El consumo de crack ha explotado en las principales ciudades de Alemania. Desde 2022, esta sustancia —derivada del clorhidrato de cocaína— se ha convertido en una presencia visible y alarmante en espacios públicos como estaciones de tren, entradas de edificios y plazas. El fenómeno, lejos de ser una novedad aislada, forma parte de un patrón en expansión que ya afecta a Berlín, Hamburgo, Frankfurt y varias ciudades de Renania del Norte-Westfalia.

Una droga de efecto rápido y devastador
El crack se consume generalmente en forma de pequeñas rocas fumadas en pipa. Su efecto es casi instantáneo, de alto impacto y corta duración, lo que empuja a los consumidores a repetir el uso una y otra vez en lapsos breves. Esther Neumeier, directora de la Oficina Alemana de Observación de Drogas y Adicciones, explicó que “el aumento global en la producción de cocaína generó un excedente que ahora busca nuevos mercados”, y la escena de consumo abierta en Alemania resultó terreno fértil.
La droga se ha vuelto especialmente atractiva para personas con consumos problemáticos previos, que ya no encuentran efecto suficiente en la cocaína inhalada. “Crack genera un efecto extremadamente intenso y eufórico, pero el bajón posterior es abrupto y muy incómodo”, indicó Neumeier.

De marginal a dominante en pocos años
Los datos confirman una tendencia que se aceleró en poco tiempo. En 2022, en dos salas de consumo supervisado en Berlín administradas por la organización Vista, el crack representaba solo el 3,5% de los consumos registrados. Para 2024, esa cifra trepó al 30 %. En algunos barrios, como el Leopoldplatz en Berlín o St. Georg en Hamburgo, el crack ya superó a otras sustancias como droga principal.
El barrio rojo de Frankfurt, históricamente vinculado a la circulación de drogas duras, también ha visto un repunte del crack, que según organizaciones sociales desplazó al consumo de heroína en varios puntos de la ciudad.

Círculo vicioso: craving, pobreza y consumo
El ciclo de consumo se retroalimenta por el alto nivel de dependencia que genera el crack. El craving —término que describe el deseo compulsivo de repetir el consumo— se instala con fuerza en pocas sesiones. “Al principio perdés la plata, después las cosas de valor, después el trabajo. Con el crack hacés cosas que no hacías ni con la heroína”, reconoció un usuario entrevistado en Frankfurt por la agencia dpa. Estima que su consumo diario ronda los 250 a 300 euros.
En 2024, se registraron 2.137 muertes por consumo de drogas en Alemania. En Berlín se alcanzó un récord histórico de 294 fallecimientos, en Hamburgo 102 y en Frankfurt, 20. La mayoría de los casos involucró combinaciones de sustancias, incluyendo crack.

Un problema de salud pública… y de convivencia
La escena del consumo abierto ha impactado también en la vida urbana. En barrios como el Schillerkiez, en Neukölln (Berlín), vecinas y vecinos reclaman que ya no se sienten seguros para caminar con sus hijos. “La gente se droga en las entradas de los edificios, hay heridas abiertas, hay miedo”, señalaron en una carta abierta.
Si bien Alemania cuenta con un sistema de asistencia a personas con adicciones, especialistas admiten que es insuficiente para quienes están profundamente atrapados por el crack. “Se necesitan propuestas más accesibles y móviles. Hay que ir donde están ellos”, sostuvo Arthur Coffin, del Servicio de Urgencia para Personas con Adicciones en Berlín.

Qué se está haciendo y qué falta
Actualmente, 8 de los 16 estados alemanes disponen de salas de consumo con espacios para fumar. Sin embargo, no siempre alcanzan. Augustine Reppe, de Vista, explicó que muchas personas no logran llegar a estos lugares por el nivel de abstinencia que atraviesan. “Saben que no deben consumir en la vía pública, pero muchas veces no lo pueden evitar.”
Tanto Reppe como Coffin coinciden en que hacen falta más centros de asistencia, equipos móviles y una oferta permanente de 24 horas para quienes consumen. Alemania aún no cuenta con una sustancia de sustitución específica para el crack, como sí sucede con el metadona para la heroína.

¿Una referencia en la región alpina?
En Suiza, la política pública en materia de drogas ofrece una hoja de ruta alternativa. En ciudades como Ginebra, médicos salen a la calle para atender a personas usuarias que no pueden mantener citas programadas. En zonas de la Suiza alemana, se autoriza la venta controlada de pequeñas cantidades dentro de centros de contacto. “Así se logra correr el mercado de las calles hacia espacios cerrados”, explicó Frank Zobel, subdirector de la organización Sucht Schweiz.
Aunque reconocen que no hay soluciones mágicas, los suizos insisten en una máxima: acercarse a quienes consumen, en lugar de esperar que ellos vengan.

Un tema que también interpela a la Argentina
El avance del crack en Alemania no solo alerta por su impacto social y sanitario. También pone en evidencia cómo las transformaciones en el mercado global de drogas pueden generar nuevas crisis locales. En la Argentina, donde el consumo de paco (una variante local del crack) afecta a sectores vulnerables desde hace años, el caso alemán refuerza la urgencia de revisar y fortalecer las políticas públicas. El abordaje integral, la asistencia continua y la intervención en el territorio parecen ser, tanto allá como acá, parte de la única respuesta posible.




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