En la 80ª Asamblea General de la ONU, Javier Milei compartió agenda con Karin Keller-Sutter, presidenta de Suiza y una de las figuras más influyentes de Europa. El encuentro puso en foco la trayectoria de la dirigente helvética, quien combina un estilo pragmático con una sinceridad poco habitual en la política.
Keller-Sutter no tiene hijos y reconoce con crudeza que espera morir antes que su esposo, convencida de que él se las arreglaría mejor sin ella. Esa declaración resume la forma en la que encara tanto su vida personal como la pública: sin rodeos y con un lenguaje directo.
Infancia y formación en el este suizo
Karin Keller-Sutter nació en Wil, en el cantón de San Galo, en 1963. Su infancia transcurrió en el restaurante familiar, el “Ilge”, atendido por su madre y gestionado por su padre. Allí aprendió a escuchar, a debatir y a convivir con clientes de diferentes orígenes. Su madre hablaba francés con fluidez y ese contacto temprano con otras lenguas influyó en ella.

Estudió en Neuchâtel, pasó un año en Londres y un semestre en Montreal. Allí se formó como intérprete y estudió Ciencias Políticas. Desde joven se rebeló contra el entorno conservador de su región. Escuchaba punk rock, se negó a servir mesas en el restaurante y abrazó pronto el liberalismo como marco de referencia ideológico.
A los 23 años ingresó al Partido Liberal Radical. Definió sus principios con tres frases: “Primero ganar, antes de distribuir; la libertad antes que la igualdad; lo privado antes que lo estatal.” Con esas ideas forjó su camino político.
Ascenso político y fama de mujer dura
Su carrera comenzó en el consejo comunal de Wil y luego en el parlamento cantonal de San Galo. En 2000 entró al gobierno cantonal y asumió responsabilidades en seguridad y justicia. En 2002 enfrentó un desafío central: el auge del narcotráfico en casas de asilo. Refuerzos policiales y declaraciones duras marcaron su gestión. Fue entonces cuando se ganó la reputación de línea dura.

Un correo electrónico suyo de esa época muestra otra faceta: ofreció su número privado y habló con franqueza sobre inmigrantes, víctimas y penurias sociales. Sin embargo, dejó frases tajantes como “están abusando deliberadamente de nuestro derecho de asilo”, que reforzaron su imagen de dureza.
Quienes trabajaron con ella destacan su inteligencia emocional y capacidad para escuchar, aunque esa faceta no siempre trascendió al público. En 2010 fue candidata al Consejo Federal, pero perdió frente a Johann Schneider-Ammann. Los medios la llamaron “Blocher con falda”, comparándola con el líder conservador Christoph Blocher. Ese estigma de mujer dura la persiguió por años.
En 2011 entró al Consejo de Estados, la Cámara Alta. Allí se especializó en economía y política social. En 2018 finalmente alcanzó el Consejo Federal y en 2023 se trasladó al Ministerio de Finanzas, desde donde manejó una de las crisis más graves del país: la caída del Credit Suisse.
Fue clave en la venta de emergencia del banco a UBS por EUR 3.000 millones, operación que evitó un colapso con consecuencias internacionales. El episodio la consolidó como referente confiable. El Financial Times la incluyó entre las 25 mujeres más influyentes de 2023 por su “conocimiento, valor y determinación”.
Presidenta de la Confederación y debates de poder
En diciembre de 2024, Keller-Sutter fue elegida presidenta de Suiza, cargo rotativo dentro del Consejo Federal. Aunque la función no otorga mayor poder formal, el título la colocó en el centro de la escena. El diario Tages-Anzeiger la describió como “la política más poderosa de Suiza”, etiqueta que ella intenta evitar. En su discurso inicial relativizó la importancia del cargo: “Casi todo es relativo”, dijo ante el Parlamento.
La sociedad suiza la percibe como influyente, aunque menos popular que otros consejeros. Ese contraste refleja lo que algunos analistas llaman “el estigma del poder”: una mujer en un puesto alto enfrenta más escepticismo que un hombre.
Durante su presidencia impulsó un plan de ahorro para recortar 5.000 millones de francos en gasto estatal. La izquierda la acusó de querer deshacer conquistas sociales y la bautizó “reina del capital”. Ella respondió que el objetivo es un Estado funcional, no un debilitamiento.

En paralelo, mantiene aficiones poco habituales en la política: escucha punk rock y practica boxeo, hobbies que reflejan su carácter firme y su gusto por los desafíos.
Una mujer de poder con sensibilidad
En entrevistas posteriores, Karin Keller-Sutter reveló que no fue madre por decisión, sino por dos abortos espontáneos. También mostró su costado íntimo al hablar de su perro Jack Russell, “Picasso”, al que llamaba cariñosamente “Picceli”.
Sus frases sobre la muerte y su esposo se suman a ese retrato de sinceridad brutal mezclada con vulnerabilidad. Para muchos, su imagen de mujer dura oculta una sensibilidad que sólo perciben quienes trabajan cerca suyo.
En 2025, ya en el centro de la política europea, Karin Keller-Sutter encarna una paradoja: es vista como fría y ambiciosa, pero también como alguien con profunda empatía y sentido de la justicia. Su paso por la ONU, donde se reunió con Javier Milei, recordó al mundo que Suiza no sólo se define por su sistema de consensos, sino también por figuras con sello propio.
Su disciplina, su estilo directo y su capacidad de gestión la convirtieron en una líder que trasciende etiquetas. A pesar de la fama de mujer dura, sus gestos íntimos y su historia personal muestran una dirigente compleja, marcada por convicciones liberales, sensibilidad oculta y una tenacidad que la llevó hasta la presidencia de la Confederación Helvética.



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