jueves, 16 de octubre de 2025

En su despacho en la Embajada de Alemania en Buenos Aires, el embajador Dieter Lamlé recibió al Argentinisches Tageblatt para conversar sobre dos hitos que marcan el calendario bilateral: los 35 años de la reunificación alemana —cuya celebración por el aniversario se realiza este 16 de octubre en la capital argentina— y los 200 años de la inmigración germana en el país.

Con la serenidad de un diplomático experimentado, Lamlé combinó el recuerdo histórico con una mirada hacia el futuro: los desafíos de la democracia, la cooperación académica y científica, y la posibilidad de un nuevo impulso económico a partir del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur.

Argentinisches Tageblatt: embajador, ¿cuál es para usted el significado más importante del Día de la Unidad, tanto para Alemania como para el mundo?

Dieter Lamlé: Celebramos este año 35 años de la unificación alemana. Para el mundo significó el fin de la división de Alemania, de Europa y de la Guerra Fría después de la Segunda Guerra Mundial. Para nosotros, lógicamente, es el evento de nuestra historia reciente. Durante 28 años estuvimos separados por un muro de 1.400 kilómetros. La reunificación se logró porque la gente salió pacíficamente a las calles, pidiendo más libertad y reformas. Nadie pensaba en eliminar la RDA, pero se generó un movimiento imparable. Del otro lado había un Estado autoritario, con una policía muy armada. Un solo disparo habría cambiado todo, pero nunca ocurrió. Por eso se habla de una revolución pacífica, una suerte enorme. Y después, otra suerte: el apoyo de Estados Unidos, con (George) Bush padre, y de la Unión Soviética, con (Mijail) Gorbachov. Sin ellos no hubiera sido posible. Había resistencia, pero tuvimos aliados fuertes y una ventana de oportunidad muy corta. Supimos aprovecharla.

AT: ¿Tiene algún recuerdo personal de aquel momento?

DL: Sí. En ese tiempo yo era joven diplomático en Ruanda. No había Internet ni televisión, la única comunicación era la Deutsche Welle, y casi no se escuchaba. Un día me llamó un colega ruandés para felicitarme. Yo no entendía por qué, y me dijo: “El muro se cayó”. Llamé a Bonn, me confirmaron la noticia y pedí que me enviaran un video. Esa noche lo proyecté para la comunidad alemana. Éramos 440 personas. Ver esas imágenes en medio de la selva fue algo inolvidable, una emoción enorme.

AT: ¿Qué lecciones deja ese proceso histórico para el presente?

DL: La más importante: nunca dejar de creer en lo imposible. Los muros pueden caer, incluso los de los corazones. Hay que mantener la esperanza. Hoy el mundo enfrenta problemas graves —Rusia, Gaza— pero siempre hay una solución. Hay que ser optimistas y actuar con aliados, sin aislarse. La reunificación fue posible porque hubo cooperación y confianza.

Las huellas de la inmigración alemana

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El embajador Dieter Lamlé destacó la importancia del diálogo y la cooperación entre Alemania y la Argentina.

AT: ¿Qué representan estos 200 años de inmigración alemana en la Argentina?

DL: En 1825 se dio la primera migración alemana controlada hacia la Argentina. El gobierno argentino invitó a los alemanes a venir, ofreciendo tierras y una vida mejor. En Alemania, la pobreza era enorme, y esa oportunidad fue muy valorada. Hoy tenemos provincias como Entre Ríos y Misiones donde uno de cada tres habitantes tiene ascendencia alemana. Es un vínculo histórico profundo. Lancé esta iniciativa para agradecer a los descendientes. Sus abuelos vinieron a construir, y los argentinos los recibieron con los brazos abiertos. También debemos recordar a las 40.000 personas que Argentina recibió durante la persecución nazi, cuando otros países cerraban sus puertas. Argentina salvó por lo menos 40.000 vidas alemanas. Eso merece gratitud.

AT: Usted suele plantar árboles como símbolo de esta relación.

DL: Sí. Ya planté 25 y hoy será el número 26, en la ciudad de Buenos Aires. El árbol representa raíces profundas —la amistad entre Alemania y Argentina— y al mismo tiempo un crecimiento hacia el futuro. Queremos que los jóvenes argentinos se vinculen con asociaciones germano-argentinas, con programas educativos, becas, intercambios y empresas. Así formamos un triángulo: asociaciones, cámaras de comercio y la Stiftung Verbundenheit, junto con la Embajada. No es un proyecto que termina este año; estamos sembrando para el futuro.

