Buenos Aires (AT) – En Alemania, una tradición anual pone en evidencia las palabras o expresiones que más controversia generaron en el debate público. Este ejercicio lingüístico no es solo un análisis de vocabulario, sino un llamado de atención sobre el impacto del lenguaje en la sociedad.
Desde términos despectivos hasta frases que trivializan problemas graves, el medio DW eligió los motivos para concienciar sobre cómo ciertas palabras pueden influir en percepciones colectivas.
Remigración: el término elegido en 2023
En 2023, el jurado seleccionó “remigración” como la anti-palabra del año. Este término, promovido por sectores de extrema derecha, se utiliza como un lema que exige la deportación masiva de personas con antecedentes migratorios. Según los expertos consultados por DW, “remigración” refleja un discurso xenófobo y discriminatorio, camuflado bajo un lenguaje aparentemente neutral.
La elección del término coincide con informes recientes que revelaron discusiones en círculos de la extrema derecha sobre un plan detallado de remigración en una reunión secreta realizada en Potsdam. Estas revelaciones no solo desataron críticas en Alemania, sino también en otras partes de Europa, donde movimientos similares están ganando terreno.
Protestas, ecología y la criminalización del activismo
En 2022, los activistas climáticos capturaron titulares globales con tácticas llamativas, como bloquear vías públicas y lanzar sopa a obras de arte emblemáticas. Aunque estas acciones buscaban generar consciencia sobre el cambio climático, ciertos sectores políticos reaccionaron etiquetándolos como “terroristas climáticos”.
El término, utilizado por líderes conservadores y críticos del movimiento, fue considerado inapropiado por el jurado de especialistas. Argumentaron que equiparar protestas pacíficas con actos de terrorismo genera confusión y desinforma a la ciudadanía. Esta práctica lingüística, que criminaliza la disidencia, también fue objeto de análisis en otros países, reflejando una tendencia preocupante en la narrativa sobre el activismo ambiental.
Otro término polémico relacionado con la migración y seleccionado en años anteriores es “pushback”, que describe las acciones para expulsar a migrantes y refugiados inmediatamente después de cruzar una frontera, sin permitirles solicitar asilo. Dichas prácticas, que violan leyes internacionales y de la Unión Europea, fueron legalizadas en Polonia en 2021. La elección de esta palabra buscó llamar la atención sobre las consecuencias humanas de estas políticas y cómo el lenguaje contribuye a normalizarlas.
Críticas al discurso político y social
La pandemia también dejó su huella en las anti-palabras del año. En 2020, expresiones como “dictadura del coronavirus” surgieron en protestas contra las restricciones sanitarias. Esta frase compara las medidas para controlar el virus con sistemas totalitarios, trivializando el sufrimiento de personas que han vivido bajo dictaduras reales.
En el ámbito europeo, otro término seleccionado fue “patrocinios de retorno”, utilizado para referirse a un programa de la Unión Europea diseñado para que algunos países eviten asumir responsabilidades en la acogida de migrantes. La crítica del jurado se centró en cómo esta expresión enmascara políticas que deshumanizan a quienes buscan refugio.
Retrocediendo al 2019, el término “histeria climática” surgió durante los devastadores incendios forestales en Australia. Aquellos que llamaban la atención sobre el impacto del cambio climático fueron acusados de exagerar. El calificativo no solo desacreditó la preocupación legítima por el medio ambiente, sino que también reflejó la resistencia de ciertos sectores a aceptar la evidencia científica.
La memoria histórica y el impacto del lenguaje
No todas las anti-palabras seleccionadas en años anteriores están relacionadas con temas actuales; algunas traen a la memoria eventos históricos. En 2011, el término “asesinatos Döner” fue elegido tras descubrirse una serie de crímenes contra personas de origen turco y griego en Alemania. El calificativo, utilizado ampliamente en los medios, redujo estos asesinatos a un estereotipo gastronómico, trivializando la gravedad de los actos y perpetuando una narrativa racista.
Otro ejemplo destacado es “Volksverräter” o “traidor a la nación”, seleccionado en 2016. Aunque tiene raíces históricas en el siglo XIX, fue empleado durante la era nazi y resurgió en los discursos de extrema derecha. Su uso fomenta la polarización política al deslegitimar cualquier crítica como un acto de traición.
Más atrás, durante la crisis financiera de 2007-2008, el término “bancos en apuros” apareció en el discurso público. La expresión presentó a las instituciones bancarias como víctimas, ignorando que sus prácticas irresponsables provocaron el colapso económico y los rescates financieros financiados con dinero público.
El ejercicio anual de seleccionar una anti-palabra busca algo más que señalar errores lingüísticos. Es una invitación a reflexionar sobre cómo el lenguaje puede reforzar prejuicios, trivializar sufrimientos o distorsionar la realidad. Cada término elegido tiene una historia que conecta el contexto político, social y cultural del momento, mostrando cómo las palabras no solo describen el mundo, sino que también lo moldean.
En un mundo donde las narrativas se construyen rápidamente y las palabras viajan con más velocidad que nunca, iniciativas como esta recuerdan que la responsabilidad lingüística es esencial para fomentar una sociedad más inclusiva y consciente.
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