La panadería Limmatbeck AG, con seis locales en Zúrich y Argovia, cerró sus puertas de un día para otro y dejó en la calle a 55 empleados. La noticia, confirmada por el portal Inside Paradeplatz, causó sorpresa en todo Suiza y desató un aluvión de mensajes de pesar en redes sociales. “Una época se terminó”, escribió un usuario en Instagram; otro lamentó que “una panadería más desaparezca”. El episodio es apenas un ejemplo de una tendencia que viene arrasando con el oficio.

Una desaparición sostenida
En el valle de Diemtigtal, en el Oberland bernés, llegó a haber ocho panaderías familiares; hoy no queda ninguna. En Dachsen, en el cantón de Zúrich, la última panadería cerró este verano. Y en Thalwil, un negocio manejado por la familia Kölliker durante seis generaciones bajó la persiana después de 190 años de actividad. La lista sigue: en Basilea, la histórica Spalebegg cerró tras más de un siglo de historia.
El declive de las panaderías también erosiona el rol social de esos locales como puntos de encuentro barrial.
La magnitud de la crisis
Los números del Sindicato de Panaderos y Confiteros de Suiza (SBC) muestran con crudeza el panorama. En el 2000, la entidad contaba con 2.500 afiliados. Hoy son poco más de 1.200. En un cuarto de siglo desaparecieron unas 1.300 panaderías, lo que equivale a decir que casi cada semana un comercio cerró definitivamente.
Claudia Vernocchi, vicedirectora del SBC, explicó a la radiotelevisión suiza SRF que los motivos son múltiples: “Se mezclan problemas financieros, dificultades con las ubicaciones y, en muchos casos, la falta de sucesores en empresas familiares”. No obstante, aclaró que “también existen panaderías que funcionan con gran éxito”, aunque admitió que son las menos.

La competencia del “pan rápido”
Más allá de las finanzas, la competencia es feroz. Los supermercados, las estaciones de servicio y los grandes descuentos multiplicaron en los últimos años la oferta de productos de panadería. Pero el factor más disruptivo es la importación masiva de masas congeladas.
Según datos oficiales, en 2024 entraron en Suiza más de 161.000 toneladas de estos productos, un 50 % más que diez años atrás. Con esa base, cadenas y pequeños locales pueden ofrecer pan, medialunas o pizzas a menor costo que las panaderías artesanales. “Los importados son un problema porque compiten directamente con lo que producimos a mano en nuestros obradores”, señaló Vernocchi.
La desaparición de panaderías no solo implica la pérdida de empleo, también de identidad cultural.
Una medida de transparencia
Ante este escenario, el gobierno federal dispuso a comienzos de 2025 una obligación de etiquetado que exige detallar el origen de los productos de panadería. La idea es que los consumidores distingan entre un pan elaborado localmente y otro hecho a partir de masas extranjeras. La esperanza del sector es que esa transparencia impulse a los clientes a volver a elegir lo artesanal.

El rol social de la panadería
El cierre de una panadería no significa solo la pérdida de empleos o de un negocio familiar. En muchos pueblos y barrios, ir a comprar pan forma parte de la vida cotidiana y genera espacios de encuentro informal. En las comunidades pequeñas, la panadería es punto de reunión, lugar de charla breve y nexo social.

Una tradición en jaque
En Suiza, el pan no es solo alimento, sino también identidad cultural. La diversidad de panes regionales, del Bürli al Zopf, forma parte del patrimonio gastronómico del país.
Por eso, la desaparición de panaderías tradicionales representa también la erosión de una práctica que, durante generaciones, unió a familias y comunidades.
La crisis del sector deja abierta una incógnita: ¿logrará el oficio reinventarse frente a la presión de la industria globalizada? La respuesta dependerá tanto de la capacidad de adaptación de los panaderos como de la decisión de los consumidores. Como dijo Vernocchi, “cada pan comprado en una panadería local es también un voto a favor de la tradición y de la comunidad”.





El artículo sobre el cierre de panaderías omite informar acerca de de dónde vienen las masas prefabricadas. ¿Qué países exportan esas masas? Sería interesante saber hasta qué punto la globalización mercantil mundial, y con ello, la capacidad del voraz capital que transforma tantas sociedades y tantos campos de vida es la causa de estos cambios. Por ahí una concientización de estos hechos ayudaría a superar sus efectos. Entonces el diario no solamente divulga una noticia, la de que cierran las panaderías en Suiza, sino que ayuda a comprender su alcance y quizás oponerse a esta perniciosa tendencia, pagando, en suma de cuentas, unos pocos Rappen más a la hora de comprar el pan. Como hace aquí quien compra su verdura en negocios asociados a “sabe la tierra”, por ejemplo.