Por
Maja Dimitroff*
Buenos Aires / Berlin – El creador Alexis Franco, nacido el 21 de noviembre de 1975, vive y trabaja en Estados Unidos a caballo entre el cine y la arquitectura. Ha participado en distintos proyectos internacionales; entre ellos obras cómo:The Passage, Marea Baja, Stop the Pounding Heart, The Other Side y What You Gonna Do When the World Is on Fire?. Franco trabajó como asistente de dirección con Roberto Minervini, cuyas películas se estrenaron en festivales como Cannes, Venecia, Toronto y Nueva York. Este año, Franco dirigió su propias: Where The Trees Bear Meat y Permeable Prisons. Lugares de rodaje fueron la Argentina, España, Estados Unidos y Portugal. Hoy, Franco es considerado uno de los cineastas emergentes más prolíferos de los últimos tiempos.
El próximo martes, 3 de diciembre, el creador presentará el documental Where The Trees Bear Meat en el marco del „This Human World“-Festival en Viena, Austria. Antes, en octubre, hizo lo propio en el “Human Rights Festival”, en Berlín, En la antesala del estreno en la capital austríaca, Argentinisches Tageblatt conversó con Franco en exclusiva sobre el proceso creativo en el cine en tiempos de globalización pero también sobre las marcas que deja el séptimo arte en la vida de cada uno.
Argentinisches Tageblatt: El documental está basado en su historia personal y cuenta las circunstancias de su familia en Argentina. ¿Qué lo impulsó específicamente a hacer una documental sobre esto y qué mensaje central quiere transmitir?
Alexis Franco: Hace tiempo trabajo con el reconocido director Roberto Minervini, con quien hago Scouting, o sea, buscando historias para sus películas y proponiéndole las mías. Siempre que desde que era pequeño quise contar la historia de mi abuela, una mujer golpeada que escapó con su hijo menor. Pensé en hacerla con Minervini, pero él me dijo: “Es tu historia, tu familia, nadie más la puede contar mejor que vos”. Dudaba si mi abuela y mi tío serían los personajes adecuados para actuar en mi película, ya que, además de una buena historia, un director debe ver si los actores tienen la capacidad para contarla ante una cámara. Volví a la Argentina después de 22 años y con el proyecto del documental enfrenté miedos personales como la muerte. Hago mucho énfasis en la muerte en mi película, y al regresar al cementerio, vi las tumbas de mi familia, lo que me ayudó a enfrentarme a mí mismo, encontrar mis raíces y comprender mi historia. Y fue importante para mí volver a buscar quién soy y quién fuí. Me impactó cómo mi familia naturaliza la muerte, algo que no comprendía antes, lo que me motivó a hacer la película. El documental no tenía guion, así que improvisaba todos los días. Casualmente, también surgió el tema del cambio climático.
¿Cómo surgió el título del documental y qué quiere transmitir con él?
Es una de las preguntas más difíciles. Quería un título metafórico-poético, narrativo y con un toque de romanticismo, algo que reflejara cómo a veces un documental parece más una ficción. Me inspiró una leyenda de la región de mi familia: ellos creen que cuando cuelgan carne de los árboles, los animales salvajes no la tocan y no se pudre, porque tienen una forma especial de limpiarla. Aunque me cuesta creerlo, ya que en realidad los animales se acercan y la carne se descompone rápidamente. Esa creencia me quedó en la cabeza, y con el tiempo quise hablar también sobre la muerte y el origen de la carne, especialmente en tiempos de sequía, algo que encaja con la región de mi documental. Además, el “dónde” me interesó mucho. Mi documental no especifica que sea Mendoza, ya que la problemática de la sequía afecta a muchos lugares en el mundo. La metáfora del “árbol de carne” también tiene que ver con la sangre, la muerte y lo trascendental, y por eso quise hacerlo más allá de un contexto geográfico. Me parece interesante cómo la carne, como el ser humano, también da vida a la tierra.
Su documental se proyectó por primera vez en el Festival de Cine de Derechos Humanos de Berlín. ¿Cómo aborda su documental esta temática?
