Buenos Aires (AT) – En los últimos años, algunos datos satelitales mostraron un aumento puntual en la masa de hielo antártico. La información fue rápidamente utilizada por algunos sectores para relativizar el calentamiento global. Sin embargo, investigaciones recientes confirmaron que se trató de una anomalía climática temporal, sin impacto en la tendencia de fondo: la Antártida sigue perdiendo hielo a un ritmo preocupante.

Un crecimiento puntual, no un cambio de tendencia
Entre 2021 y 2023, fuertes nevadas registradas en la zona este de la Antártida generaron un aumento momentáneo de su masa de hielo. Así lo mostró una investigación publicada por un grupo de científicos chinos en marzo de 2025, basada en datos de los satélites GRACE y GRACE Follow-on de la NASA. Estos satélites permiten medir cambios en el campo gravitacional terrestre y, por lo tanto, calcular variaciones en masas de hielo y agua.
El fenómeno fue interpretado erróneamente por algunos comunicadores como una prueba de que el derretimiento del hielo se habría detenido. Entre ellos se encuentra el economista Stefan Homburg, quien compartió un gráfico de la investigación en redes sociales para sostener que el calentamiento global estaría sobredimensionado. Homburg minimizó el impacto ambiental al destacar que desde 2002 la Antártida habría perdido solo 0,008% de su masa total de hielo.

Contextualizar los datos: el enfoque de los expertos
Consultado por el sitio de verificación #Faktenfuchs, Johannes Feldmann, físico del Instituto de Investigación sobre el Impacto Climático de Potsdam (PIK), explicó que incluso mínimas pérdidas de masa en la Antártida tienen efectos globales relevantes. “Pequeños descensos producen varios milímetros de aumento del nivel del mar”, señaló Feldmann. En ese sentido, aclaró que los lapsos de dos o tres años no son suficientes para identificar tendencias climáticas sostenidas. “La ciencia del clima trabaja con series de 20 a 30 años como mínimo para definir un patrón confiable”, afirmó.
Los datos más recientes de la NASA, correspondientes a marzo de 2025, muestran que la masa de hielo regresó a niveles similares a los de 2021. Es decir, el breve crecimiento observado fue absorbido por la dinámica general de pérdida. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) estimó que el hielo antártico pierde en promedio 136.000 millones de toneladas por año desde 2002.

Desinformación y uso político del clima
Una parte de la desinformación climática se basa en la selección interesada de períodos atípicos. Feldmann lo llamó “rosinenpicken”, o selección de cerezas: tomar sólo los datos que respaldan una hipótesis. El físico alertó también sobre el rol de pseudoexpertos que, amparados en credenciales formales, desacreditan evidencia consolidada. Un ejemplo de esto es Fritz Vahrenholt, químico y autor de publicaciones donde relativiza los efectos del cambio climático. En un blog difundido en mayo de 2025, Vahrenholt citó al director del Instituto Max Planck, Jochem Marotzke, fuera de contexto. Marotzke aclaró posteriormente que sus dichos fueron manipulados: “Todo eso es una tontería”, afirmó.

El hielo no se derrite en línea recta
El retroceso de los hielos no es un proceso lineal. Puede haber periodos de estabilidad o incluso pequeños aumentos, explicados por variaciones meteorológicas extremas. Así lo indicó Angelika Humbert, glacióloga del Instituto Alfred Wegener, quien dirigió una investigación sobre la acumulación de nieve en la Antártida oriental. “Estamos ante un sistema natural que fluctúa. A veces hay mucha nieve, a veces nada. Eso es esperable”, sostuvo.
La misma autora coincide en que el aumento de masa entre 2021 y 2023 fue producto de nevadas excepcionales. Pero añade que estas no se trasladan a un cambio estructural. “No hay signos de que el manto de hielo de la Antártida occidental esté dejando de perder masa”, afirmó.

Impacto acumulativo y proyecciones preocupantes
El informe más reciente del IPCC, publicado en 2023, concluyó que existe una “alta confianza” en la relación entre temperaturas más elevadas y un aumento acelerado del derretimiento. Aunque no hay consenso pleno sobre cuánto del retroceso observado desde los años 90 es atribuible directamente a la actividad humana, sí hay acuerdo en que el calentamiento global intensifica el fenómeno.
De hecho, el nivel del mar sigue en ascenso. La NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) indican que la contribución del deshielo al aumento del nivel del mar pasó del 5,6% en los años 90 a cerca del 25% en la actualidad. Y aunque la Antártida no haya aportado en forma neta entre 2021 y 2023, Groenlandia lo hizo con creces: sus glaciares pierden en promedio 266.000 millones de toneladas anuales, el doble que la Antártida.
La Antártida no se está recuperando. El leve repunte de masa entre 2021 y 2023 no representa una reversión de tendencia, sino una fluctuación explicada por nevadas inusuales. La evidencia científica disponible, verificada por organismos internacionales y observatorios independientes, indica que el hielo polar sigue disminuyendo. El mensaje de los expertos es claro: no hay margen para la confusión. El cambio climático está en marcha, y sus efectos son medibles y acumulativos. La vigilancia científica, la comunicación precisa y el compromiso político seguirán siendo clave para evitar que las excepciones se usen como excusa para negar la regla.




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