Buenos Aires (AT) – En una fría mañana porteña, en su despacho del piso 12 de la Embajada de Suiza sobre la Avenida Santa Fe, el embajador Hans-Ruedi Bortis recibió al Argentinisches Tageblatt. A pocos días del 1° de agosto, fecha patria suiza, habló sobre los festejos, el balance de su gestión en Buenos Aires y el estado actual de las relaciones bilaterales entre Suiza y la Argentina.
También conversamos sobre sus actividades previas a su vida diplomática y descubrimos que el embajador Bortis fue testigo en primera persona de algunos de los acontecimientos más importantes de finales del siglo XX tanto en la Argentina y como en Europa.
Argentinisches Tageblatt: Embajador, muchísimas gracias por recibirnos. Es un placer compartir con usted un nuevo aniversario de la fecha patria suiza. Primero quería preguntarle: ¿qué significa para usted esta fecha y cómo la vive, teniendo en cuenta que, por su labor diplomática, seguramente la ha celebrado más veces fuera de Suiza que dentro?
Embajador Bortis: Sí, es correcto. Me fui de Suiza cuando no tenía ni 20 años. Ya pasaron prácticamente 45 años, con solo dos o tres interrupciones en las que estuve en Suiza. Celebré unas 35 Fiestas Nacionales fuera del país. Es una fecha que conmemora el pacto de independencia entre los tres cantones suizos: Uri, Schwyz y Unterwalden, en el año 1291, una alianza en contra del dominio de los Habsburgo, que controlaban esa zona hace más de 700 años.
—¿Qué sigue significando para usted esta fecha a nivel personal?
—La Fiesta Nacional es muy importante. Es un momento para sentirse orgulloso de ser suizo, de pertenecer a este país. También sirve para reflexionar sobre lo logrado desde la creación del Estado Federal moderno en 1848. Suiza cuenta con un modelo político muy estable. El gobierno está compuesto por un colegio de siete consejeros federales que representan a los cuatro principales partidos del país, lo que les otorga legitimidad democrática al reunir el apoyo de entre el 70% y 80% del electorado. En Suiza no existe la oposición tal como se la entiende habitualmente: está integrada al gobierno. Es lo que llamamos una “democracia de concordancia”, donde se busca siempre el consenso.
Esa estabilidad también se ve en los valores suizos: el trabajo, la puntualidad, la seriedad y la solidaridad. Nuestra política exterior está marcada por la neutralidad, la disponibilidad y la universalidad. Suiza no tiene materias primas (excepto agua), por lo que necesita del comercio con el mundo para importar recursos y luego generar productos de alta calidad y tecnología para exportar. Así se sostiene una economía abierta, competitiva e innovadora.

Los festejos en la Argentina
—¿Qué actividades están preparando este año en la Argentina para conmemorar el 1° de agosto?
—Por un lado, las cerca de 40 asociaciones suizas que existen en diversas regiones del país celebrarán la fecha en sus respectivas comunidades. Nosotros, desde la Embajada, organizamos una recepción oficial el mismo 1° de agosto en el Palacio San Miguel, ya que la residencia no tiene capacidad para las 500 personas invitadas. Asistirán representantes del mundo político, económico, social, judicial, diplomático y de la colectividad suiza. La Junta Directiva de la FASRA (Federación de Asociaciones Suizas en la República Argentina) también participará, junto con representantes de muchas de esas asociaciones.
—¿Algunas personas del interior se acercan a Buenos Aires para participar?
—Sí, aunque en general las asociaciones realizan sus festejos los sábados, que es cuando más gente puede asistir. Esta vez el 1° de agosto cae viernes, así que algunos presidentes o representantes viajarán, pero no toda la gente. De todas formas, la federación que nuclea a las asociaciones estará representada en la recepción.
Presencia histórica en Argentina
—Este año la comunidad alemana celebra 200 años de inmigración en Argentina. ¿Qué puede contarnos sobre los primeros suizos en el país?
—Se dice que ya en 1810, en los primeros registros del surgimiento de la Argentina, había presencia suiza. En 1834 se estableció el primer consulado comercial suizo ad honorem, lo cual es anterior incluso a la creación del Estado Federal Suizo moderno. Por eso, en 2034 celebraremos los 200 años de relaciones institucionales entre Suiza y Argentina.

