El Eintracht Braunschweig alemán protagonizó en 1973 una controversia que sacudió al fútbol mundial. El club de la Baja Sajonia firmó con Jägermeister, fabricante de un licor de hierbas de 35 grados de graduación alcohólica, un contrato por 100.000 marcos anuales para exhibir su característico logo —una cabeza de ciervo con una cruz entre los cuernos— en el pecho de la camiseta. Fue el primer patrocinio comercial en la historia del fútbol profesional, y desató una polémica que la Federación Alemana de Fútbol (DFB) intentó frenar sin éxito.
La decisión recayó en los socios del club, que atravesaba una severa crisis económica tras un escándalo de amaño de partidos en 1971. El resultado de la votación no dejó margen para dudas: 145 votos a favor contra apenas siete en contra. “Van a profanar los colores”, alertaron la prensa y aficionados de clubes rivales, pero la publicidad gratuita que generó la controversia ya justificó la inversión del empresario Günter Mast, dueño de la marca.

El efecto dominó en la Bundesliga
La temporada 1973/74 marcó el inicio de una nueva era. Tras el paso del Braunschweig, otros cuatro equipos de la Bundesliga salieron a competir con patrocinadores: el Hamburgo con Campari, el Eintracht Frankfurt con Remington, el Fortuna Düsseldorf con Allkauf y el Duisburgo con Brian Scott. Incluso el Bayern Múnich amplió considerablemente el tamaño del logo de Adidas en sus camisetas.
La relación entre Jägermeister y el Braunschweig se profundizó en los años siguientes. La inyección económica permitió contratar a Paul Breitner, internacional alemán que llegó desde el Real Madrid en 1977. La empresa licorera intentó incluso rebautizar al equipo como “Eintracht Jägermeister”, propuesta que la federación rechazó. El patrocinio se mantuvo hasta 1985, cuando el club descendió de categoría.

Argentina: del buzo de entrenamiento al pecho de la camiseta
En Argentina, la historia tuvo su propio ritmo. Aunque Boca Juniors firmó en 1967 un acuerdo con la bebida Crush por 60 millones de pesos, el contrato incluía publicidad en los carteles de la Ciudad Deportiva y en la indumentaria de entrenamiento, pero no en la camiseta oficial de juego. Los futbolistas debían salir al campo y posar para los fotógrafos con buzos azules que llevaban el logo naranja y blanco en pecho y espalda. “A mí me van a criticar al principio, pero después me tendrán que seguir, como siempre”, afirmó entonces Alberto J. Armando, presidente del club.
El verdadero pionero en Argentina fue Estudiantes de Caseros, que en el Metropolitano de 1978 saltó a la cancha con la inscripción “Cooperativa Sáenz Peña” en su camiseta negra y blanca a bastones. Durante su única temporada en Primera División, el equipo del partido de Tres de Febrero le ganó 1-0 a River en la cancha de Chacarita, empató 2-2 en el Monumental y consiguió un valioso 0-0 ante Boca.

La masificación del modelo comercial
Al año siguiente, Quilmes llevó “AeroPerú” en su camiseta para la Copa Libertadores de 1979, mientras que Argentinos Juniors exhibió “Austral” para ayudar a costear la permanencia de Diego Armando Maradona, reciente campeón del Mundial Juvenil. Ya en los años 80, el patrocinio se convirtió en práctica habitual: “Caramelos Mu-Mu” en San Lorenzo, “Vinos Maravilla” en Boca, “Fate” en River, “Fides” en Racing y “Mita” en Independiente.
Décadas más tarde, la cerveza Quilmes se consolidó como el sponsor más exitoso del fútbol argentino entre mediados de los 90 y la década del 2000, acumulando diez títulos entre Boca, River y Vélez. Lo que comenzó como una decisión polémica en una ciudad alemana en 1973 se transformó en el modelo de negocio que sostiene al fútbol moderno, donde las camisetas sin publicidad resultan hoy una rareza museística.




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