Un análisis genético realizado en la región alemana de Baja Sajonia ha confirmado que dos hombres actuales son descendientes directos de un grupo humano que vivió, murió y fue sepultado en la misma zona hace más de 3.000 años. La investigación, impulsada por científicos de la Universidad de Gotinga, logró reconstruir el árbol genealógico más largo jamás comprobado científicamente.
Un hallazgo arqueológico fuera de lo común
El punto de partida de esta historia se remonta a 1980, cuando arqueólogos alemanes descubrieron la Cueva de Lichtenstein, a pocos kilómetros del pueblo de Förste. En su interior hallaron cinco cámaras sepulcrales con restos de al menos 62 personas, junto a objetos rituales, piezas de bronce y huesos de animales datados entre el 1000 y el 700 a.C.

Las condiciones de conservación eran excepcionales. Según la antropóloga Susanne Hummel, de la Universidad de Gotinga, los huesos estaban protegidos por una película de calcio formada por la humedad de la cueva y las bajas temperaturas. Esto permitió extraer ADN en estado casi intacto, comparable en calidad al que se obtiene en investigaciones forenses modernas.
A través del estudio genético, se determinó que los esqueletos pertenecían a un mismo clan familiar, lo que derribó la hipótesis inicial de que se trataba de una cueva ritual de sacrificios. “No encontramos evidencia de violencia ni cremaciones, prácticas comunes en esa época. Todo indica que era un sepulcro de un linaje jerárquico”, explicó Hummel.
ADN que viaja en el tiempo
Décadas después del hallazgo, los investigadores lanzaron una convocatoria pública en la región del Harz para recoger muestras de saliva de los habitantes locales. Participaron unas 300 personas. Solo dos coincidieron genéticamente con los restos de la cueva: Manfred Huchthausen, un maestro jubilado oriundo de Förste, y Uwe Lange, topógrafo y vecino de Nienstedt, un pueblo ubicado a apenas dos kilómetros de la cueva.
Ambos fueron identificados como descendientes directos de dos familias núcleo del clan prehistórico. “Antes de esto, podía rastrear mi genealogía hasta el año 1550. Ahora llego 120 generaciones atrás. Es impactante saber que mis raíces nunca se movieron de este lugar”, dijo Huchthausen en diálogo con el diario Bild.

Una continuidad territorial sin precedentes
Según los investigadores, se trata del linaje con mayor continuidad geográfica del que se tenga registro. Durante más de tres milenios, los ancestros de estos dos hombres nunca se desplazaron más allá de un radio de dos kilómetros.
El arqueólogo Stefan Flindt, quien dirigió las excavaciones desde los años 90, señaló que este tipo de hallazgos no solo son raros, sino que ofrecen una perspectiva inédita sobre la estabilidad de ciertos grupos humanos en la Edad del Bronce. “Lo llamativo no es solo el parentesco, sino la inmovilidad. Esto habla de una economía local sostenida, posiblemente vinculada a la extracción de sal en la zona”, indicó Flindt.

Más allá de la curiosidad
El descubrimiento tuvo un fuerte impacto mediático en Alemania. En el museo de Bad Grund, cerca de la cueva donde sucedieron los hallazgos arqueológicos, se exhiben reconstrucciones de los rostros de los antepasados de Lange y Huchthausen, realizadas a partir de los cráneos encontrados.
A pesar de las reconstrucciones, Hummel advirtió que las características físicas —color de ojos o cabello— son aún especulativas: “El ADN analizado no incluye esos rasgos. Los rostros son aproximaciones”. Aunque los protagonistas de esta historia aún digieren lo que significa tener antepasados tan antiguos, ambos coinciden en que el hallazgo les cambió la forma de mirar su entorno. “Ahora cuando camino por el bosque, siento que ellos todavía están acá”, expresó Lange.




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