Friedrich Merz cumplió 70 años este martes, pero su llegada a una edad histórica como canciller coincidió con un clima político poco festivo. A seis meses de haber asumido como jefe del gobierno alemán, su imagen pública se deterioró con rapidez, y apenas un 25% de los alemanes aprueba su gestión.
Los festejos institucionales por su cumpleaños contrastaron con la caída de su popularidad política, reflejada en los últimos sondeos que lo muestran entre los mandatarios con menor nivel de aprobación en las últimas décadas.
Recepciones, discursos y ausencias notorias
El cumpleaños de Merz incluyó un concierto íntimo con su esposa el lunes por la noche y un breve acto oficial el martes en el Reichstag, organizado por el jefe de bancada de la CDU, Jens Spahn. Allí participaron unas 300 personas, entre ellos legisladores de diferentes bloques, familiares del canciller y referentes de su partido. Una figura destacada que no asistió fue la ex canciller Angela Merkel, quien justificó su ausencia por un viaje a Israel.

Merkel y Merz mantienen una relación distante desde hace años. Sin embargo, en su última aparición compartida, Merz agradeció a su antecesora “su legado político” y le pidió que “siga acompañando a la CDU”. Según medios alemanes, esta vez optó por enviarle una carta manuscrita de felicitación.
Más allá del protocolo, Merz dijo valorar especialmente el festejo en familia, que compartió con su esposa, sus tres hijos y sus siete nietos. “Como hombre de familia, disfruto más esa parte que cualquier acto oficial”, expresó en declaraciones a Der Spiegel.
Un septuagenario en el poder, sin mucho respaldo
Con este aniversario, Merz se convirtió en el primer canciller alemán con más de 70 años desde Konrad Adenauer, quien asumió a los 73 y gobernó hasta los 87. En la actualidad, es el jefe de gobierno más longevo de la Unión Europea. A pesar de su edad, Merz insiste en que se mantiene “en plena forma”, y asegura que su salud le permite continuar al frente del Ejecutivo “sin limitaciones físicas ni mentales”.

Practica ciclismo, juega al golf y cuida su alimentación: “Casi no tomo alcohol”, reveló recientemente en un evento del diario Rheinische Post. Además, señaló que duerme seis horas diarias y que evita extender las reuniones hasta la madrugada. También destacó que su padre superó los 100 años y su madre está próxima a esa edad, lo que, según él, refuerza su confianza en mantenerse activo en el cargo durante varios años más.
Pero la economía no levanta, y las encuestas lo castigan
El principal obstáculo para Friedrich Merz no es su edad, sino el rumbo del país. El crecimiento económico de Alemania se encuentra estancado, y el gobierno enfrenta tensiones internas por la política migratoria, la relación con Estados Unidos y la crisis de confianza empresarial.

Durante su campaña, Merz prometió crecimiento económico, reforma migratoria y una política exterior más firme. A seis meses de gestión, ninguna de esas promesas se ha traducido en avances sustanciales.
El dato más preocupante lo arrojó una encuesta de Forsa para RTL: sólo el 18% de los alemanes desea que vuelva a postularse en 2029. Incluso dentro de su propio espacio, la alianza CDU/CSU, apenas el 47 % apoya una nueva candidatura.
Industria en alarma y votantes desilusionados
Las críticas no sólo provienen de la opinión pública. El sector empresarial también empieza a mostrar señales de descontento. Wolfgang Große Entrup, director de la asociación de la industria química (VCI), advirtió esta semana que la producción del sector cayó a su nivel más bajo en 30 años. “Estamos ante una alerta roja para uno de los pilares económicos del país”, expresó.

La combinación de inflación, inestabilidad geopolítica y un mercado laboral frágil ha golpeado el ánimo de los votantes. Los analistas coinciden en que Merz no logró diferenciarse lo suficiente de su predecesor, Olaf Scholz, cuya popularidad también se había deteriorado. El impulso inicial de su gestión se diluyó rápidamente en medio de conflictos internos en su coalición y falta de resultados concretos.




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