lunes, 26 de febrero de 2024

Buenos Aires (AT) – El termómetro marca los 30º C. Poco antes de las 11 de la mañana, en pleno centro de Buenos Aires, la Avenida Santa Fe está vacía. Igual que la sala de recepción del consulado suizo, en el cuarto piso de esta torre a pocas cuadras de Plaza San Martín. Es verano en Buenos Aires y hasta los suizos se toman un merecido descanso, después de un 2023 no apto para débiles. Sin embargo, cuando el reloj toca las 11.00 en punto, la puerta blindada que separa el área del consulado del de la Embajada se abre. Se nota: estamos en Suiza. Detrás, una escalera lleva a las oficinas del embajador.

Hans-Ruedi Bortis (1960 Fieschertal) espera a este cronista, en la puerta de un despacho que mira a la Av. Santa Fe desde la altura del quinto piso. Se mueve y habla con la seguridad de un habitué: Ruedi-Bortis repite en el país. Su primer vez fue entre 2003 y 2007, como Consejero de la Embajada, cuando las secuelas del default aún estaban a flor de piel. Su siguiente destino: Moscú. En 2021, Ruedi-Bortis volvió al Río de la Plata, ya como Embajador y presenciar otro cambio transformacional: el fin del kirchnerismo y el inicio del experimento libertario de Javier Milei. Los desafíos parecen atraer a este jurista nacido en el cantón del Vális. De jóven, Bortis perteneció a la Guardia Suiza Pontificia, cuerpo militar que vela desde 1506 por la seguridad del Papa y de la Santa Sede, y donde cumplió servicio durante el papado de Juan Pablo II.

En entrevista exclusiva con el Argentinisches Tageblatt, el Licenciado en Derecho por la Pontificia Universidad Lateranense del Vaticano, en Roma, cuenta por qué el año que arranca no será un año más tampoco para las relaciones de su país con la Argentina. Además, por qué el chocolate no es el principal legado que Suiza le ofrece a la Argentina y por qué la EFTA, el bloque que componen su país, Islandia, Liechtenstein y Noruega, tienen todas las cartas para adelantarse a la Unión Europea. La visión de un enamorado de la Argentina con un handicap para envidiar, según registros de abril 2023, que ya piensa en el Día después (Ver Parte 2), tras más de 43 años en el servicio diplomático de los cuales solo siete estuvo en su país natal.

AT Suiza es un país que tiene tres sino cuatro idiomas oficiales. ¿Cuál es su idioma materno? Dicho, de otra forma: ¿En qué idioma sueña Usted?

Hans-Ruedi Bortis: Sería el alemán. Sin embargo, como bien insinúa, los suizos de habla alemana tenemos una relación muy especial con el alemán. Solemos hablar uno que no escribimos – uno de nuestros más de 100 dialectos – y escribimos otro -el alemán- que solemos no hablar en el día a día. En mi caso, por ejemplo, cuando era joven, habiendo vivido por 10 años en Italia, prefería hablar italiano, antes que alemán. Era más fácil.

Es la segunda vez que está destinado como embajador en la Argentina. ¿Por qué pidió volver a la Argentina?

La Argentina -a pesar de sus desafíos- goza de una buena reputación en Suiza. Por ejemplo, cuando se abre un puesto en Buenos Aires, no pasa media hora y ya suele haber más de 50 postulaciones. Una de las razones es la ciudad de Buenos Aires en sí misma: como ciudad es fantástica. Es que ofrece para cada europeo su propio rincón. La mezcla muy bien lograda entre urbanismo y arquitectura que ofrece esta ciudad es única y muy generosa. Se suman los parques y todo el mobiliario al aire libre. Finalmente, otro punto clave es el cielo.

“La Argentina -a pesar de sus desafíos- goza de una buena reputación en Suiza.”

¿El cielo?

