martes, 8 de octubre de 2024

Buenos Aires (AT) – Yarin Ilovich, conocido como DJ Artifex, recorrió el mundo durante los últimos meses. En septiembre estuvo en Estados Unidos. En agosto, actuó en Brasil y poco después viajó a Berlín. En cada presentación, Ilovich baila en el escenario y enciende al público y se mueve al ritmo de su música. Quienes lo ven no imaginan lo que vivió hace un año. Fue el último DJ en presentarse en el festival Supernova en Israel, el 7 de octubre de 2023. Esa mañana, puso música para miles de personas. Pero todo se detuvo abruptamente cuando un atentado terrorista cambió el curso de los eventos.

Ilovich y su experiencia en Berlín

En una entrevista con DW, Ilovich recuerda que aquel día empezó a poner música cuando todavía estaba oscuro. Eran las 5.35 de la mañana. Minutos después, el cielo empezó a aclarar, creando un ambiente especial. “Es un momento clave en una fiesta psytrance”, explicó. La música psytrance, caracterizada por su ritmo rápido y sonidos envolventes, crea un ambiente único. A medida que el cielo se iluminaba, las personas en la pista de baile empezaban a verse entre ellas. El DJ describió esa energía como un momento de plenitud. La gente se conectaba, se sonreía y todo parecía estar en armonía.

Esa madrugada, más de tres mil personas disfrutaban del festival en medio del desierto. Una gran carpa cubría la pista de baile. El lugar estaba lleno de colores. Muchos de los asistentes vestían con maquillajes y adornos llamativos. Para algunos, el uso de sustancias era parte de la experiencia. El recinto del festival parecía una realidad alternativa, pero a solo cinco kilómetros de Gaza.

Sin embargo, minutos antes de las 6.30 de la mañana, el ambiente cambió. Desde Gaza comenzaron a lanzar cohetes hacia Israel. Algunos de los asistentes al festival notaron paracaidistas en el cielo, provenientes del otro lado de la frontera. Ilovich no prestó atención a esos detalles. Estaba concentrado en la música y en mantener el ritmo adecuado para la pista de baile. Su energía estaba enfocada en el público, que seguía bailando.

El momento crítico: 6.29 a.m.

Todo cambió cuando uno de los productores del festival se acercó a Ilovich y le pidió que apagara la música. “Le pregunté: ¿apagar la música?”. La respuesta fue clara: “Sí. Tenemos alerta roja”. Eran las 6.29 a.m. Ilovich detuvo la música. El público reaccionó con abucheos. Entonces el productor gritó: “¡Alerta roja!”.

En los primeros minutos no hubo pánico. En Israel, la población está acostumbrada a las alarmas por cohetes. Pero esta vez, la magnitud del ataque era diferente. Cientos de cohetes impactaban en la zona. Ilovich se preocupó por una amiga alemana que, a diferencia de la mayoría de los israelíes, ya estaba en pánico. Ayudó a otros amigos a buscar la manera de irse en coche. Pero él decidió quedarse en el recinto del festival, creyendo que las fuerzas de seguridad podían manejar la situación.

DJ Artifex
Yarin Ilovich: un artista que enfrenta el desafío de transformar el dolor en música.

Hacia las siete de la mañana, combatientes de Hamás y otros grupos militantes llegaron al festival. Ilovich y muchos otros intentaron refugiarse en autos, pero el caos ya se había apoderado del lugar. Las salidas estaban bloqueadas, y los disparos se escuchaban cerca.

El DJ corrió hacia el campo junto a otros asistentes al festival. Mientras huían, los disparos continuaban. Algunos caían al suelo por miedo, otros porque estaban bajo el efecto de las sustancias. Una amiga que corría junto a Ilovich comenzó a vomitar.

El ataque dejó un saldo devastador. Más de 360 personas murieron en el festival. Al menos 44 fueron secuestradas y llevadas a la Franja de Gaza como rehenes. En total, alrededor de 1.200 personas murieron en los ataques perpetrados por Hamás en varias zonas de Israel ese día. Más de 250 fueron secuestradas.

Ilovich y algunos amigos lograron llegar al kibutz cercano de Re’im. Allí, un grupo reducido de policías intentaba resistir el ataque. Se escondió debajo de una patrulla policial. Durante horas, escuchó los mensajes por radio de la Policía. Relataban cómo se desarrollaban los asesinatos en diferentes lugares. Los policías pedían refuerzos, pero no obtenían respuesta inmediata. “Eso era lo peor”, recuerda Ilovich sobre los mensajes del walkie-talkie. Escuchó varias veces la pregunta: “¿Dónde está el Ejército?”.

Festival Supernova
La resiliencia de los que enfrentan la adversidad: “Volveremos a bailar”.

Finalmente, los policías lograron llevar a Ilovich y otros a Ofakim. El trayecto, que normalmente toma 15 minutos, fue una escena de destrucción. Vehículos quemados y cadáveres estaban esparcidos por el camino. Solo en la mañana del 8 de octubre, Ilovich y tres amigos se sintieron a salvo.

El regreso a la música como refugio

Durante los meses siguientes, Ilovich asistió a sesiones de psicoterapia todas las semanas. Pero su mayor refugio fue la música. Para él, es un espacio donde se siente a salvo. Un lugar donde, a pesar de todo, puede ser feliz.

Los sobrevivientes del festival Supernova adoptaron el lema “We will dance again” — “Volveremos a bailar”. Es una afirmación de resistencia. No permitirán que el terrorismo les quite su deseo de creer en un mundo diferente. Pero no todos logran seguir adelante. Algunos no pueden enfrentar las secuelas del ataque. En las semanas posteriores al 7 de octubre, se reportaron suicidios entre los sobrevivientes. Otros sufren depresión grave y no logran retomar sus vidas.

DJ Artifex
El Festival Supernova: un recordatorio de la fragilidad de la vida y la importancia de la comunidad.

Ilovich, como DJ, tocó para la “Tribe of Nova” varias veces en los últimos meses. Esa comunidad, que antes se reunía solo para disfrutar de la música, ahora también busca sanar. Las sesiones incluyen meditaciones, yoga y, por supuesto, música. Para ellos, la música es una herramienta de sanación tanto para el cuerpo como para la mente.

Ilovich tocó la misma lista de canciones que se interrumpió a las 6.29 a.m. el 7 de octubre. Para muchos de los sobrevivientes, escuchar esa música sin la amenaza de los cohetes es una manera de cerrar un capítulo. Un intento de dar fin a un momento que nunca debió haber sido interrumpido.

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