo control británico. “Fue legal en su tiempo, pero no legítimo desde la perspectiva actual”, afirmó.
Zimmerer compara el caso con los bienes saqueados a familias judías durante el nazismo. “No decimos que, porque era legal entonces, no haya derecho a reclamo. Entendemos que esas leyes eran injustas. ¿Por qué deberíamos actuar distinto ante el legado colonial?”, planteó.
El conflicto se remonta a los años posteriores al hallazgo. En 1924, cuando el busto se exhibió por primera vez en Berlín, Egipto pidió su devolución. Al año siguiente amenazó con prohibir excavaciones alemanas si no se concretaba el regreso. Incluso James Simon, el mecenas que financió la expedición de Borchardt y luego donó la pieza a los museos estatales, apoyó un intercambio de obras para facilitar el retorno. Sin embargo, la propuesta fue bloqueada.
Una década más tarde, en 1933, el líder nazi Hermann Göring intentó usar la devolución del busto como gesto diplomático hacia Egipto. Pero Hitler se negó rotundamente. “Nunca entregaré la cabeza de la reina”, afirmó. Desde entonces, Nefertiti permanece en Alemania, convertida en símbolo cultural y político.
Entre la historia y la restitución
Los argumentos alemanes también apelan a la fragilidad del busto, que impediría su traslado. Sin embargo, Conrad recuerda que durante la Segunda Guerra Mundial la pieza fue escondida en una mina de sal dentro de una bolsa plástica, y luego transportada a Wiesbaden. “Ya viajó varias veces; no es un objeto inmóvil”, señaló.
El caso de Nefertiti reabre un dilema para Berlín, que inició la devolución de objetos coloniales, como los Bronces de Benín a Nigeria. En aquel caso, parte de la colección se restituyó y otra se mantuvo en exhibición mediante un préstamo a largo plazo. Pero Nefertiti es única: no existe otra igual en el mundo.
Para Conrad y Zimmerer, una posible solución sería exhibir una réplica acompañada por la historia de su hallazgo y del reclamo egipcio. Esto permitiría preservar la memoria sin mantener una posesión cuestionada. “Lo único que se perdería es el aura de autenticidad”, explica Zimmerer. “Y habría que preguntarse si un museo alemán debería beneficiarse de un aura obtenida mediante una injusticia colonial”.
Egipto, por su parte, considera que no necesita reiterar su pedido. “Lo que es nuestro, es nuestro”, resume Hanna. En la sociedad egipcia, el deseo de recuperar la pieza es casi unánime.
FUENTE: DW
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