La ciudad alemana de Braunschweig alcanzó notoriedad en la Edad Media por un producto tan peculiar como rentable: la Braunschweiger Mumme, una cerveza espesa, dulce y de alta graduación alcohólica que se convirtió en uno de los principales bienes de exportación de la Liga Hanseática. Documentos municipales prueban su existencia ya en 1390, cuando se registró la compra de varios barriles para una fiesta en honor al patrón local. Con el tiempo, la bebida adquirió fama en Europa y hasta en destinos tan lejanos como la India o el Caribe.

El mito de Christian Mumme
Durante siglos se atribuyó la invención de la receta a Christian Mumme, un cervecero del siglo XV. Sin embargo, investigaciones posteriores demostraron que la bebida era bastante más antigua. El historiador Heinrich Mack, director del museo estatal de Braunschweig, publicó en 1911 un estudio que derribó esa creencia. Según Mack, la Mumme ya circulaba mucho antes de que Christian Mumme comenzara a elaborar cerveza en su fábrica, fundada en 1463 y destruida durante los bombardeos aliados de 1944.

Entre la leyenda y la ciencia
La Mumme no fue solo un producto comercial, también un fenómeno cultural. En 1736, el médico Franz Ernst Brückmann describió la bebida en su obra De Mumia Brunsvicensium y la rodeó de leyendas que alimentaron su fama. Se llegó a hablar del “Mumme Kind”, un joven adicto a la cerveza que habría muerto obeso a los 30 años, y de la célebre “Prueba de la Mumme”, que consistía en derramar una cucharada sobre una silla de madera: si al levantarse la persona quedaba pegada, la calidad era óptima.
Más allá del folclore, estudios posteriores aclararon que la Mumme se distinguía por su alto contenido de malta y azúcar, lo que garantizaba larga conservación y un valor alimenticio superior al de otras cervezas de la época.

Provisiones para cruzar el Atlántico
En 1675 apareció la Segelschiff-Mumme o “Mumme de barco”, con el doble de graduación alcohólica que la versión común. Su densidad y dulzor la hacían poco apta para calmar la sed, pero sí ideal para las largas travesías marítimas. Con alto aporte calórico y rica en nutrientes, era un recurso clave para marineros que debían enfrentar meses de navegación sin acceso a alimentos frescos. Algunos cronistas señalaron incluso que contribuía a prevenir el escorbuto.
El comercio fue tan exitoso que Braunschweig exportaba barriles hacia Inglaterra, Escandinavia, Rusia, las Antillas y América Central. Contemporáneos de la época aseguraban que la Mumme era el único tipo de cerveza que resistía el cruce del ecuador sin agriarse.

Recetas secretas y controversias
Las recetas originales se han perdido, pero fuentes del siglo XVIII ofrecen pistas. Algunos autores afirmaban que la Mumme incluía harina de frijol, corteza de abeto, flores de saúco o hierbas silvestres. Otros especialistas negaban estas versiones y sostenían que la base eran simplemente maltas de trigo y avena, sin ingredientes exóticos.
Las proporciones también variaban según el tipo de Mumme. Para la versión marítima se usaban hasta 650 kilos de malta de cebada y cientos de conos de lúpulo por 1300 litros de agua, lo que generaba una bebida densa, amarga y estable. En cambio, la versión urbana o Stadt-Mumme tenía menor contenido alcohólico y era más fácil de producir.

Del apogeo al declive
La Mumme alcanzó su esplendor en el siglo XVII, cuando era muy apreciada en Gran Bretaña y se elaboraba en grandes cantidades. Sin embargo, con la decadencia de la Liga Hanseática y el avance de nuevas técnicas de conservación, su comercio entró en declive. Para fines del siglo XIX, apenas unas pocas cervecerías de Braunschweig mantenían viva la tradición.
El golpe definitivo llegó con la Segunda Guerra Mundial. El bombardeo de 1944 destruyó varias fábricas y en los años siguientes muchas empresas cerraron. Solo algunas familias, como los Nettelbeck, intentaron reactivar la producción tras 1949, aunque con un enfoque diferente.

La transformación en souvenir
A mediados del siglo XX, la Mumme dejó de ser una cerveza alcohólica y pasó a convertirse en un extracto de malta sin alcohol. En lugar de barriles destinados a cruzar el Atlántico, el producto se comercializa hoy en botellas pequeñas como jarabe azucarado. Se utiliza para dar sabor a salsas, embutidos, quesos y repostería.
La Braunschweiger Mumme, junto con la Segelschiff-Mumme, se vende en la oficina de turismo de la ciudad y en algunos comercios locales como recuerdo gastronómico. Incluso se ha incorporado en recetarios y fue distinguida como “Embajadora Culinaria de Baja Sajonia” en 2019.

Una rareza con valor histórico
Más allá de su presente como curiosidad regional, la Mumme forma parte del patrimonio cultural de Braunschweig y de la historia del comercio europeo. Su trayectoria, desde el esplendor del siglo XVII hasta su conversión en souvenir turístico, refleja los cambios en la economía y los hábitos de consumo a lo largo de seis siglos. Como símbolo, representa tanto la creatividad de los cerveceros medievales para producir bebidas resistentes a la travesía marítima como la capacidad de reinvención de una tradición que, aunque reducida a un jarabe, aún conserva su prestigio histórico.







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