El gobierno alemán atraviesa un dilema delicado. Por un lado, impulsa el mayor plan de rearme desde la Guerra Fría. Por otro, se enfrenta a una población que en su mayoría no está dispuesta a participar con el ejército en un eventual conflicto armado.
Según una encuesta encargada por el grupo de medios RND, el 59% de los alemanes afirma que “probablemente” o “definitivamente” no defendería al país como soldado si fuera atacado. Solo el 16% respondió que sí estaría dispuesto a hacerlo, mientras que otro 22% dijo que “probablemente” lo haría.
El dato se conoce en un contexto internacional tenso. El jefe de inteligencia militar ucraniano, Kyrylo Budanov, advirtió hace pocos días que Rusia se prepara para una guerra mayor, incluso contra la OTAN. Según datos públicos del Kremlin, Moscú planea invertir cerca de US$1,1 billones en rearme hasta 2036. Es el mayor presupuesto militar de Rusia desde la disolución de la Unión Soviética.

La respuesta alemana llega tarde, pero con ambiciones claras. El ministro de Defensa, Boris Pistorius, anunció en julio un plan para reformar la Bundeswehr —las Fuerzas Armadas del país— con el objetivo de convertirla en una pieza central de la seguridad europea. Desde el fin de la Guerra Fría, el ejército alemán sufrió recortes constantes y quedó, según el propio gobierno, con capacidad operativa limitada para enfrentar un conflicto convencional.
Pistorius propone más soldados y nuevas reglas
El nuevo plan contempla un aumento considerable de personal militar. La Bundeswehr, que cuenta actualmente con 182.000 efectivos, debería alcanzar los 260.000 soldados para el año 2035. Además, se busca ampliar la reserva activa de 60.000 a 200.000 personas.
Para lograrlo, Pistorius propuso comenzar a enviar formularios obligatorios a todos los jóvenes varones de 18 años. El objetivo es que completen cuestionarios sobre su disposición al servicio y pasen exámenes médicos para determinar si están aptos físicamente. El gobierno espera reclutar a unos 40.000 jóvenes por año hasta 2031.
Si bien el servicio militar obligatorio fue suspendido en 2011, la Ley Básica (la constitución alemana) aún lo permite en situaciones de emergencia. En este caso, Berlín no planea restablecerlo formalmente, pero sí presiona para que una nueva forma de “conscripción selectiva” permita aumentar el número de efectivos sin necesidad de reformas legales mayores.
El problema, sin embargo, no es solo técnico o administrativo. La encuesta reveló que el desinterés o rechazo a participar en la defensa nacional atraviesa a amplios sectores de la sociedad. El escepticismo se extiende a todos los grupos etarios y políticos, aunque con más fuerza entre los votantes de izquierda y los menores de 30 años.
Rusia avanza y Alemania duda
La advertencia de Budanov no es aislada. El jefe de la inteligencia interior alemana, Bruno Kahl, también alertó sobre provocaciones del Kremlin y la intención de Rusia de retroceder las fronteras de la OTAN a las posiciones previas a 1997, cuando comenzaron a incorporarse países de Europa Central y del Este. Según Kahl, Moscú no solo busca influir en Ucrania, sino también desestabilizar a países como Polonia, los países bálticos y Alemania.

En los últimos meses, Alemania tomó medidas concretas ante esta amenaza. Además del aumento del presupuesto de defensa —que superará por primera vez el 2% del PBI en 2025—, Berlín anunció el despliegue permanente de tropas en Lituania. También firmó acuerdos para reforzar la cooperación militar con Francia, Polonia y los Países Bajos.
Sin embargo, en el plano interno, la falta de voluntad social para participar en la defensa del país se convierte en un obstáculo. Según analistas militares, un rearme sin respaldo ciudadano puede tener impacto limitado. Las Fuerzas Armadas necesitan no solo personal capacitado, sino también legitimidad y apoyo social. Sin ese consenso, el rearme puede transformarse en un esfuerzo técnico vacío.
El contraste con otros países europeos es marcado. En Finlandia, por ejemplo, el servicio militar es obligatorio y está respaldado por una mayoría de la población. En Polonia, el gobierno lanzó una campaña masiva para preparar a civiles y reservistas ante posibles ataques. En ambos casos, el temor a una expansión del conflicto ruso motivó respuestas decididas y con fuerte respaldo popular.
Un país entre el miedo y la memoria
En Alemania, el pasado también pesa. La experiencia de las guerras del siglo XX generó una cultura política orientada al pacifismo. Las intervenciones militares de la Bundeswehr fueron escasas y, salvo excepciones, solo en el marco de misiones internacionales. Incluso durante la guerra en Ucrania, sectores importantes del Parlamento se mostraron reticentes a enviar armamento pesado a Kiev.
Pese a todo, el gobierno de Olaf Scholz insiste en que el país debe asumir un nuevo rol en el plano militar. La “Zeitenwende” —término usado por el propio canciller para referirse al cambio de época— implica que Alemania no puede limitarse a ser una potencia económica. Según Boris Pistorius, “la seguridad nacional no es algo que se delegue”.



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