Sí, escuchó bien (ríe). Por estar tan al sur del globo, el cielo acá no parece un techo, sino más bien una cúpula; un domo. Uno se siente protegido debajo de esa cúpula; parece estar en una bóveda. Eso es algo muy especial. Y a eso hay que sumarle la calidad de la gente, su generosidad y, claro está, también su resiliencia, como lo pude comprobar en primera persona en 2003, cuando llegué la primera vez.

Hans Ruedi-Bortis, Embajador Suiza, 2024, Zermatt
Hans Ruedi-Bortis frente al Matterhorn, en Zermatt, uno de los símbolos de Suiza (Foto: Gentileza Embajada de Suiza).

Argentina es un país de inmigrantes. Hace más de 100 años, el país invitaba también a muchos suizos a venir y radicarse. ¿Cuál es el legado que dejaron esos inmigrantes?

Es correcto, hace 150 años, casi un quinto de la población de mi provincia (Cantón del Wallis) se vio forzada a emigrar por la hambruna y la crisis económica de aquel entonces. Creo que el principal legado que dejaron esos suizos fue la cultura del trabajo. La mayoría de los que vinieron recibieron al ingresar a la Argentina una parcela de tierra y algunos animales. Muchos de ellos supieron transformar y multiplicar ese capital de trabajo, convirtiéndolo en un modelo de éxito. Por ejemplo, en la Agricultura. Empresas lácteas como Ilolay de Rafaela o Milkaut de Franck (Santa Fe) son hoy todavía símbolo de ello.

¿Cómo define la cultura del trabajo en suizo?

Es la creencia sino la certeza de que, si uno quiere lograr algo en su vida, si quiere progresar, tiene que trabajar fuerte y duro. El trabajo es la base de todo.

Eso es posible y lógico en un país que tiene una divisa dura, en el que no hay inflación. ¿Sin embargo, cómo se sostiene en un país como la Argentina, en el que todo es volátil?

Evidentemente es más fácil decirlo que hacerlo. Pero eso no cambia en nada la base de la cuestión: el progreso y el crecimiento no se logran sobre la base de subvenciones o asistencialismo. Son y serán siempre, el fruto del trabajo, trabajo y trabajo. Lo otro debe ser una herramienta reservada para asistir a los más débiles y vulnerables, como lo fue en 2001. La experiencia enseña que solo puede ser una herramienta temporal para un período corto de emergencia.

¿Cómo están las relaciones bilaterales y qué le falta para florecer?

Bien. De hecho, este año celebramos 190 años de relaciones bilaterales entre nuestros países. Muchas empresas, como ABB o Nestlé están en la Argentina desde hace más de 100 o de 80 años e invierten millones. Tenemos acuerdos comerciales vigentes desde los años 50. Suiza está entre los 10 países que más invierten en la Argentina. Existe un buen marco legal, pero hay que ampliarlo.

“Este año celebramos 190 años de relaciones bilaterales entre nuestros países.”

¿Entonces qué falta?

Incrementar o ampliar el intercambio comercial en volumen y composición. Lo que más le compra Suiza a la Argentina es oro. Más de un 90% del intercambio comercial se reduce a la exportación de oro. No hay exportación de bienes industriales o de valor agregado. Del resto, un 5 % es productos agrarios y, después, farmacéuticos o petroquímicos. Hay muchísimo potencial de crecimiento.

¿El acuerdo entre el Mercosur y EFTA, el bloque comercial del que participan Suiza, Islandia, Liechtenstein, Noruega, en qué estadio está?

Estaba listo para la firma en 2018, faltaban solo algunos puntos por cerrar. Pero todo quedó en stand by por el cambio de gobierno de Mauricio Macri a Alberto Fernández y quedó ahí. Ahora, el nuevo gobierno manifestó la voluntad política de firmar lo más rápido posible el acuerdo. Estamos hablando de volver a retomar y negociar los últimos puntos abiertos en el segundo trimestre del 2024.

