Buenos Aires (AT) – Durante décadas, las empresas estadounidenses como McDonald’s o Coca-Cola gozaron de una posición dominante en Alemania, especialmente en las regiones occidentales, bajo control de los Aliados luego de la Segunda Guerra Mundial. Los productos estadounidenses eran símbolo de modernidad y prestigio. Incluso los cigarrillos de EE. UU. se comerciaban en el mercado negro como si fueran una moneda alternativa.
La fama de figuras deportivas también fortaleció la conexión transatlántica. Max Schmeling, ex campeón mundial de boxeo, representó a Coca-Cola en Alemania tras su retiro, para de esa forma fortalecer la imagen estadounidense. Décadas después, Henry Maske, campeón de boxeo de Alemania del Este, administró franquicias de McDonald’s en Colonia y Leverkusen.
Hoy, la situación cambió. La percepción de EE. UU. en Alemania se vio afectada por factores políticos y sociales, que generaron desconfianza hacia marcas históricamente sólidas. Esto obliga a algunas empresas estadounidenses a replantear su estrategia de comunicación, enfatizando la producción local y el origen alemán de sus productos.
McDonald’s y el desafío de reconectar con el consumidor alemán

McDonald’s, la mayor cadena de comida rápida en Alemania, busca suavizar la percepción negativa resaltando su vínculo con la economía del país. La empresa declaró que se considera “un socio de larga data de la agricultura alemana” y un componente confiable en la vida cotidiana de muchas personas.
Según McDonald’s, 65% de sus materias primas provienen de Alemania, incluyendo carne de cerdo y vacuna, huevos, crema y pepinos; todos de origen local. La cadena subraya que esta estrategia no es nueva, pero refleja una tendencia más amplia de adaptar la imagen corporativa a mercados específicos. Este enfoque se percibe como una manera de evitar el rechazo del consumidor ante posibles polémicas internacionales vinculadas a Estados Unidos.
Tesla y los efectos de la política sobre la marca
Tesla muestra con claridad cómo la percepción política puede afectar las ventas. Las declaraciones y apoyos financieros del CEO Elon Musk a Donald Trump lo convirtieron en una figura polarizante. En Alemania, esto tuvo consecuencias: Tesla ya no figura entre los diez vehículos eléctricos más vendidos, reflejando la fuerza del sentimiento del consumidor.
El fenómeno no se limita a Alemania. En Canadá, crece el interés por productos locales, promoviendo etiquetas como “Made in Canada” y “Prepared in Canada” para orientar la elección de los consumidores. Heinz, por ejemplo, destaca que su ketchup se produce con tomates canadienses y que su manteca de maní proviene de cacahuetes procesados en el país. En Dinamarca, algunos comercios marcaron alternativas europeas a productos estadounidenses con estrellas negras en los precios, después de que Trump anunciara la intención de comprar Groenlandia. Carlsberg, que embotella Coca-Cola en Dinamarca, registró caídas de ventas atribuibles a boicots de consumidores.

Coca-Cola y la apuesta por Alemania
Coca-Cola es la marca estadounidense que más visible se muestra en su intento de desvincularse de la política estadounidense. La empresa lanzó en Alemania la campaña “Made in Germany”, que destaca empleados como Daniel, Heike, Jana, Jessy y Muhammed bajo el lema “Made by [nombre del empleado]. Made in Germany”.
La firma explica que busca demostrar sus raíces profundas en Alemania, país donde opera desde hace casi 100 años. Además, muchos consumidores desconocen que la mayoría de Coca-Cola se embotella localmente, lo que refuerza la estrategia de enfatizar el origen alemán frente a la asociación con EE. UU.
Esta tendencia refleja un cambio más amplio: las marcas estadounidenses buscan mantener su reputación internacional en un entorno en el que la política y la opinión pública influyen directamente sobre la confianza del consumidor. El mercado alemán, el mayor de Europa, se vuelve un laboratorio para probar estrategias que combinan identidad local con la herencia de marcas globales.
Fuente: DW



Hacé tu comentario