Relaciones bilaterales en el nuevo contexto argentino
—¿Qué balance hace del vínculo bilateral en este último año, considerando que usted ya vivió una primera etapa y ahora regresó en un nuevo contexto?
—Sí, en mi primera etapa, entre 2003 y 2007, viví un momento próspero para la Argentina. El país venía de superar la crisis de la salida del 1 a 1 y crecía con fuerza. En cambio, ahora encontramos un cambio de sistema. En diciembre de 2023, el país atravesaba una situación económica y social muy delicada. El presidente Milei asumió con una visión clara: no se puede gastar más de lo que se recauda. En Suiza tenemos una política similar, de freno al gasto público.
Fue importante el combate a la inflación y el objetivo de equilibrar las cuentas fiscales. El núcleo de cualquier economía son las pequeñas y medianas empresas, y para que puedan crecer necesitan acceso al crédito. Vemos una intención de ordenar las finanzas públicas para volver a generar confianza.
En lo bilateral, hubo una dinámica muy activa. El presidente Milei viajó tres veces a Suiza: dos veces a Davos y una vez por un foro sobre paz en Ucrania. La canciller Mondino también visitó Suiza en 2024. Y recientemente nos visitó el vicepresidente de Suiza y ministro de Economía, el Consejero Federal Guy Parmelin, en el marco de la cumbre del Mercosur, donde se anunció la finalización de las negociaciones por el acuerdo de libre comercio entre Mercosur y la EFTA (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein).

Empresas, inversiones y expectativas
—¿Cómo ve el clima de inversión suiza en Argentina?
—Hay avances importantes. Contamos con acuerdos de protección mutua de inversiones, para evitar la doble tributación y facilitar el intercambio tributario. También firmamos convenios de servicios aéreos y seguridad social. El acuerdo Mercosur–EFTA amplía el marco jurídico para facilitar inversiones. Aún falta la firma y la posterior ratificación en cada país, pero la finalización de las negociaciones ya es un paso significativo.
Hay herramientas como el régimen de incentivos para grandes inversiones (RIGI), que pueden atraer a empresas suizas, en sectores como energía y minería. Hay más de 70 empresas suizas activas en Argentina y algunas están presentes hace más de 100 años. Se observa una actitud positiva, aunque cautelosa. El resultado de las elecciones legislativas de octubre también influirá en la previsibilidad y estabilidad política.
La experiencia en la Guardia Suiza Pontificia
—Lo saco un poco de la coyuntura y lo llevo a su historia personal. ¿Cómo fue la experiencia de pertenecer a la Guardia Suiza Pontificia?
—Después de hacer el colegio y el servicio militar, siempre quise salir de mi pueblo y conocer el mundo. Italia, con su energía y vitalidad, me resultaba fascinante, además de que mi madre era muy creyente. Quise conocer el corazón de la Iglesia Católica: el Vaticano. Entré como guardia suizo y me quedé diez años. Fue un privilegio servir al Papa Juan Pablo II, un líder extraordinario.
Mi tarea era acompañar las visitas con el Papa, por lo que pude verlo de cerca todos los días. Fui testigo directo de la influencia del Vaticano en procesos históricos como la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, hechos que ocurrieron sin derramamiento de sangre y en los que el Papa jugó un rol central. Fue una experiencia única e inolvidable, con un impacto cultural, humanitario, político y espiritual muy profundo.
El Papa Juan Pablo II y la Argentina
— En Argentina, el Papa Juan Pablo II es muy recordado y querido, ya que, a diferencia del Papa Francisco, visitó el país en dos ocasiones y, sobre todo, porque fue clave en la mediación del conflicto del Canal de Beagle. ¿Qué recuerda de aquellos días?
—Estuve presente en octubre de 1984 en la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile, en el Vaticano. Fui parte de la Guardia Suiza en ese momento y pude presenciar ese acto histórico. También seguí de cerca la política argentina desde la guerra de Malvinas, y las dos visitas del Papa en 1982 y 1987.
—Desde su primera etapa en Argentina, usted destacó, en más de una ocasión la convivencia religiosa en el Barrio de Once. ¿Cree que eso cambió después del 7 de octubre?
— Bueno, claro, eso es porque en Suiza la única guerra civil verdadera que tuvimos fue justamente por motivos religiosos: de un lado los cantones conservadores católicos, contra los cantones liberales protestantes. Finalmente, se logró una solución federal que dio lugar al Estado moderno en 1848. Cuando los inmigrantes suizos llegaron a Argentina, vinieron católicos y protestantes, con una fuerte idea de respeto por la libertad religiosa.
Argentina, como país de inmigración, incorporó ese espíritu desde el principio. A pesar de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, no se percibe un clima de enfrentamiento entre comunidades. Ese respeto está profundamente arraigado y constituye un ejemplo para el mundo en tiempos de creciente tensión religiosa.

