Buenos Aires (AT) – A Hans-Ruedi Bortis le gusta lo que hace. Se le nota: durante la entrevista con el Argentinisches Tageblatt (AT) el representante del gobierno de la Confederación Suiza en la Argentina, no deja de moverse en la silla; gesticula; busca la repregunta. No sorprende, a sus casi 64 años, ha recorrido el mundo durante los últimos 43 representando a su país. Antes, integró la Guardia Suiza en el Vaticano, el cuerpo militar que protege al Papa. Hoy, el golfista con un handicap para recordar, según los registros del torneo diplomático de abril de 2023, contempla con pasión sus últimos años como diplomático.
En esta segunda parte de la charla con AT (lea la primera parte aquí), Bortis revela cómo su país logró convertirse en un país que compite en los primeros lugares del ranking mundial en materia de innovación y qué rol cumplió en ello el Estado.
AT: ¿Cuántos acuerdos bilaterales tiene Suiza hoy?
Hans-Ruedi Bortis: No tengo presente el número exacto. Pero para darle una idea: sólo con la Unión Europea (UE) tenemos unos 140 acuerdos bilaterales. Cada día se genera un intercambio por un valor de EUR 1.000 millones con la UE. Por ejemplo, el intercambio comercial con el estado federado de Baden-Württemberg, en Alemania, es más grande que con los países que integran el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Para Suiza, el secreto del éxito radica en la apertura plena de su mercado y de su intercambio con el mundo. Se trata de ser competitivos. No hay otro camino.
Ahora bien, Suiza es también un país de costos altos.
Eso es correcto. Por ejemplo, en algunos rubros pagamos salarios un 50% más que en otros países. Y aun así, en la comparación internacional -y no me refiero a un típico país de bajos salarios sino, por ejemplo, con Alemania- nuestros productos son competitivos.
Para tenerlo claro: ¿son más caros en la producción, pero aun así son más competitivos?
Si. Y dónde no lo son, están por lo menos a la par.
¿Cómo se logra eso?
Porque hay un acuerdo social-político que rige desde 1948 y en el que el país se comprometió a proveer y cuidar esa competitividad ante todas las cosas. Por la simple razón que hace al bien común de todos. Por ejemplo, en Suiza, hubo sólo un paro general en 1918. Evidentemente, hay y hubo protestas, manifestaciones y otras acciones sociales, pero son manifestaciones que se cuidan de luchar por los derechos puntuales que quieren mejorar, pero sin perjudicar a otros actores de la sociedad.
¿Qué rol cumple en esa protesta social el Estado?
El Estado no interviene. Los actores económicos-sociales que están en conflicto en todo caso están comprometidos a sentarse y negociar siempre la solución. O sea, lo que sería la UIA acá con una organización como la CGT. En esa discusión, cualquiera puede salir a la calle para hacerse oír, pero antes tiene que solicitar el permiso para fijar la ruta que va a tomar su manifestación. Tiene que decir qué día lo quiere hacer, por qué zona será y qué ruta tomará. El Estado solo le da el permiso o se lo niega. Y lo que está terminantemente prohibido es cortar o bloquear calles. Si alguien viola esa regla, puede intervenir y actuar. Nuevamente, el Estado tiene la potestad, pero más que nada la obligación de garantizar el marco general en el cual todos pueden seguir desarrollándose. Unos protestando y ejerciendo su derecho de libre expresión y el resto ejerciendo su derecho a trabajar y progresar.
Cuando debe explicarle a un suizo, cómo funciona la Argentina. ¿Cómo lo hace?
Eso es imposible (ríe). Pero en serio, hay que decir que las estadísticas no siempre reflejan al pie de la letra la realidad. Por ejemplo, los datos de la economía informal no son incluidos. Entonces al país no le va tan mal como las estadísticas lo indican. Hay una realidad de gran necesidad y precariedad, como se ve y vive en el gran Buenos Aires o en las regiones más pobres del país. Pero también hay otra, en provincias como Mendoza, Santa Fe o Córdoba donde la población trabaja mucho. Obviamente, tienen preocupaciones, tienen, como tantos otros, el desafío de llegar a fin de mes; sufren la burocracia, los impuestos; todo. Pero hay mucho trabajo y también hay crecimiento. El país funciona. Y, hoy, vuelve a demostrar esa resiliencia que mencioné antes y que distingue a la Argentina.
