Frank Mill murió esta semana en Alemania, a los 67 años, tras no recuperarse de un paro cardíaco y un derrame cerebral sufridos en mayo en el aeropuerto de Milán. Su fallecimiento fue confirmado por el club Rot-Weiss Essen, donde había iniciado su carrera profesional. Mill formó parte del plantel de Alemania que ganó el Mundial Italia 1990, y aunque no disputó minutos durante el torneo, fue protagonista de una escena que, décadas después, sigue siendo recordada por su carga simbólica: fue el jugador que se llevó la camiseta de Diego Maradona al término de aquella final en el Olímpico de Roma.
Una carrera sólida, lejos del centro del reflector
Nacido en Essen en 1958, Frank Mill fue un delantero prolífico en el fútbol alemán durante los años 80 y principios de los 90. Empezó su camino futbolístico en el Rot-Weiss Essen, club al que llegó con 14 años. Allí jugó 165 partidos oficiales y marcó 90 goles. Luego pasó por el Borussia Mönchengladbach y el Borussia Dortmund, donde consolidó su carrera y dejó una marca como futbolista de equipo, eficaz y comprometido.

En Dortmund vivió sus mayores logros a nivel local: fue clave en la obtención de la Copa de Alemania de 1989, participó en el subcampeonato de la Bundesliga en 1992 y llegó a la final de la Copa de la UEFA en 1993. Mill también fue parte del seleccionado alemán que ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988.
El director ejecutivo del Borussia Dortmund, Hans-Joachim Watzke, lo despidió destacando su rol: “Desempeñó un papel fundamental en los éxitos del club entre 1986 y 1993. Era un jugador astuto en el campo y un conversador excepcional fuera de él”.

Italia 1990: el rol silencioso de un campeón
Frank Mill integró la selección alemana campeona del mundo en 1990, conducida por Franz Beckenbauer, pero no jugó ningún partido durante el torneo. Desde el banco acompañó un proceso que culminó con la victoria 1-0 frente a Argentina en la final, gracias a un penal polémico ejecutado por Andreas Brehme a los 85 minutos. Aquel equipo contaba con figuras como Lothar Matthäus, Jürgen Klinsmann y Rudi Völler, pero también con nombres menos visibles como Mill.
Esa condición de actor secundario no impidió que protagonizara un gesto que quedó grabado en la memoria colectiva del fútbol. En el entretiempo de la final, mientras el clima en la cancha era tenso y las patadas abundaban, Mill se acercó a Diego Maradona en el túnel del estadio y le pidió un favor personal.
Mill pidió la camiseta para su hijo y Maradona se la dio sin dudar, incluso en el dolor.
La promesa de Maradona y una camiseta con historia
“Yo quería a toda costa la camiseta de Maradona como regalo para mi hijo y por eso, durante el entretiempo, le pedí que me la guardara. Él me dijo que contara con ella, independientemente del resultado”, contó años después Mill, durante una visita al Museo del Fútbol Alemán, en Dortmund.

El relato continúa en un contexto de contrastes: Alemania celebrando el título en un rincón del estadio, mientras en el vestuario argentino reinaban la frustración y el dolor. “Allí todo era llanto. Al verme, Maradona le ordenó a un asistente que me diera la camiseta azul con el 10 en la espalda”, agregó el ex delantero.
La camiseta, que hoy se exhibe en el museo como una de sus piezas más valiosas, representa mucho más que un recuerdo personal. Es testimonio de una promesa cumplida y de un momento de humanidad en medio del clima adverso de una derrota dolorosa.
La camiseta más simbólica de una final olvidable
La final del Mundial 1990 es considerada una de las más flojas en términos futbolísticos. Hubo fricciones, amarillas (seis para Argentina), expulsiones y un penal que hasta hoy se discute. Argentina apenas logró patear una vez al arco, y Maradona, líder y capitán, terminó llorando desconsolado. A pesar de eso, cumplió su palabra y entregó su camiseta sin rencores, a un rival que no lo había agredido ni enfrentado, sino que le había pedido un recuerdo para su hijo.

Un vínculo sutil con la Argentina
La historia entre Frank Mill y Diego Maradona trasciende el resultado deportivo. Representa una forma de respeto mutuo que no siempre se ve en el fútbol de elite. Mill nunca fue figura en Argentina, ni conocido por el gran público. Pero desde aquel día, en silencio, quedó vinculado a la figura más grande del deporte argentino.
En tiempos donde las camisetas de Maradona alcanzan precios millonarios en subastas —la de México 86 se vendió en 2022 por más de 9 millones de dólares—, la que Mill conserva no tiene valor de mercado: está en un museo, como parte de la memoria del fútbol alemán, pero también como símbolo de una promesa cumplida entre dos protagonistas de aquella jornada histórica.







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