Buenos Aires (AT) – Mientras en zonas urbanas se registran lluvias frecuentes, en las montañas europeas, particularmente en los Alpes, el agua escasea. El cambio climático está alterando de forma drástica las condiciones naturales, afectando no solo a la biodiversidad y los recursos hídricos, sino también a quienes viven, trabajan o visitan esas regiones.

Peligro en las alturas: lluvias extremas y suelos secos
En los últimos meses se registraron eventos meteorológicos extremos con mayor frecuencia en los Alpes. Las lluvias torrenciales, cada vez más comunes, provocan inundaciones repentinas en arroyos de montaña. Rolf Frasch, miembro de la unidad de rescate de montaña en Baviera, destacó que “es más frecuente ver lluvias localizadas muy intensas. Antes ocurrían, pero ahora son mucho más habituales”.
La paradoja es que, aunque llueve, el agua no se absorbe de manera eficiente. Los suelos extremadamente secos pierden su capacidad de absorción. Como explican especialistas del Helmholtz Zentrum für Umweltforschung, cuando el suelo carece de humedad previa, el agua de lluvia no penetra y escurre por la superficie, elevando el riesgo de inundaciones.
El suelo seco actúa como un escudo: no absorbe el agua, la rechaza.”
Impacto directo en refugios de montaña
Daniel Peyerl, encargado del refugio Reichenhaller Haus en los Alpes de Chiemgau, relató que debió cerrar la instalación tras apenas dos días de actividad en mayo por falta de agua. “Cuando no sale agua del grifo, dejo de lavar. Todo se llena de vasos sucios”, contó. El refugio depende exclusivamente del agua de lluvia. Una solución temporal sería transportar agua en helicóptero, pero eso elevaría los costos para los turistas y tendría un impacto ambiental negativo.

Los ecosistemas también están en jaque
Sebastian Neubauer, guardabosques en el bosque de Kempten, observa con preocupación el estado de los humedales cercanos a los Alpes. “Están al borde de secarse en la superficie. No tienen la humedad que deberían tener”, explicó. Los suelos como los de los pantanos actúan como esponjas naturales: almacenan agua y la liberan lentamente hacia arroyos y ríos, ayudando a mitigar inundaciones y manteniendo la humedad ambiental durante el verano.
La falta de agua en estos sistemas interrumpe ese equilibrio. La vegetación pierde su función reguladora y los animales tienen cada vez menos hábitats disponibles. Neubauer advirtió que “si los animales no migran rápido o no encuentran nuevos espacios, simplemente desaparecen”.
Temperaturas en aumento y consecuencias visibles
Los Alpes se calientan a una velocidad mayor que otras zonas de Europa. Según datos científicos, la temperatura media en los Alpes aumentó dos grados Celsius en los últimos 100 años. Este incremento tiene efectos concretos: menos nieve, más lluvias, retroceso de glaciares y derretimiento del permafrost.
Un estudio publicado en Science señala que el crecimiento vegetal por encima de la línea de árboles se ha acelerado debido a las temperaturas elevadas en verano. La vegetación ahora crece en zonas antes desnudas y lo hace con más densidad y altura. Este fenómeno impide la formación de nieve, que es crucial para reflejar la luz solar. Menos nieve implica mayor absorción de calor, lo que a su vez potencia el calentamiento.
Los humedales alpinos están al borde del secado superficial, advierten los expertos.
Consecuencias acumulativas y peligros emergentes
Entre los efectos observados o esperados por el cambio climático en los Alpes se destacan:
- Cambios en la intensidad de las precipitaciones.
- Sustitución de nevadas por lluvias.
- Disminución del tiempo de cobertura nival en zonas bajas.
- Desaparición de glaciares.
- Inestabilidad del terreno por descongelamiento del permafrost.
- Migración de flora y fauna hacia mayores altitudes.
- Más aludes, derrumbes y deslizamientos.
- Pérdida de biodiversidad.
- Reducción de reservas de agua potable.

Un futuro desafiante, pero con margen de acción
Los expertos coinciden en que si bien parte del daño ya es irreversible, todavía se pueden aplicar medidas para mitigar el impacto. El fomento de soluciones naturales, como la restauración de humedales, y el desarrollo de infraestructura adaptativa en las zonas de montaña son clave. También lo es la coordinación regional e internacional para proteger uno de los ecosistemas más frágiles y esenciales de Europa. El desafío está en marcha, y las montañas, como termómetro del cambio climático, están mostrando señales claras. Ignorarlas sería un error costoso.




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