La guerra en Ucrania y la reciente incursión de drones de Rusia en Polonia despertaron un nuevo interés por la seguridad privada en Alemania. La demanda de búnker privados creció un 50 por ciento en lo que va del año. El dato proviene de BSSD Defense, una de las principales firmas constructoras de refugios en el país. Según su director técnico, Mario Peide, el fenómeno es inédito en las últimas décadas. “La gente entendió que Putin va en serio. No solo llaman familias, también compañías que quieren espacios seguros para sus empleados dentro de sus predios”, explicó el empresario.
Los recientes episodios ocurridos en Polonia, donde drones rusos irrumpieron en el espacio aéreo y obligaron a la acción inmediata de cazas aliados, sirvieron como recordatorio de que la amenaza se extiende más allá de Ucrania. Ese temor reavivó un negocio que hasta hace poco parecía limitado a círculos reducidos.
Un mercado en expansión rápida
El interés por estos refugios creció con fuerza desde enero. Peide afirmó que diez por ciento de las construcciones nuevas ya incluyen un bunker en sus planos. Antes, era un agregado excepcional; hoy, se convierte en un punto de venta. En ciudades como Múnich, los pedidos se dispararon después de la violación del espacio aéreo polaco.

El costo de un refugio privado varía según el tamaño y el equipamiento. Actualmente, el rango se ubica entre EUR 30.000 y EUR 50.000. Estos montos no impiden que la demanda siga en alza. Para muchos clientes, se trata de una inversión vinculada directamente con la tranquilidad personal y familiar.
Los constructores describen consultas de todo tipo. Familias de clase media que buscan un espacio reducido bajo su casa. Empresas que proyectan estructuras amplias para varias decenas de trabajadores. Incluso, hay proyectos pensados para comunidades completas en zonas rurales.
La sensación de inseguridad cambió la forma en que los alemanes piensan su vivienda. Ya no alcanza con una alarma o cámaras de vigilancia. La idea de contar con un espacio capaz de resistir un ataque aéreo volvió a instalarse en la conversación cotidiana.
Lo que ocurrió en Polonia
El punto de quiebre se dio entre el 9 y el 10 de septiembre, cuando Rusia lanzó un ataque masivo sobre Ucrania. Durante esa ofensiva, varios drones tipo Shahed ingresaron en el espacio aéreo de Polonia. La defensa polaca, junto con cazas aliados, logró derribar algunos de ellos.

En la región de Lublin, un misil lanzado desde un F-16 habría impactado en una vivienda privada, según medios locales. Aunque la investigación todavía sigue, el episodio confirmó el riesgo de daños colaterales.
De acuerdo con informes posteriores, se localizaron restos de 16 drones cerca de la frontera con Ucrania. Varios de ellos cayeron por falta de combustible. En total, el primer ministro polaco, Donald Tusk, informó que se detectaron 19 aparatos. Sin embargo, solo cuatro fueron destruidos en vuelo.
El hecho reforzó la percepción de que el conflicto puede desbordar las fronteras ucranianas. Y esa percepción impactó de lleno en la población alemana, que sigue con atención cada movimiento del Kremlin.
Un clima social marcado por la incertidumbre
Las encuestas más recientes muestran un aumento de la preocupación en la sociedad alemana frente a las decisiones de Moscú. Los medios toman testimonios de vecinos que dicen no confiar en que la guerra se limite a Ucrania.

Peide lo resume en una frase: “La gente se dio cuenta de que esto no es un juego”. Para muchos, un bunker ya no representa un lujo excéntrico, sino una necesidad concreta.
El negocio también genera debate político. Algunos legisladores sostienen que la prioridad debería ser fortalecer las infraestructuras públicas de protección civil, en lugar de depender de soluciones privadas. Sin embargo, la construcción de refugios familiares sigue avanzando sin trabas.
El interés por la protección física contrasta con la historia reciente del país. Durante décadas, la idea de bunkers quedó asociada a la Segunda Guerra Mundial y al miedo de la Guerra Fría. Hoy, esa imagen regresa, pero con un contexto distinto. No se habla de un conflicto nuclear, sino de la posibilidad real de ataques con drones o misiles de corto alcance.
En Alemania, la palabra “seguridad” cambió de significado en pocos meses. El ataque en Polonia actuó como catalizador. Y aunque muchos esperan que la situación no se agrave, la inversión en refugios indica que los ciudadanos prefieren prevenir antes que confiar en que la tensión se resuelva sola.
Es decir que la demanda de bunkers en Alemania refleja un cambio profundo en la vida cotidiana. No es solo un negocio en auge. Es la expresión de un país que, mirando hacia el este, prefiere prepararse para lo peor.



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