Por
Maja Dimitroff*
Berlín (AT) – Para muchas personas, el 3 de octubre sigue estando asociado a experiencias muy personales. Yo tenía siete años cuando cayó el Muro. Poco más de cuatro décadas más tarde he vuelto a plantearme la reunificación. Los disparadores fueron las miradas que me exigieron dos amigos argentinos. La primera vez fue en un viaje al Spreewald. El destino: Lübbenau, considerado un polo turístico, ya en tiempos de la RDA. Pintoresco y encantador, el tiempo parece haberse detenido en este pueblo de 16.000 habitantes. Al llegar, mi acompañante, Basilio G. me sorprendió con el comentario: “Acá puedo casi sentir el Este”. ¿Será porque estamos en el campo, lejos de la gran ciudad?, me pregunté.
La otra ocasión fue cuando me encontré con Alex B., otro amigo de origen argentino en el centro de Berlín. El lugar: la pared de la Eastside Gallery, un lugar que con sus colores y grafitis recuerda escenas de la división de la ciudad. Esta vez, me vino a la mente mi estadía como agregada cultural de la Embajada de Alemania en Buenos Aires donde organicé el certamen de grafitis «30 años de la caída del Muro de Berlín – 30 años de fronteras mentales» en colaboración con la Zentralstelle für das Auslandsschulwesen (ZfA), la agencia alemana que gestiona los colegios alemanes en el extranjero. Y, como aquella vez, volví a recordar por qué la caída del muro tuvo un impacto tan profundo en la vida de las personas, especialmente para las de la RDA.
En mi caso, sin la caída del Muro, nunca hubiese conocido la Argentina, ni hubiese disfrutado de libertades que mi madre no tuvo como ciudadana de la RDA; por ejemplo, poder seguir su pasión, Veterinaria.
Sensaciones encontradas
No sería sincera si no admitiera que me entristece un poco que el país que figura en mi partida de nacimiento ya no exista más. Aún hoy siento la distancia que hay entre las personas de uno y otro lado del antiguo muro, sobre todo en lo que respecta a los valores y la interacción personal. Es algo difícil de entender para las generaciones que nacieron tras la reunificación.
El Este tuvo que lidiar durante años con las consecuencias que dejó el tránsito de una economía centralizada a una de mercado. A pesar de los considerables programas de apoyo, las disparidades económicas perduran. Algunos ejemplos: si bien las pensiones se igualaron, los salarios siguen mostrando diferencias importantes. El desempleo juvenil en el Este supera varias veces el promedio nacional. El resultado: muchas personas se sienten “dejadas atrás”.
Lo pude comprobar en una charla de café hace unas semanas con nuestro pasante Finlay K., de 20 años. Según me contó, varios “Wessis” de mayor edad con los que ha bía conversado siguen quejándose de los “Ossis“. El relato del joven me movilizó y recordó, entre otros, los relatos de mi madre sobre la traumática venta de las empresas de la RDA por parte de la Treuhandgesellschaft.
La Treuhandanstalt era la entidad encargada por el Parlamento alemán de gestionar el traspaso del aparato productivo de Alemania Oriental al sector privado. Operativa entre 1990 y 1994, supervisó y dirigió la privatización, reestructuración o clausura de las empresas públicas de la extinta RDA durante la transición de la economía socialista a la de libre mercado occidental. En su transcurso, no pocas empresas fueron “vendidas” por un marco a sus nuevos dueños que, en muchos casos, dejaron a sus empleados en la calle de un día para el otro.
La historia vivida
Cada generación vive la historia de forma diferente y, por tanto, tiene su propia perspectiva de esa historia. La reunificación no es la excepción: la experiencia personal nos crea una visión propia de nuestro devenir que pocas veces coincide con los libros de texto. Ossis y Wessis mantienen hasta hoy esa mirada propia de los últimos 35 años. Justamente por eso, la reunificación -con sus luces y sus sombras- hace hoy al corazón de nuestra sociedad. Cabe recordar que la reunificación nos ha permitido eliminar los problemas de una economía centralizada y que el Este desarrollara su verdadero potencial.
Mi experiencia personal es que el proceso político de reunificación tiende a ser una “historia aceptada”. Sin embargo, nunca deberíamos olvidar que la historia se manifiesta de forma diferente en cada individuo; sobre todo en sus valores. Todavía hoy existen demasiados prejuicios que separan «Ossis» de «Wessis». Hasta yo me pregunto: ¿seré más Ossi o más Wessi? En sentido estricto, soy un poco de ambos. Por tanto, si la reunificación se logró es una pregunta que cada cual, pero también cada generación, volverá a responder de forma propia.
*Maja Dimitroff, es licenciada en Ciencias Regionales de América Latina; trabajó en 2019-2020 como Encargada de Asuntos Culturales en la Embajada de Alemania en Buenos Aires, desarrolló proyectos culturales y de investigación sobre la reunificación. Desde entonces, colabora con el Argentinisches Tageblatt. Hoy, trabaja en el Bundestag, en Berlín, con foco en Derechos Humanos.
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