jueves, 3 de octubre de 2024

Por Fernando Brun,
Embajador de la República Argentina, Berlín

Berlín (AT) – Hace pocos días compartimos una comida con Ulrich Sante, ex Embajador de Alemania en la Argentina y hoy directivo del Banco LBBW de Baden Württemberg, quien me obsequió una réplica del “Ampelmann”, esa figura hoy emblemática en los semáforos peatonales de Berlín que -según me transmitió mi estimado amigo- “es lo que hemos conservado de la DDR”.

Las palabras de Sante siempre contienen disparadores subyacentes; y ellos me llevaron a reflexionar respecto a todo aquello presente en Berlín que rememora un pasado omnipresente de guerras, extremismos, represión y autoritarismo: las columnas de la Isla de los Museos muestran en su fuste heridas indelebles de ráfagas de ametralladoras ligadas a la defensa de la ciudad y a la ocupación del Ejército Rojo, lo mismo que la Columna de la Victoria en el centro del Tierpark;  o el Muro, en su dimensión real con la “franja de la muerte” el Museo de la Topografía del Terror, -menos visitada que su versión “pop” en el East Side Gallery– que dividiendo una ciudad y dos mundos entre 1961 y 1989, costó la vida de ciento noventa y dos personas que murieron intentando dar un salto a la libertad.

Pero Berlín, al tiempo de mostrar las cicatrices de un pasado doloroso que -no por ello- debe ser olvidado, es también por donde se lo mire una verdadera celebración de la libertad. El mismo Muro nos cuenta también historias de aquellos como Liane Sünderman que lograron de mil maneras ocurrentes -y siempre poniendo en riesgo su vida- perforarlo, y por último, como resultado de una revolución pacífica, hacerlo caer.

La desaparición de la Cortina de Hierro

Celebramos cada 3 de octubre el Día de la Unificación Alemana. Ninguna imagen es más elocuente que el fervor que despertó la caída del Muro de Berlín (09.11.89), hito que desata el proceso de reunificación, la desaparición de la Cortina de Hierro, dejando un impacto indeleble en lo que significa la lucha por la libertad como una de las máximas aspiraciones de nuestra civilización. 

Fernando Brun, Embajador de la República Argentina, Berlín 2024
El Embajador de la República Argentina en Berlín, Fernando Brun. (Foto: Max Klein / Gent. FB)

En efecto, la caída de la colosal obra de 155 kilómetros de largo que dividió a Berlín por más de 28 años,  encendió el proceso de reunificación alemana y casi inmediatamente la desintegración del Bloque Soviético que condujo a la libertad de decidir su futuro para los países de Europa Central y Oriental, poniendo fin a la Guerra Fría.

Los eventos de la escena internacional nos ponen nuevamente frente a una realidad ineludible de la que no podemos ser indiferentes. “Holiday from history is over”; en efecto las grandes tensiones y conflictos globales que parecían haber menguado desde el fin de la Guerra Fría, permitiendo que las democracias y el orden internacional basado en la libertad florecieran sin mayores amenazas, ha llegado a su fin.

En defensa de los principios que nos definen

Ya no existen “refugios seguros” exentos de las amenazas que enfrentan las democracias y el frágil orden basado en reglas, marcando el comienzo de una era en la que la inseguridad se torna moneda corriente, y en la que vuelven a batirse cosmovisiones diferenciadas entre democracias de autocracias, un mundo que nos encuentra decididamente comprometidos en la defensa de los principios que definen nuestra concepción moderna de lo que son los derechos del hombre y del ciudadano como base sobre la que se fundan nuestras democracias.

Berlín es, una vez más, en cada rincón un poderoso recordatorio de las luchas por la libertad en Alemania y en el mundo, una celebración que subraya -a cada paso y en cualquiera sea la dirección en la que se la transite, respetando siempre la señal del „Ampelmann“- la importancia del compromiso personal en su defensa cotidiana. Y es en ese punto, donde Berlín cobra un significado que trasciende a sí mismo para redescubrirse hoy a nivel europeo y global como faro y sinónimo de modernidad, diversidad cultural y tolerancia. La ciudad se ha convertido en un epicentro de convergencia para la libertad en todas sus expresiones, desde el arte y la música hasta la política y el activismo social, consolidándose como un espacio vibrante donde las diferencias no solo se respetan, sino que se celebran, y donde la libertad sigue siendo el valor fundamental que une a sus habitantes y visitantes. Berlín no sólo recuerda su pasado, sino que lidera también con audacia el camino hacia un futuro que hoy es presente.

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