jueves, 9 de mayo de 2024

Buenos Aires / Berna (AT) – En la Argentina, la población atraviesa su segundo paro general en cinco meses. En Alemania y Francia, el arranque del año estuvo plagado por semanas en los cuales, los viajeros llevaban meses fastidiados por las constantes y reiteradas huelgas en ferrocarriles, aviones y también comercios minoristas. Mientras, en Suiza, los trenes circulan puntualmente, según lo previsto; los locales abren y cierran puntualmente – cada día. Las estadísticas muestran que en Suiza hay muchas menos huelgas que en otros países. ¿Es Suiza entonces un oasis del trabajo? Sin duda tiene que ver con el alto nivel de prosperidad que caracteriza al país helvético. Pero, no sólo eso.

En los países desarrollados, donde amplios sectores de la población pueden participar de la prosperidad, hay menos motivos para una medida de fuerza laboral por el simple hecho de que hay una mayor probabilidad para que las personas estén satisfechas con su situación material. Pero también es una realidad de que, al mismo tiempo, los empresarios están más dispuestos a hacer concesiones cuando la economía va bien.

En el caso de Suiza, sin embargo, hay una cultura de compromiso y comunicación constante entre empresarios y trabajadores que data desde una época en la que el país aún no había alcanzado una posición destacada entre los países más desarrollados. Fue esa experiencia que marcó al país.

Aprendizajes del último paro general

El último paro general que paralizó al país helvético se generó hace más de 100 años. Sucedió en noviembre de 1918. La Suiza moderna atravesaba su peor crisis política desde su fundación en 1848. Amplios sectores de la mano de obra habían caído en la penuria material durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial, mientras que muchos empresarios y la comunidad agrícola pudieron sacar provecho de la situación. El descontento popular creció, la izquierda política sacó su protesta a la calle y convocó a un paro general. Las clases medias, por su parte, estaban acosadas por el miedo a la revolución y temían una convulsión calcada de la Revolución de Octubre rusa. Cuando se llamó al ejército para defender el orden, se puso en marcha una peligrosa dinámica que llevó al país al borde de la guerra civil. Al final, el sentido común se impuso en ambos bandos. Se desconvoca la huelga y se atienden algunas reivindicaciones obreras.

Placa, Lenin, Suiza
Placa conmemorativa que recuerda que, antes de la Revolución de Octubre en Rusia (25 de octubre de 1917), Lenin vivió en Zúrich, en la Spiegelgasse 14.

A partir de la experiencia de este paro general, en Suiza, se fue tomando conciencia de que los conflictos entre sindicatos y empresarios se resuelven mejor en la mesa de negociaciones que mediante la acción sindical. A pesar de los diferentes intereses, las negociaciones se han llevado a cabo con respeto desde entonces, siempre a sabiendas de que las huelgas acaban perjudicando a la economía. Los acuerdos alcanzados se recogen en convenios colectivos sectoriales.

La falta de un “cultura del paro”

Parte fundamental de estos acuerdos es que no se permiten las huelgas hasta que el convenio colectivo haya expirado o se haya rescindido. Esto significa que más allá de que huelgas sean también en Suiza un derecho y constituyan así un recurso legítimo, estas se caracterizan por una moderación basada en la larga tradición de voluntad de compromiso que ha marcado la mentalidad de la gente. O dicho de otro modo: Suiza carece de una “cultura de paro” como tal. Mientras que en otros países se organizan huelgas de advertencia durante la negociación colectiva para presionar a la otra parte, en Suiza, las huelgas suelen ser el último recurso.

Eso no quiere decir que los conflictos laborales no lleguen a la calle. Uno de los ejemplos más recientes lo dejaron los trabajadores de la construcción en 2018, cuando protestaron por la renovación del convenio colectivo de trabajo y una jubilación a los 60 años. El centro del conflicto fue el cantón del Tesino. En octubre de ese año, más 3 000 trabajadores realizaron una huelga de 24 horas y otros 2 500 un paro de dos días en la ciudad de Ginebra. Pocos meses antes, 18 000 trabajadores de la construcción se habían manifestado en la ciudad de Zúrich para defender la jubilación a partir de los 60 años y contra las propuestas de las empresas para horarios de trabajo flexibles. Eso sí, la última medida de fuerza del mismo sector databa de 2002, casi 20 años antes. Otros conflictos se sucedieron en 2008 – Ferrocarriles Federales Suiza de Bellinzona- y en 2006, Swissmetall de Reconvilier.

En las empresas también se puede detener el trabajo (cada vez más en el sector de la construcción en particular). Sin embargo, la meta es reducir el tiempo de la medida de fuerza al máximo posible. Cabe recordar que la mitad de los empleados suizos trabajan en una empresa que ha firmado un convenio colectivo, pero sólo una pequeña proporción de ellos pertenece a un sindicato.

Un derecho constitucional

Desde 1999, el derecho de huelga está inscrito en la Constitución Federal, junto con el denominado paro patronal (la suspensión de la actividad como instrumento de presión del empleador en caso de huelga), siempre y cuando se limite a las las relaciones laborales. La Carga Magna helvética considera que la huelga es legítima solamente si no va en contra del empeño de preservar la paz laboral o de entablar conversaciones de conciliación.

Suiza, huelga, 1918
El 9 de noviembre de 1918, soldados y trabajadores se enfrentan en la Paradeplatz de Zurich. (Foto: Stadtarchiv Zurich / Wilhelm Gallas)

El derecho es ejercido en todos los senitdos como lo demostraorn varias veces las protestas masivas de mujeres, comparables al “Ni una menos” de la Argentina, pero con una causa completamente distinta. Las manifestantes protestaban contra las desigualdades salariales que siguen existiendo en Suiza entre hombres y mujeres (por igual trabajo). En cuanto a los derechos de la mujer, Suiza llegó tarde: no se concedió el derecho de voto a las mujeres hasta 1971, 24 años más tarde que en la Argentina.

Una clave del éxito económico

La paz social que ha caracterizado al país desde mediados del siglo XX se ha convertido en una ventaja clave de ubicación que ha contribuido significativamente al éxito económico de Suiza. Esto se debe a que las huelgas siempre van asociadas a costes que alguien tiene que sufragar. La estabilidad política y social, por otra parte, ofrece condiciones favorables para una economía próspera. Y para las empresas internacionales, el clima social es un criterio decisivo a la hora de tomar decisiones de inversión.

Gráfico, Suiza, Huelga, Participación

Las estadísticas confirman que el número de huelgas ha aumentado desde mediados de los años 90. “Desde hace 20 años, en Suiza observamos una reaparición de los conflictos sociales”, afirmaba en una entrevista a swissinfo.ch Vania Alleva, presidenta de Unia, el sindicato más grande del país con cerca de 200 000 afiliados. No obstante, el grado de conflictividad en las relaciones laborales no es igual en Suiza que en otros países. La paz social se basa en una relación de confianza entre grupos de interés. Es bien sabido que se tarda mucho tiempo en generar confianza, pero ésta puede destruirse muy rápidamente.

Roland Aegerter

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