Su paso por Moscú
—Luego de su primera etapa en Buenos Aires, fue destinado a Moscú. ¿Qué recuerda de esa etapa? ¿Le preocupan los escenarios actuales en Europa?
—Desde 1989, con la caída del Muro y la disolución de la Unión Soviética en 1991, creímos que Europa entraba en una era de paz eterna. Pero en 1992 y luego con los conflictos en la ex Yugoslavia, esa ilusión se quebró. Cuando estuve en Moscú, entre 2007 y 2009, ya se notaban señales de cambio. Rusia comenzó a modificar su discurso y sus políticas. La anexión de Osetia del Sur y Abjasia de Georgia en 2008, luego la Crimea de Ucrania en 2014, y finalmente la invasión de Ucrania. Todo esto genera preocupación en Europa. Países como Finlandia y Suecia, tradicionalmente neutrales, se sumaron a la OTAN y Suiza adopta todas las sanciones de la Unión Europea contra Rusia.
Hay una creciente necesidad de reforzar la defensa europea. Incluso Suiza, históricamente neutral, está reconsiderando su infraestructura de defensa, incluyendo los búnkeres construidos antes y durante la Guerra Fría para protegerse de posibles ataques nucleares.

Mirando hacia el futuro
—¿Volverá a Suiza? ¿Se quedará en Argentina?
—En tres meses concluye mi misión. Me jubilo el 1° de noviembre. Junto a mi familia, estableceremos una base en la República Dominicana y pasaremos algunos meses en Suiza. Luego, visitaremos Europa y seguiremos vinculados a la Argentina.
—Tras dos etapas en Buenos Aires, ¿qué legado quisiera dejar?
—Trabajamos mucho sobre los tres pilares de la presencia suiza en Argentina: la Embajada, la Cámara de Comercio Suizo-Argentina, con sus más de 70 empresas suizas asociadas, y la colectividad suiza organizada en la FASRA. Con ambas instituciones impulsamos muchos proyectos sostenibles en estos últimos tres años. Me gustaría que ese trabajo conjunto sea parte del legado.
—¿Se imagina volviendo para los festejos de 2034, cuando se cumplan 200 años de relaciones institucionales?
—Quién sabe… dependerá de cómo estemos de salud. Pero nuestra relación con Argentina es muy fuerte. Tenemos dos hijos que hablan “porteño” y proyectos para seguir colaborando como jubilados. El vínculo con la Argentina no se va a cerrar nunca. Eso es seguro.







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