Buenos Aires (AT) – Cuando Artur Fischer nació el 31 de diciembre de 1919 en Tumlingen, un pequeño pueblo en la Selva Negra alemana, nadie imaginaba que su vida estaría destinada a transformar el mundo. Hijo de un sastre y una planchadora, Fischer se convirtió en uno de los inventores más prolíficos de todos los tiempos, registrando más patentes que el legendario Thomas Alva Edison. Entre sus contribuciones se encuentra el tarugo, una pequeña pieza de plástico que revolucionó la construcción y el bricolaje, pero también otros productos que marcaron un antes y un después en la tecnología y la vida cotidiana.
Desde temprana edad, Fischer demostró un ingenio poco común. Sin embargo, sus inicios estuvieron marcados por la adversidad. Dejó la escuela a los 13 años para trabajar como aprendiz de cerrajería en Stuttgart. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como mecánico en la Luftwaffe y fue prisionero de guerra en el Reino Unido. Tras su liberación en 1946, regresó a Alemania, donde consiguió trabajo en una planta de ingeniería eléctrica. Fue allí donde comenzó a experimentar en un pequeño taller casero, utilizando materiales reciclados de la guerra.
En 1949, Fischer registró su primera patente: un flash sincronizado para cámaras fotográficas, desarrollado para superar las limitaciones de las lámparas de magnesio. Este invento le permitió vender los derechos a Agfa, obteniendo los recursos necesarios para fundar su primera empresa y dedicarse por completo a la invención.
El tarugo: una solución universal
En 1958, Fischer introdujo al mercado su creación más icónica: el tarugo de plástico, también conocido como “taco Fischer”. Diseñado para fijar tornillos en materiales como ladrillo, yeso u hormigón, este dispositivo sencillo y efectivo resolvió un problema común en la construcción y el hogar. Antes de su invención, los sistemas de fijación eran complejos e ineficaces, dependiendo de materiales como el metal o el uso de bloques de madera empotrados.
El mecanismo del tarugo se basaba en un concepto innovador: al introducir un tornillo, el tarugo se expandía, asegurándose de que la fijación fuese firme y segura. Este pequeño invento no solo revolucionó la industria de la construcción, sino que también dio lugar a una línea de productos diversificados que hoy se producen a una escala asombrosa: 14 millones de unidades al día.
El impacto del tarugo no se limita a su función práctica. La facilidad con la que permite fijar objetos a las paredes democratizó el bricolaje, haciendo que personas sin experiencia técnica pudieran realizar trabajos de mantenimiento en sus hogares. Hoy, es difícil imaginar un hogar que no tenga tarugos Fischer en su caja de herramientas.
La diversificación de un genio
El talento de Fischer no se limitó al tarugo. Entre sus más de 1.100 patentes se incluyen dispositivos para cortar huevos duros en rodajas perfectas, portabotellas, mecanismos de ventilación para automóviles y hasta implantes médicos para tratar fracturas óseas. Fischer también dejó una huella en el mundo del entretenimiento y la educación con los kits Fischertechnik, juguetes didácticos que fomentan la creatividad y el aprendizaje de principios mecánicos en niños y adultos.
Fischertechnik no solo fue un éxito comercial, sino también un precursor en la educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Ingenieros y estudiantes utilizan estos kits en todo el mundo para diseñar y probar prototipos. Esta herencia pedagógica demuestra cómo Fischer se preocupaba no solo por resolver problemas actuales, sino también por inspirar a futuras generaciones de inventores.
“La invención no es algo que se busque, sino que surge al enfrentar problemas reales,” solía decir Fischer, reflejando su visión práctica y orientada a las necesidades cotidianas. Su capacidad para identificar soluciones simples a problemas complejos le valió el reconocimiento de instituciones como la Oficina Europea de Patentes, que lo calificó como “el inventor más exitoso de todos los tiempos”.
Del taller a un imperio global
La empresa que fundó en 1948 creció hasta convertirse en Fischer Holding, un conglomerado con miles de empleados y presencia en más de 50 países. Hoy, esta compañía familiar genera ingresos anuales que superan los 700 millones de dólares y sigue liderando el mercado de fijaciones. Aunque Fischer cedió la dirección a su hijo Klaus en la década de 1980, nunca se alejó de su pasión por inventar. Hasta su fallecimiento en 2016, a los 96 años, Fischer continuó diseñando soluciones innovadoras en su taller.
El impacto de Fischer Holding va más allá de sus productos. La empresa se ha comprometido con la sostenibilidad y la innovación tecnológica, desarrollando materiales más ecológicos y procesos de fabricación eficientes. Este compromiso refleja los valores del propio Artur Fischer, quien siempre buscó mejorar el mundo de manera práctica y responsable.
Un legado inmortal
Artur Fischer no solo acumuló patentes, sino que también marcó una forma de pensar y actuar. Su frase “No se inventa lo que no se tiene, sino aquello con lo cual uno ha jugado” encapsula una filosofía basada en la creatividad, la observación y la resolución de problemas. A pesar de su impresionante trayectoria, Fischer mantuvo siempre un perfil bajo, evitando el estrellato mediático y prefiriendo que sus inventos hablaran por sí mismos.
La contribución de Fischer al mundo de la invención no puede ser subestimada. Con un enfoque inquebrantable en la utilidad y la simplicidad, demostró que las ideas más brillantes no siempre son las más complejas. Hoy, su obra sigue vigente en cada hogar donde se fija un estante, se corta un huevo duro o un niño construye un modelo con Fischertechnik. Fischer demostró que la verdadera genialidad reside en mejorar la vida de las personas con soluciones simples y accesibles. Su historia es un recordatorio de que incluso las ideas más pequeñas pueden dejar un impacto enorme en el mundo.
La figura de Artur Fischer no solo representa a un inventor prolífico, sino también a un visionario que supo entender las necesidades de su tiempo y anticiparse al futuro. Su vida y obra son una inspiración para quienes creen en el poder transformador de la creatividad y la perseverancia.
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