Buenos Aires (AT) – Coastland, una fábrica en Zetel, Alemania, representa la primera nueva hilandería de lana fundada en el país en más de 50 años. En un contexto donde la mayoría de las fábricas textiles han cerrado o se han trasladado a países con mano de obra más barata, esta empresa desafía las tendencias globales al apostar por la calidad artesanal y la sostenibilidad. Heinz-Jürgen Gerdes, de 62 años, y su esposa Monika, ambos sin experiencia previa en la industria textil, decidieron dar un giro radical a sus vidas al adquirir los activos de una hilandería en quiebra en 2021.
“Dentro de una semana tuvimos que decidir si apostábamos por este proyecto,” explica Gerdes, quien anteriormente trabajaba como consultor empresarial. La decisión, aunque arriesgada, marcó el inicio de un nuevo capítulo para la producción textil en Alemania.
Tradición en movimiento
El corazón de Coastland está en sus máquinas, algunas con casi un siglo de antigüedad. Estas reliquias, que operan con tecnología analógica, permiten a la fábrica producir mantas, bufandas y cojines de lana virgen al 100 %, sin fibras sintéticas ni aditivos químicos. “Nuestras máquinas no son rápidas, pero son increíblemente robustas y adecuadas para nuestra escala de producción,” comenta Gerdes.
El proceso para crear una manta puede requerir hasta 40 pasos, algunos de los cuales se repiten hasta 18 veces. Una etapa clave es el “cardado”, donde las fibras de lana se extraen del tejido para darle suavidad y volumen. Aunque el método es laborioso, asegura que cada pieza cumpla con los estándares de calidad que Coastland promete.
Una conexión con el cliente
Coastland abre sus puertas al público, permitiendo que tanto turistas como locales vean de cerca el proceso de producción. Esta transparencia es parte de la filosofía de la empresa: “Las personas quieren saber cómo se hacen las cosas. Esto crea un vínculo emocional con el producto y con quienes lo elaboran”, señala Gerdes.
Este enfoque ha sido bien recibido, especialmente durante la pandemia de COVID-19, cuando la demanda de productos duraderos y de alta calidad como mantas de lana aumentó significativamente. Actualmente, Coastland fabrica cerca de 15.000 mantas al año, de las cuales la mitad se distribuye directamente al consumidor y el resto se vende a través de 170 puntos de venta en Europa.
El valor de “Made in Germany”
En un mundo donde el “Made in Germany” ya no es sinónimo exclusivo de excelencia debido a escándalos como el Dieselgate, Coastland busca redefinir este concepto. Para Gerdes, no se trata solo de calidad, sino también de responsabilidad social y sostenibilidad. “Cada producto debe ser un ejemplo de cómo podemos proteger el medio ambiente y promover la ética en la producción,” afirma.
La empresa no solo produce textiles de alta calidad, sino que también busca fomentar el uso de la lana como material sostenible en aplicaciones innovadoras, como aislantes térmicos y embalajes biodegradables. En colaboración con instituciones gubernamentales y universidades, Coastland investiga nuevas formas de aprovechar la lana alemana, que muchas veces termina desperdiciada.
El arte de lo analógico
Una de las características más fascinantes de Coastland es su maquinaria. Construidas en 1975, estas máquinas no funcionan con software moderno, sino con sistemas de tarjetas perforadas, una tecnología que se remonta a la Revolución Industrial. Este método, aunque lento, permite un control minucioso de los patrones y colores en cada pieza tejida.
“Las máquinas analógicas no son nostálgicas para nosotros; son herramientas perfectas para trabajar con un material natural como la lana,” explica Gerdes. Este enfoque asegura que cada producto sea único y que conserve las propiedades originales de la lana virgen.
Una apuesta por la sostenibilidad
Además de su compromiso con la calidad, Coastland pone un fuerte énfasis en la sostenibilidad. La lana utilizada es obtenida de manera responsable, y todo el proceso de producción se realiza con el menor impacto ambiental posible. Las mantas de Coastland, que se venden entre 89 y 370 euros, están diseñadas para durar décadas, fomentando un consumo más consciente y alejado de la mentalidad desechable.
“Nosotros no queremos producir en masa; queremos crear productos que sean apreciados por su durabilidad y su historia,” afirma Gerdes. Esta filosofía también conecta a la empresa con el movimiento global por la economía circular, promoviendo la reutilización y el reciclaje de materiales.
Un desafío en tiempos modernos
A pesar de su éxito inicial, Gerdes reconoce que la industria textil en Alemania enfrenta numerosos desafíos, desde la competencia con mercados de bajo costo hasta la falta de mano de obra especializada. Sin embargo, él y su equipo están decididos a preservar este legado cultural e industrial.
“La producción textil no es solo un trabajo; es una parte esencial de nuestra identidad cultural,” comenta Gerdes. Por esta razón, Coastland también se ha convertido en un punto de referencia para jóvenes interesados en aprender el arte de la fabricación textil, atrayendo a nuevos talentos que aseguren su continuidad.
El renacimiento de un arte
En solo tres años, Coastland ha demostrado que es posible combinar tradición e innovación en un mercado dominado por la producción en masa. La fábrica no solo produce mantas de lana; crea piezas que cuentan una historia y conectan a las personas con el valor del trabajo artesanal.
En palabras de Gerdes, “La lana es mucho más de lo que creemos. Tiene el potencial de reemplazar materiales sintéticos en muchas aplicaciones, y Coastland está aquí para demostrarlo.” Con esta visión, la empresa se posiciona como un ejemplo de cómo las pequeñas fábricas pueden prosperar al apostar por la calidad, la sostenibilidad y el respeto por las tradiciones.
Una lección desde Zetel
Coastland no es solo una fábrica de mantas; es un recordatorio de que en un mundo cada vez más industrializado, todavía hay espacio para la artesanía, la autenticidad y el compromiso con el medio ambiente. Desde sus máquinas centenarias hasta su visión de futuro, esta pequeña empresa alemana demuestra que el “Made in Germany” sigue siendo relevante, siempre que se combine con responsabilidad y pasión.
En un rincón de Zetel, entre hilos de lana y tarjetas perforadas, se está tejiendo algo más que mantas: se está preservando un legado cultural e industrial que podría inspirar a toda una nueva generación de fabricantes.
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