Buenos Aires (AT) – Estudiantes judíos y manifestantes se reunieron en el casco histórico de Viena para impedir que Walter Rosenkranz, presidente de la cámara baja del parlamento austríaco, dejara una ofrenda floral en homenaje a las víctimas de la Noche de los Cristales Rotos.
La presencia de Rosenkranz generó rechazo porque, a pesar de ocupar un cargo central, mantiene vínculos con una fraternidad de extrema derecha y en su pasado elogió a un fiscal nazi. Los manifestantes formaron un cordón humano, levantaron una pancarta con la frase “La palabra de los que homenajean a los nazis no vale nada” y se cruzaron en un tenso intercambio con el político.
En medio de la protesta, un manifestante confrontó a Rosenkranz: “No queremos que escupas en la cara de nuestros ancestros”. La respuesta del funcionario fue: “Me estás insultando”, mientras su escolta policial observaba el momento. Rosenkranz, al no poder avanzar, acusó a los manifestantes de utilizar la fuerza para bloquearlo y se retiró sin lograr su objetivo. Esta escena dejó expuesta la disputa latente sobre la presencia de figuras políticas con vínculos al pasado nazi en actos de memoria.
Otro acto sin el FPO
La Comunidad Religiosa Judía (IKG) decidió realizar su propio homenaje en un segundo monumento, sin la participación de miembros del FPO. Desde hace años, la IKG mantiene su política de no recibir a representantes de ese partido.
Esta distancia se relaciona con el pasado del FPO, partido que se fundó en la década del ‘50 bajo la dirección de un exoficial de las SS, lo que levanta cuestionamientos constantes sobre sus raíces y posiciones ideológicas.
La Noche de los Cristales Rotos: un quiebre en la historia de Europa
El 9 de noviembre de 1938, se desató en Alemania y Austria una ola de violencia conocida como la Noche de los Cristales Rotos, o Kristallnacht. Esa jornada y la madrugada siguiente, la furia nazi se descargó sobre la población judía con incendios, saqueos y ataques. Sinagogas fueron incendiadas y destruidas; vitrinas de comercios fueron destrozadas; cementerios y hogares, atacados sin freno. Miles de negocios judíos quedaron en ruinas, las calles llenas de vidrios rotos, imagen que marcó para siempre la memoria colectiva. Más de 30.000 judíos fueron arrestados y enviados a campos de concentración, en una acción que no solo buscaba infundir miedo, sino también avanzar hacia la eliminación del pueblo judío.
La Noche de los Cristales Rotos no surgió de la nada. Fue resultado de años de retórica y políticas antisemitas. Desde 1933, el régimen nazi había implementado medidas que restringían los derechos de los judíos, separándolos del resto de la sociedad. Sin embargo, el ataque de noviembre de 1938 marcó un punto sin retorno. Este acto mostró al mundo la brutalidad del régimen y anticipó las atrocidades que vendrían con el Holocausto. Fue un quiebre que reveló la verdadera intención del nazismo: eliminar a los judíos de la vida europea, no solo mediante leyes, sino también a través de la violencia masiva y organizada.
El detonante inmediato fue el asesinato de un diplomático alemán en París por un joven judío polaco, Herschel Grynszpan, cuyo acto desesperado buscaba llamar la atención sobre la situación de su familia, expulsada de Alemania junto con otros miles de judíos polacos. Las autoridades nazis aprovecharon este hecho como excusa para desatar la violencia, organizando un ataque sistemático. El régimen dirigió la Noche de los Cristales Rotos como un acto de “ira popular”, pero en realidad fue orquestado por la jerarquía nazi.
El impacto de la Noche de los Cristales Rotos fue profundo. Las naciones de Europa y el resto del mundo tuvieron un atisbo del peligro que representaba el nazismo. Aunque hubo condenas internacionales, la respuesta general fue tibia. Muchos países mantuvieron sus políticas de restricción para la inmigración judía, lo que dejó a miles de personas atrapadas sin salida. El evento, en lugar de detener las acciones nazis, impulsó un sentimiento de impunidad dentro del régimen, que comenzó a planificar medidas más extremas, como la Solución Final.
El legado de la Noche de los Cristales Rotos todavía se siente hoy. Representa el momento en que quedó claro que la comunidad internacional no estaba preparada para enfrentar la amenaza nazi. También puso en evidencia la necesidad de proteger los derechos humanos y prevenir la discriminación en todas sus formas. A nivel simbólico, recuerda cómo las palabras de odio pueden convertirse en actos destructivos y cómo la indiferencia o el silencio pueden permitir que las peores injusticias se desarrollen sin oposición.
(AT/Reuters)
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