Comercio, inversiones y acuerdo Mercosur–UE

Dieter Lamlé, Argentina., Alemania
El embajador de Alemania en la Argentina, Dieter Lamlé, durante la entrevista exclusiva con el Argentinisches Tageblatt en su despacho de la Embajada en Buenos Aires.

AT: ¿Qué expectativas existen respecto del vínculo económico entre ambos países y el acuerdo Mercosur–Unión Europea?

DL: Actualmente hay 180 empresas alemanas en Argentina, que invirtieron más de mil millones de euros en los últimos doce meses. El potencial es enorme: minería, energía, industria del conocimiento, startups. El acuerdo Mercosur–UE se negocia desde hace 25 años. Es un proceso difícil, con muchos intereses, pero soy optimista. Si no se firma, pierden ambos lados, y ganan los chinos. El acuerdo prevé reducir los aranceles del 90% de los productos a cero, de manera gradual. Es la respuesta a la política proteccionista de (Donald) Trump. Además, encaja perfectamente con la nueva política alemana hacia América Latina, que busca fortalecer la cooperación con Argentina y Brasil, ambos miembros del G20.

AT: ¿Y el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI)?

DL: Es una buena herramienta, pero no pensada para nosotros. La mayoría de las empresas alemanas en el país son pequeñas y medianas, no alcanzan los 200 millones que exige el programa. Tal vez algún día tengamos un “rigito” adaptado a nuestra escala.

Cultura, educación y futuro bilateral

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El embajador explicó el valor de los 200 años de inmigración germana y el simbolismo de los árboles que planta en cada provincia.

AT: Más allá del comercio, ¿qué rol tienen la cultura y la educación en la relación bilateral?

DL: Son pilares fundamentales. El Instituto Max Planck y la Fundación Alexander von Humboldt son referentes científicos. También el DAAD, con más de mil becas por año. En Argentina hay unos 30 colegios alemanes y 142 asociaciones argentinas-alemanas. La vida cultural es intensa. Además, estamos organizando un corso de autos alemanes de distintas épocas, un partido de polo entre Alemania y Argentina, y otro de pato en Misiones, entre descendientes de ambos países. Y trabajamos para traer a la Filarmónica de Berlín al Teatro Colón en octubre del año próximo. Sería un cierre magnífico para las celebraciones de los 200 años.

Desafíos políticos y democráticos

AT: En el plano internacional, ¿cree que la democracia occidental está en riesgo?

DL: Depende de cómo se defina riesgo, pero sí hay motivos para preocuparse. La democracia enfrenta amenazas internas y externas. Internas, como los populismos —la AfD en Alemania, Le Pen en Francia—; y externas, como Putin o China. No digo que esté perdida, pero hay que defenderla cada día. El centro democrático tiene que fortalecerse. Si no hacemos nada, puede empeorar. Nadie sabe qué pasará en Francia el próximo año, o en Alemania, pero debemos ser conscientes del peligro.

AT: ¿Y cómo ve la situación en Estados Unidos, tradicional referente democrático?

DL: Espero que sea solo una fase. Confío en que las fuerzas democráticas volverán a afirmarse. Pero hoy todos nos preguntamos: ¿siguen siendo nuestros amigos o ya no?

Hacia los próximos 200 años

AT: ¿Cómo imagina la relación entre Alemania y Argentina en la próxima década?

DL: Europa y América Latina somos como un matrimonio: nos llevamos muy bien, quizás demasiado bien. Cuando hay demasiada armonía, se vuelve aburrido. Hay que discutir, avanzar, plantar nuevos árboles. Debemos aprovechar las raíces que compartimos —democracia, derechos humanos, cooperación económica— y proyectarlas hacia el futuro. Si no lo hacemos juntos, ¿con quién lo haríamos? Con China, seguro que no. Preferimos hacerlo con la Argentina.

La conversación con Dieter Lamlé deja entrever la lógica de un diplomático que combina la memoria histórica con una lectura pragmática del presente. En su visión, el vínculo entre Alemania y la Argentina no se sostiene solo en la herencia cultural o en la gratitud por el pasado, sino en la capacidad de ambos países para traducir esa historia compartida en cooperación concreta.

En un tiempo marcado por tensiones mundiales y cambios acelerados, la apuesta por el diálogo, la educación y la confianza mutua aparece como el eje silencioso —pero constante— de una relación que todavía, tantos años después, todavía se construye.

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