lunes, 10 de marzo de 2025

Buenos Aires (AT) – El pasado 26 de febrero Francisco Wichter murió en su hogar de Villa Crespo, Buenos Aires. Tenía 99 años y era uno de los últimos sobrevivientes de la lista de Schindler, el grupo de judíos salvados del exterminio nazi por el empresario alemán Oskar Schindler. Su vida estuvo dividida en dos: la primera, en Polonia, bajo la sombra del Holocausto; la segunda, en Argentina, donde reconstruyó su destino y encontró su voz para narrar el horror vivido.

Nació el 25 de julio de 1926 en Maski, Polonia, en el seno de una familia judía. Creció en un entorno donde el antisemitismo comenzaba a ser cada vez más visible, pero su infancia transcurrió con la relativa normalidad de la época. Su padre, Jaim, era zapatero, y su madre, Faiga, se dedicaba al hogar y a la crianza de sus seis hijos. Faivel, como se lo conocía entonces, era un niño inquieto, curioso y con ganas de estudiar. La educación para él era un pilar fundamental, pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 truncó abruptamente todos sus planes.

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Francisco Wichter, el último sobreviviente argentino de la lista de Schindler, dejó un legado de memoria y testimonio.

Del silencio al testimonio

Durante casi 50 años, Wichter guardó silencio sobre su pasado. Había llegado a Argentina en 1947 junto a su esposa Hinda Zelegraut, también sobreviviente. Se establecieron en Buenos Aires y formaron una familia, pero nunca hablaban de lo que habían vivido. “Era su manera de seguir adelante”, contó su hijo Enrique en una entrevista.

Todo cambió en 1993 con el estreno de La lista de Schindler, la película de Steven Spielberg basada en el libro de Thomas Keneally. “Mi papá sintió que estaban contando su historia y decidió que era momento de hablar”, recordó su hijo. A partir de ese momento, Wichter comenzó a compartir su testimonio en colegios, conferencias y entrevistas, con la firme convicción de que el mundo debía conocer lo que ocurrió.

Sin embargo, llegar a ese punto no fue fácil. La culpa del sobreviviente pesaba sobre él. “Siempre sentí que no debía haber sobrevivido, que debía haber muerto con mi familia”, confesó en su libro Undécimo Mandamiento. No fue hasta que entendió la importancia de su testimonio que pudo superar esa barrera y comenzar a hablar.

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El estreno de La lista de Schindler (imagen) en 1993 llevó a Francisco Wichter a romper su silencio y contar su historia.

De Polonia a Argentina: una vida reconstruida

Francisco Wichter pasó por varios campos de concentración nazis antes de ser salvado por Oskar Schindler. En Plaszow, fue testigo del sadismo del comandante Amon Göth, el mismo que se hizo tristemente célebre por disparar a prisioneros desde su balcón. “A veces, la muerte llegaba de un disparo al azar. Otras veces, el simple hecho de mirar a un guardia a los ojos era una sentencia de muerte”, relató en una entrevista.

En 1945, con la liberación de los campos de concentración, Wichter quedó sin un país al que volver. Se refugió en Italia, donde conoció a Hinda. Juntos emigraron a Argentina, donde él se dedicó a la sastrería y abrió un negocio en la calle Uruguay al 300. Criaron dos hijos y vivieron en distintos barrios hasta instalarse definitivamente en Villa Crespo.

La Argentina de posguerra les ofreció una nueva oportunidad, aunque no estuvo exenta de dificultades. “Llegamos sin nada, sin idioma, sin dinero, sin familia”, contó en una entrevista. Pero encontraron una comunidad judía solidaria y, con esfuerzo, lograron salir adelante.

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En una foto del 25 de enero de 2021, Francisco Wichter y su esposa Hinda Zelegraut posan juntos, en la víspera del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Al día siguiente, Hinda falleció. Ese mismo año, Emilie Schindler, la esposa de Oskar, también murió.

El despertar de la memoria

Enrique Wichter recuerda con claridad el día en que su padre le regaló El arca de Schindler, el libro en el que se basó la película de Spielberg. “Estos fueron los lugares en los que estuve”, le dijo Francisco, sin más explicaciones. Para Enrique, fue una revelación. “Era la primera vez que nos hablaba de su pasado”.

Poco después, Francisco decidió ver la película. No fue una experiencia fácil. “Se salía y volvía a entrar a la sala. No podía verla de un tirón”, contó su familia. Pero la película fue un detonante. A partir de entonces, empezó a contar su historia en público, a escribir su libro Undécimo Mandamiento y a presidir la organización de sobrevivientes Sherit HaPleitá en Argentina.

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Emilie Schindler (izq.) junto a la periodista y biógrafa de la Familia Schindler, Erika Rosenberg. La esposa de Oskar, fue clave en la salvación de cientos de judíos, incluido Francisco Wichter. (Foto: Erika Rosenberg)

El legado de Schindler y su amistad con Emilie

Con el tiempo, Francisco conoció a Emilie Schindler, la esposa de Oskar. “Se hicieron muy amigos. Pasaban tiempo juntos, celebraban Pésaj, compartían comidas”, recordó Enrique. Para Francisco, Emilie fue tan clave como su esposo en la salvación de los judíos. “Ella se ocupaba de que no nos falte comida, de que tuviéramos abrigo”, dijo en una entrevista.

Schindler murió en 1974 y su tumba en Jerusalén se convirtió en un símbolo de resistencia. Francisco Wichter siempre sostuvo que “Schindler no era un héroe perfecto, pero hizo lo correcto cuando más importaba”.

Francisco, cuenta su hijo Enrique, no pudo ver La lista de Schindler de una sola vez: los recuerdos de su pasado lo abrumaron.

El peso de la memoria

A lo largo de los años, Wichter dio innumerables charlas en escuelas y centros culturales. “No quería que el Holocausto fuera solo un capítulo en los libros de historia. Quería que la gente entendiera que pasó de verdad, que lo vivió gente real”, dijo una vez en una conferencia.

En su libro Undécimo Mandamiento, dejó un mensaje claro: “Los que sobrevivan, no olviden contar lo que pasó con nosotros”. Esa frase la escuchó de su madre antes de que ella fuera asesinada. La convirtió en su misión de vida.

En sus últimos años, Francisco Wichter se preocupó por el avance de los discursos negacionistas. “Cada vez hay menos testigos directos, y eso es peligroso. Si olvidamos lo que pasó, estamos condenados a repetirlo”, advirtió en una de sus últimas entrevistas.

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En sus últimos años, Wichter dedicó su tiempo a educar sobre los horrores del nazismo y el antisemitismo.

El último adiós

Francisco Wichter falleció en su casa, rodeado de su familia. Dejó dos hijos, cinco nietos y diez bisnietos. “Se fue en paz, sabiendo que hizo su parte para que su historia no se pierda”, dijeron sus seres queridos.

Su legado vive en su testimonio, en su libro y en las personas que lo escucharon. “El mundo tiene la obligación de recordar”, decía siempre. Y él se aseguró de que así sea.

En su honor, su familia planea crear una fundación dedicada a la educación sobre el Holocausto y la lucha contra el antisemitismo. “Él nos enseñó que recordar no es suficiente, hay que educar y actuar”, concluyó su hijo Enrique.

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