Buenos Aires (AT) – Friedrich Merz prometió un cambio de rumbo, pero apenas terminó la elección, se vio obligado a virar el timón. Las circunstancias políticas lo empujaron hacia decisiones que contradicen gran parte de su discurso de campaña. Las negociaciones con la SPD, el peso de los Verdes, las concesiones internas y el avance de la AfD dejaron al líder de la CDU en una situación precaria, donde los compromisos superan a las convicciones.
Tras las elecciones, Merz dio un vuelco en su estrategia. Anunció en pocos días un paquete financiero multimillonario, que incluye inversiones en defensa, seguridad y resiliencia social. Si bien estas medidas responden a un contexto internacional tenso, con actores como Donald Trump y Vladimir Putin en el tablero, lo que generó descontento fue el proceso: “El problema no fue el paquete, sino cómo llegó a él”, opinó Wolfgang Bosbach, dirigente histórico de la CDU y cercano a Merz.
Durante la campaña, Merz evitó comprometerse con una reforma de la llamada “freno al endeudamiento” (Schuldenbremse), una regla constitucional que limita el déficit público en Alemania. A pesar de que en el verano de 2024 ya percibía la necesidad de reformarla, se mantuvo ambiguo. La presión de sus socios de la FDP, férreos defensores del statu quo fiscal, lo llevó a eludir el debate abierto y prometer ajustes que ahora parecen imposibles.

Verdes debilitados, pero necesarios
Uno de los errores de cálculo más evidentes fue el trato hacia Los Verdes. En campaña, Merz buscó distanciarse de ellos, sabiendo que cargaban con el desgaste de más de tres años en la coalición “semáforo” (SPD-Verdes-FDP). Aun así, reconocía que su figura generaba rechazo dentro de la CDU y que el gobernador bávaro Markus Söder empujaba un discurso anti-verde aún más extremo.
Merz optó por acompañar esa línea, pero el resultado electoral lo dejó sin margen. La única opción para aprobar el paquete financiero fue buscar el apoyo justamente de Los Verdes. “La retórica de campaña le cerró caminos y ahora depende de aquellos a quienes quiso excluir”, explicó un analista del diario Die Zeit. La consecuencia: debilidad hacia adentro y pérdida de autoridad frente a la opinión pública.

Promesas que pesan
Durante las conversaciones preliminares con posibles socios, la CDU firmó un documento de intenciones —el Sondierungspapier— que incluía promesas concretas: pensiones para madres (Mütterrente), mayores deducciones para trabajadores que viajan largas distancias (Pendlerpauschale), reintegros al diésel agrícola y rebajas fiscales al sector gastronómico. Todo esto antes de iniciar un verdadero programa de ahorro, como Merz había propuesto inicialmente.
Estas concesiones, destinadas a calmar las aguas internas, podrían volverse en su contra. “Está hipotecando su imagen de gestor riguroso”, alertó Bosbach. Si decide frenar estos beneficios, se enfrentará con agricultores, empresarios del rubro gastronómico y con el propio Söder, que no dudará en capitalizar cualquier paso en falso.

SPD, una alianza incómoda pero inevitable
Las negociaciones con la SPD, encabezadas por Lars Klingbeil, han sido arduas. A pesar de haber prometido un proceso rápido, Merz quedó atrapado en extensas conversaciones técnicas. Ambos líderes atraviesan momentos de debilidad: Merz, por la presión interna y las encuestas desfavorables; Klingbeil, por los magros resultados electorales y el temor al rechazo de la base socialdemócrata.
Ambos saben que tienen que formar gobierno. Y eso implica hacer concesiones mayores que las de anteriores coaliciones. Pero también deben cuidar su flanco interno: cualquier paso mal dado podría hacer estallar el delicado equilibrio partidario. Según fuentes del semanario Der Spiegel, hay frustración creciente en los equipos negociadores: “Cada punto avanza con dificultad. No hay clima de entusiasmo, solo necesidad”.

La AfD, siempre al acecho
El crecimiento de la AfD no es un dato menor. En algunas regiones, ya compite de igual a igual con la CDU. Esta amenaza constante condiciona las decisiones de Merz, quien debe mostrarse firme ante la extrema derecha pero sin perder el apoyo de los sectores más conservadores de su partido.
El problema, según analistas de Frankfurter Allgemeine Zeitung, es que “ni los votantes ni los rivales entienden claramente hacia dónde va Merz”. Las acusaciones de “fraude electoral” por parte de la AfD —aludiendo al cambio de discurso poscomicios— refuerzan esa sensación de incertidumbre y falta de dirección.

Una dirigencia que reclama explicaciones
En este contexto, la cancelación de la reunión del comité ejecutivo de la CDU no pasó desapercibida. La decisión de Merz de postergar el encuentro del lunes fue interpretada como una señal de debilidad. “La conducción necesita claridad, no más silencio”, afirmó en Süddeutsche Zeitung una fuente cercana al ala moderada del partido.
Los dirigentes esperaban escuchar de primera mano los motivos detrás del giro político, el sentido del paquete financiero y los avances en las negociaciones. Pero Merz decidió no exponerse. El riesgo de filtraciones y disputas internas pesó más que la necesidad de contención. Una decisión que, lejos de resolver el problema, lo profundizó.

Un relato ausente
Lo que más se le reclama a Merz no es tanto el cambio de rumbo como la falta de un marco que lo justifique. Hasta ahora, no ha ofrecido una narrativa clara que explique por qué las decisiones adoptadas son necesarias, urgentes y coherentes con los desafíos del país. En otras palabras, no hay “relato” que sostenga las medidas.
“Sin resultados ni relato, su liderazgo queda en entredicho”, escribió el analista político Herfried Münkler. La CDU, que alguna vez se apoyó en figuras como Helmut Kohl o Angela Merkel para proyectar estabilidad, hoy observa a un Merz que no logra transmitir visión de futuro ni cohesión interna.

Una crisis que define el futuro de la CDU
El desafío de Friedrich Merz no es menor. Está atrapado entre el pragmatismo que exige gobernar y las expectativas creadas durante su campaña. Si no logra articular una propuesta convincente, tanto hacia dentro como hacia fuera de su partido, corre el riesgo de perder no solo apoyo, sino también liderazgo. Lo que está en juego no es solo el destino político de un dirigente, sino la capacidad de la CDU para mantenerse como fuerza dominante en la política alemana. El tiempo corre, y las señales de alarma ya son imposibles de ignorar.

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