No obstante, el país está nuevamente ante un gran desafío.
Evidentemente que sí, pero funciona. Y eso no hay que dejar de destacarlo. Si la Argentina lograra mejorar su gestión y administración, el país debería estar en otro lugar.
Le cambio la pregunta: ¿Cómo le explica a un argentino Suiza? Su país es un aspiracional para muchos.
Lo reduzco a un término: responsabilidad individual. Suiza es responsabilidad individual. Cada uno es responsable de sus propios actos y acciones. Cualquier persona tiene el derecho a perseguir sus sueños y hacer lo que crea que tiene hacer para alcanzarlos. Yo como Estado te proveo con una buena educación gratuita; los bancos con los medios financieros para que los pueda sufragar. El resto corre todo por cuenta de cada uno. Si trabajas bien, tendrías que lograr tener una vida digna.
¿El éxito de Suiza se basa en la responsabilidad individual entonces?
En gran parte, seguro. No todo, pero gran parte.
¿Cuáles son los temas más importantes que el nuevo Gobierno trajo a la mesa de conversaciones?
Más que nada todo lo que tiene que ver con un mejor clima de negocio y con las inversiones. ¿Qué incentivos se pueden generar para que empresas suizas puedan y quieran invertir más en el país? Ese es el gran tema para la Argentina.
¿Cuál es su respuesta?
Evidentemente y cómo lo hablamos antes: estamos y queremos venir con más. Pero, la condición sine qua non es que las reglas sean claras y no se cambien. Un paso importante será per ejemplo el acuerdo del Mercosur con la EFTA; otro es que tengamos la seguridad de que las reglas de negocios se van a respetar; y también todo el paquete de leyes que están debatiendo en estos días en el Congreso. Todas nuestras empresas saben, que, si uno tiene un largo aliento y buena liquidez, este país ofrece buenas oportunidades. La pregunta es siempre: ¿cómo y cuánto uno tiene que aguantar? (ríe).
¿Cuánto pesan los más de 60.000 millones de deuda por pagos de importaciones en las conversaciones?
Lo importante es que la Argentina pueda ordenar su relación con el FMI; que tenga acceso a las facilidades de la CAF. Estoy convencido de que están bien encaminados y creo que, si logran arreglar eso, volverá a entrar capital fresco al país. Lo que propuso el Ministro Caputo cuando dijo que un nuevo acuerdo no es lo que buscan sino honrar primero las obligaciones que se tienen hasta la fecha. Eso es la forma de generar confianza entre los inversores. Yo soy relativamente optimista porque los desafíos que tienen hoy el país y sus habitantes son gigantescos. Obviamente no conozco la estrategia del Gobierno, pero por lo que se ve desde afuera, creo que, respecto a lo que era el desafío inmediato que tenía cuando asumió diría que se ve cautelosamente bien. En cualquier caso, creo que va bastante bien. Muchos cambios que propone el nuevo Gobierno son sensatos. Lo principal es una ley fundamental: No se puede gastar más de lo que se ingresa. Mucho menos, a lo largo de años o de décadas.
¿Cómo lo evitan en Suiza?
Nosotros tenemos un límite al gasto público. Es una medida que implementamos e hicimos ley hace más de 20 años. Esta ley obliga al Estado, principalmente, a no gastar más de lo que ingresa.
¿Cuál fue el disparador para esa ley de límite al gasto?
Fue lo que le pasa a cualquier país en estos tiempos: hay cada vez más necesidades de más personas. Lo que no se puede hacer es financiar este cambio únicamente con más impuestos. Hay que encontrar siempre un equilibrio sano. Por ejemplo, en Suiza, la carga impositiva está en un 25%. La media en Europa está mucho más alta.
¿La Argentina es su último destino? ¿Qué hará después?
Así es: es mi último destino y lo será hasta fines de 2025. En cuanto a lo que vendrá después, no sabemos todavía. Con mi esposa estamos viendo a dónde vivir y radicarnos. Hace 20 años compramos, por ejemplo, algo acá en Buenos Aires. Eso es una opción. Pero, en cualquier caso, pasaremos los veranos en Suiza. Los veranos en Europa simplemente son demasiado bellos para no aprovecharlos.
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