La verdad me sorprendió que eligieran mi película en el festival de Derechos Humanos, porque al principio no veía qué relación tenía con el tema de los derechos humanos. Sin embargo, escuché que la película refleja mucha humanidad y aborda derechos fundamentales como el derecho a la naturaleza, la comida y las personas que luchan sin apoyo político. Esas pequeñas familias son las protectoras de nuestra tierra, nuestros animales y árboles, y son la razón por la cual la gente de la ciudad vivimos, tomamos vino y comemos carne. Pero su labor está violada por los sistemas políticos. Es absurdo que no se les apoye, ya que son ellos quienes mejor conocen y cuidan nuestra tierra, especialmente en Sudamérica. Mi película también trata sobre el derecho a proteger la tierra del cambio climático. En Argentina, los incendios son un problema creciente, como en Córdoba y Mendoza, donde la gente pierde todo cada año y sigue luchando por sobrevivir. La parte humana de la película es esa conexión con la tierra y el sufrimiento por el cambio climático. Estoy contento de que el festival eligiera mi película, porque ahora entiendo que los Derechos Humanos no solo se refieren a violaciones directas.
En cuanto a las generaciones en la Argentina, veo que hay un gran problema con las nuevas generaciones. Muchos se van del campo, como yo, y en la película se muestra que falta una generación, la del padre de la niña, quien ya no está en el campo criando vacas, sino haciendo música en la ciudad. Entonces yo creo que la cultura gaucha se está perdiendo y se transformará en algo turístico.
¿Por qué los efectos del cambio climático y el éxodo rural juegan un papel especial en Argentina, un país que todavía se caracteriza por la agricultura, en comparación con otros países?
Con el solo hecho de que la gran ciudad está alejada en este sistema económico donde nosotros producimos la comida y dónde estos fuegos y estas inundaciones y estas matanzas animales existen, es muy difícil que los gobiernos pongan un sistema económico estructurado hacia proteger esta gente, porque tal vez y en un país que siempre vivimos en crisis, donde parece que siempre las prioridades son las de la gran ciudad – la pobreza, las drogas, el narcotráfico -, yo creo que siempre queda como para lo último, aunque es la gran mayoría de nuestro país. Y como te dije antes, la gente del campo tiene muchísimo conocimiento y como que queda un poquito ignorada por la sociedad. También puede ser un tema de educación, o bueno, qué hacemos con ellos en un país cuando tenemos un gobierno nuevo. Un tema importante de discusión es la gente que produce nuestra comida. El problema es que las personas del campo no tienen voz; siguen trabajando sin que se les escuche, mientras los sistemas políticos cambian, ya sea de izquierda o de derecha.
En su opinión, ¿qué soluciones podrían ayudar a satisfacer en el futuro la demanda de productos cárnicos de la población en su propio país? Y, a su vez, ¿qué podría incentivar a la gente a no emigrar a la ciudad?
Mi primo Nicolás, hijo de Omar, representa la generación que falta en la película. Trabajó mucho en el proyecto, es mi aliado y yo lo crié de pequeñito. Su hermano Emiliano, músico de rock, me propuso varias veces que volviéramos al campo de su padre para crear un emprendimiento turístico, como llevar extranjeros a montar a caballo o poner cabañas en el desierto. Esa es la visión de una generación más joven, que ve el futuro de forma distinta. La cultura de producir carne desaparecerá y se transformará en proyectos ecológicos. Las nuevas generaciones tienen más conciencia sobre la naturaleza, algo que mi generación no tenía tanto. Creo que pueden hacer algo diferente, habrá otros beneficio
*Maja Dimitroff, es licenciada en Ciencias Regionales de América Latina; trabajó en 2019-2020 como Encargada de Asuntos Culturales en la Embajada de Alemania en Buenos Aires, desarrolló proyectos culturales y de investigación sobre la reunificación. Desde entonces, colabora con el Argentinisches Tageblatt. Hoy, trabaja en el Bundestag, en Berlín, con foco en Derechos Humanos.
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