En qué sectores, Suiza tendría mayor interés y mayor potencial para crecer en importaciones de productos y servicios argentinos?

Minerales, evidentemente, como el cobre; el agro y allí mucho más que la soja; en vinos, por ejemplo. Pero también en Oil & Gas. Otro gran sector de interés son las energías renovables. Allí hay un tremendo potencial para aprovechar. Sin olvidar, el turismo y la infraestructura, entre otros.

Estabilidad, pluralidad, libertad, Estado de Derecho son cuatro términos para los cuales Suiza es sinónimo. La Argentina busca desde hace años una salida para encaminarse de forma sustentable en esa dirección. ¿Qué experiencias en ese camino de Suiza puede aprovechar la Argentina para lograrlo esta vez?

Lo importante es entender que lo que funciona en Suiza no necesariamente tiene que funcionar en otra parte. Los casos de éxito no se pueden exportar (ríe). Siempre dependen y son producto de contextos o condicionamiento históricos.

“Los casos de éxito siempre dependen de contextos históricos.”

Por ejemplo, yo considero que la Argentina es un país más que plural. Simplemente porque es una nación que se generó en base a la inmigración de personas de todo el mundo. En sus principios, de países europeos; hoy, más de la región. Y esa pluralidad se refleja en la convivencia. El mejor ejemplo es para mí el barrio de Once. Lo viví en mi primera etapa aquí entre 2003 y 2007. En esos años estaba todavía muy presente el dolor por los atentados contra la AMIA. Y aún así, en Once, judíos, musulmanes, armenios, todos vivían en armonía y se apoyaban. En otros países eso puede ser muy distinto. Pero acá, a pesar de las tensiones que se vivan en el mundo, todos parecen saber convivir mucho más. Para mí, en lo social, la Argentina es un ejemplo de pluralidad.

En lo social sí. En lo político no parecería ser el caso, como lo mostraron los últimos tiempos.

Obviamente, me refiero sólo a las culturas y a lo social. Lo político, es otro tema, ya que la Argentina tendría hoy – más que nunca en la historia reciente- todo para volver a ser un país líder y próspero en y para el mundo.

Hans Ruedi-Bortis, Embjada de Suiza, Día Nacional de Suiza, 2024
Hans Ruedi-Bortis habla con motivo de la celebración del Día Nacional de Suiza. (Foto: Gentileza Embajada de Suiza).

¿En qué sentido y por qué ahora?

En recursos naturales, no hay nada que la Argentina no tenga. Energía, en todas sus formas. Minerales, en todas sus variedades. Y, además, algo que hoy es mucho más importante que nunca, porque es el futuro, que es el talento humano. Sin olvidar, el clima y la ubicación geográfica: el país tiene la suerte de no estar expuesto a desastres naturales como terremotos, costas bajas o similares como en otras partes del mundo. Ahora, por qué no logra aprovechar esas ventajas comparativas sigue siendo la gran pregunta.

Uno de las razones que se suelen mencionar hoy es por la gran injerencia del Estado. La administración pública se convirtió en un actor importante en la economía. ¿Cómo es la experiencia de Suiza en ese sentido?

Suiza es un país que entiende que el Estado tiene una función crucial, que debe ser su único foco de atención: velar y procurar garantizar un marco legal y socio-político en el cual se pueda desarrollar exitosamente la iniciativa privada. Esa es nuestra definición de estabilidad en Suiza. Dicho de otra forma: el rol del Estado se limita a generar y cuidar que haya siempre un marco de reglas claras. El Estado brinda los servicios básicos de una educación pública gratuita de buena calidad y de salud.

¿Interviene el Estado en ese marco?

No. El Estado no tiene mandato para intervenir en el libre juego de las partes. Sólo cuida y vela porque ese marco siga vigente y actualizado y que cada actor tenga las mismas oportunidades para desarrollarse en él y en libre y franca competencia.

*Lea la segunda parte, mañana en el Argentinisches Tageblatt

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