En Suiza, la imagen de un búnker escondido bajo una casa, una oficina o una cochera nunca provoca una gran sorpresa. Forma parte de un entramado construido a lo largo de décadas. Sin embargo, el país vive ahora una etapa distinta. La red de refugios, una de las más amplias del mundo, volvió a ocupar un lugar central en la política de defensa civil. El Estado impulsa una renovación profunda después de años en los que la percepción de riesgo parecía lejana.
Estructuras que surgieron como respuesta a la Segunda Guerra Mundial, a la Guerra Fría y a cada tensión regional europea reaparecen ahora en medio de un contexto marcado por conflictos cercanos, incertidumbres geopolíticas y nuevas preocupaciones sociales. En Suiza, la preparación nunca fue tema menor. Pero hoy adquiere otra dimensión.
El país mantiene un sistema que garantiza un lugar protegido para cada habitante. Son cerca de 370.000 refugios repartidos entre construcciones privadas y espacios públicos. La mayoría de los ciudadanos vive en edificios que incluyen su propio búnker. La idea de que todos cuenten con un sitio asignado está tan arraigada como su neutralidad histórica.
Las obligaciones legales datan de 1963. Desde entonces, los propietarios de viviendas deben construir y equipar refugios según normas estrictas. En caso de no hacerlo, deben pagar un aporte especial para financiar instalaciones públicas. Cada uno de estos espacios tiene que soportar presiones enormes, posibles derrumbes, impactos de armas convencionales y filtración de sustancias nucleares, biológicas o químicas.
Un sistema masivo que entra en etapa de modernización
La infraestructura suiza se mantiene, en general, en buen estado. Pero parte de ese entramado enfrenta desgaste. Muchos refugios tienen entre 50 y 60 años. Otros funcionan hoy como depósitos improvisados, bodegas o trasteros, aunque su estructura no puede modificarse. La ley exige que, ante una emergencia, puedan volver a su uso original en un plazo breve.
En ese contexto, el gobierno decidió avanzar con un plan profundo. Un programa nacional prevé modernizar 200 refugios grandes en los próximos 15 años, con un presupuesto equivalente a unos EUR 255 millones, según las estimaciones oficiales. Se trata de adaptar instalaciones, actualizar sistemas eléctricos, reemplazar filtros, reforzar puertas y revisar accesos.
Además, existe un fondo adicional para renovar sistemas de ventilación y filtrado de miles de refugios cuyo ciclo técnico llegó al límite. El monto supera los EUR 1.100 millones. Las autoridades remarcan que el objetivo no es militarizar la vida cotidiana, sino garantizar protección pública en un escenario con riesgos diversos.
“Es una inversión en seguridad, no un anuncio de guerra”, repiten desde Protección Civil. La frase funciona como mensaje interno y externo. Suiza mantuvo neutralidad durante más de dos siglos, pero la invasión rusa a Ucrania alteró la percepción de estabilidad en Europa. También influyó en el comportamiento social.
Desde 2022, aumentaron las consultas, los pedidos de inspección y las solicitudes para reacondicionar búnkeres construidos entre los años 60 y 80. Empresas especializadas en refugios privados reconocen que reciben más llamados que antes. El interés resurgió y se mantiene.
Cultura de defensa civil y dudas sobre su eficacia actual
La historia suiza ayuda a comprender la dimensión del fenómeno. El país quedó rodeado por potencias en conflicto durante la Segunda Guerra Mundial. Durante la Guerra Fría, reforzó cada valle y cada montaña con la idea del “reducto nacional”: proteger a la población dentro del territorio alpino ante cualquier invasión. La red actual es heredera directa de esa estrategia.
Las autoridades sostienen que el sistema sigue siendo útil. Los refugios soportan presiones enormes y ofrecen protección real frente a agentes químicos y biológicos. Su estructura de hormigón, las compuertas reforzadas y los filtros internos responden a normas estrictas.
Aun así, surgen dudas. Algunos habitantes creen que un ataque moderno podría superar esa capacidad. Otros opinan que la inversión vale la pena aunque nunca se use. “Es bueno estar preparados”, resume un vecino de Basilea. Esa frase se repite entre ciudadanos jóvenes y mayores.
En paralelo, muchos desconocen cuál es su búnker asignado. Protección Civil sostiene que esa información solo debe comunicarse bajo orden oficial, para evitar confusiones entre mudanzas o cambios de domicilio. La lógica suiza pone el énfasis en la organización, no en la ansiedad previa.
Un país neutral que observa un continente en tensión
El interés actual también se vincula con un cambio político. Suiza adoptó sanciones de la Unión Europea contra Rusia, algo impensado años atrás. Fue un giro fuerte en su postura tradicional y dejó huella en la sociedad. La neutralidad sigue vigente, pero aparece tensionada por un entorno europeo menos estable.
Analistas locales recuerdan que Suiza siempre estuvo “encerrada” entre conflictos ajenos. Francia, Prusia, Alemania, el Imperio Austrohúngaro o Rusia influyeron directa o indirectamente en su historia. La paz posterior a la Guerra Fría pareció consolidar una isla estable en el centro del continente, pero esa sensación se diluyó.
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