Buenos Aires (AT) – Mientras los políticos y periodistas de toda Europa reaccionaban a los resultados del AfD en las elecciones estatales de Alemania en Sajonia y Turingia, muchos otros dirigieron sus miradas a una noticia de Euronews de 2022: “La ex canciller de Alemania, Angela Merkel, fue elogiada por su ‘gran valor moral y político’ al apoyar a los solicitantes de asilo. La mujer de 68 años recibió elogios al ser galardonada con el Premio Nansen de la agencia de refugiados de la ONU (ACNUR) el martes. Durante el mandato de Merkel, Alemania recibió a más de 1.2 millones de refugiados y solicitantes de asilo en el apogeo de la crisis migratoria de 2015-2016. En ese momento, Merkel dijo que la afluencia fue ‘una prueba para nuestros valores europeos como pocas veces antes’, señalando ‘un imperativo humanitario’.”
Según consigna el medio irlandés Gript, en Irlanda existe una tendencia peculiar a enorgullecerse de rasgos que, en términos generales, son universales. “Los irlandeses son muy cálidas”, se suele decir. “Estamos a favor de la inmigración, recibimos a los migrantes y extendiendo lo mejor de nosotros mismos a las personas que vienen aquí y hacen una contribución positiva a la sociedad irlandesa trabajando duro y pagando sus impuestos.”
La visión idealista de la inmigración
Pero lo cierto es que, como se menciona en Gript, ninguna sociedad en el mundo occidental se considera conscientemente como insular, xenófoba e intolerante con los extranjeros. Imaginarse a uno mismo como acogedor y generoso es una forma de autoelogio que pone a uno en el papel de salvador y benefactor.
Por eso, tanto en Alemania como en Irlanda, la gran apertura de la canciller Angela Merkel en 2015 fue recibida inicialmente con entusiasmo. Los alemanes incluso tenían su propio nombre para ello: “Wilkommenskultur”, que significa “cultura de bienvenida”. Esta idea se popularizó y hasta los austriacos votaron “Wilkommenskultur” como su “palabra del año” en 2015.
El mundo miraba con admiración el gesto de Merkel. El New York Times, uno de los medios más influyentes a nivel global, destacó cómo este movimiento estaba rediseñando la imagen de Alemania. En septiembre de 2015, la periodista Katrinn Benhold publicaba: “Mientras Alemania recibe a refugiados, también rehabilita su imagen”. Estas palabras recogían el sentir de un país que veía en la inmigración una oportunidad para demostrar su humanidad, alejándose de su pasado oscuro.
El giro inesperado
Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente en los últimos años. Nueve años después de la histórica decisión de Merkel, el paisaje político y social en Alemania ha sufrido una transformación. La emoción inicial dio paso a preocupaciones profundas. Aunque el AfD es el rostro visible de la extrema derecha, el cambio no se limitó a este partido. El CDU, el mismo partido de Merkel, adoptó una postura más dura en cuanto a la inmigración.
El líder de la oposición, Friedrich Merz, solicitó el cumplimiento riguroso del Reglamento de Dublín y hasta ha sugerido declarar un estado de emergencia nacional si estas medidas no pueden implementarse. Su propuesta surge tras incidentes violentos vinculados a inmigrantes, lo que puso la política migratoria en el centro del debate. En solo nueve años, el CDU pasó de ser un bastión de la apertura a proponer medidas drásticas para limitar la inmigración.
¿Qué se puede aprender de la experiencia alemana?
Este giro en Alemania plantea una pregunta crucial para otros países que, como Irlanda, están experimentando su propia ola de inmigración. Al igual que los alemanes, los irlandeses abrazaron inicialmente la inmigración con entusiasmo. Un gobierno de centro-derecha liderado por Fine Gael, similar al CDU alemán, abrió las puertas a una gran cantidad de inmigrantes a partir de 2019. Inicialmente, esta afluencia fue vista como una oportunidad para revitalizar la sociedad y la economía, pero, al igual que en Alemania, la preocupación no tardó en emerger.
El fenómeno de la inmigración a gran escala en Irlanda sigue una curva similar a la de Alemania, aunque con un retraso de unos cinco años. En 2023, el debate sobre la inmigración se ha convertido en un tema central en la política irlandesa, y ya hay indicios de una rebelión electoral de extrema derecha. Los paralelismos con Alemania son innegables, y el ejemplo alemán podría ofrecer una advertencia sobre el camino que podría tomar Irlanda en los próximos años.
Los políticos y líderes de opinión en Irlanda tienen ante sí un claro ejemplo de lo que podría suceder si no se realiza una corrección de rumbo. Si no se gestionan adecuadamente las tensiones en torno a la inmigración, Irlanda podría enfrentarse a una crisis política y social similar a la que vive Alemania hoy en día.
El futuro de la inmigración en Europa
A medida que la política migratoria en Europa sigue evolucionando, es evidente que la experiencia alemana ofrece lecciones valiosas para otros países. La “Wilkommenskultur” fue una noble intención que, en última instancia, no ha podido sostenerse frente a las realidades y desafíos que la inmigración masiva puede traer consigo. Sin embargo, no se trata solo de Alemania o Irlanda. Países como Francia, Italia y el Reino Unido también están enfrentando tensiones similares. El resurgimiento de partidos de extrema derecha en toda Europa es una señal de que el descontento con las políticas migratorias está lejos de ser un fenómeno aislado.
En definitiva, aunque el céad míle fáilte es un símbolo poderoso de la hospitalidad irlandesa, no es muy diferente de la Wilkommenskultur alemana. Ambos representan la esperanza de un futuro mejor, pero también contienen las semillas de desafíos que, si no se manejan con cuidado, pueden llevar a un resultado mucho menos deseable.
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