En agosto, una excavadora que trabajaba en el barrio Nordviertel de Essen se topó con algo más que tierra y escombros. Bajo el cemento emergió un viejo refugio antiaéreo, construido para proteger a la población durante los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial. Pero en este caso, el refugio se había transformado en una trampa mortal.
Sebastian Senczek, arqueólogo de la ciudad, explicó que se trataba de un “deckungsgraben” —zanja cubierta con vigas o losas de hormigón— que en el verano de 1943 recibió un impacto directo. Allí murieron, según la investigación preliminar, miembros de una guardia local, trabajadores forzados y alumnos de una escuela primaria cercana. Entre los restos hallados había un culatín de fusil, el interior de un casco de acero, un botín infantil y fragmentos de huesos humanos pertenecientes, al menos, a tres personas.

Essen, una ciudad atravesada por refugios invisibles
Durante la guerra, Essen contaba con más de 20 búnkeres de hormigón visibles, pero el verdadero sistema de defensa civil incluía cientos de túneles, sótanos reforzados y zanjas cubiertas. Johannes Müller-Kissing, jefe de la oficina de patrimonio y arqueología municipal, admite que “nadie sabe exactamente cuántas eran, pero estimamos varios centenares”.
Algunos fueron construidos por el Reichsarbeitsdienst (Servicio de Trabajo del Reich) o por cuadrillas de trabajadores forzados. Otros, llamados “autoprotección”, fueron excavados por vecinos, a menudo con el conocimiento técnico de los mineros locales. Con el tiempo, muchas de estas estructuras quedaron sepultadas o fueron demolidas durante la reconstrucción de la posguerra.
El objetivo actual del equipo de Müller-Kissing es registrar y mapear el sistema completo de refugios, lo que él llama “hacer visible el sistema de protección civil” de la época.

Tecnología y azar para descubrir el pasado
Las búsquedas combinan el azar de los hallazgos fortuitos con métodos planificados. Uno de los recursos más útiles es el Lidar, un escaneo aéreo que detecta variaciones en el relieve y revela estructuras enterradas. Gracias a estas imágenes, los arqueólogos identificaron en un bosque del sur de Essen la base de una barraca que, durante la guerra, alojó a una cuadrilla encargada de excavar un túnel-refugio en la ladera.
En ese sitio hallaron herramientas, un zapato viejo y restos de una manguera de aire a presión usada para perforar roca. Son piezas menores, pero conforman el rompecabezas del entramado defensivo.
La ciudad busca mapear cientos de refugios olvidados bajo sus calles.
Graffiti, camas oxidadas y las primeras botellas de Fanta
La arqueología de la Segunda Guerra en Essen no solo revela restos bélicos: también expone huellas de la vida cotidiana bajo el asedio. En 2024, un vecino señaló a los arqueólogos la entrada a un viejo túnel donde había jugado de niño. Dentro encontraron inscripciones, dibujos y consignas propagandísticas como “Feind hört mit” (“El enemigo escucha”).
Entre los objetos, dos botellas intactas de Fanta con fechas de 1940 y 1943 llamaron la atención. El hallazgo se conecta con un capítulo poco conocido: en plena guerra, la escasez de insumos para Coca-Cola llevó a crear en Essen un sustituto hecho con suero de leche, restos de manzana y concentrados importados de Italia. El nombre, derivado de “fantasía”, quedó grabado en la historia de la industria.

Una arqueología que interpela a los vecinos
La llamada “arqueología de la modernidad” en Essen tiene su origen en el trabajo del exarqueólogo municipal Detlef Hopp, quien entendió que la historia industrial y bélica de la ciudad merecía tanta atención como la romana o medieval. Su sucesor, Müller-Kissing, profundizó en la especialidad de búnkeres y refugios, atrayendo a un público amplio a charlas y visitas guiadas.
Según él, “no vienen fanáticos de memorabilia militar, sino vecinos que quieren entender cómo vivieron la guerra sus padres o abuelos”. Muchas pistas llegan por testimonios orales, que luego guían las excavaciones.
Restos humanos: la dimensión más sensible
El hallazgo en Nordviertel no solo tiene valor histórico. Los restos óseos fueron entregados al Ruhr-Museum para estudios antropológicos. Senczek confirmó que pertenecen a tres individuos, pero sospecha que las víctimas fueron más. El objetivo ahora es identificar a esas personas, 80 años después del ataque.
La recuperación de restos plantea un dilema ético y memorial: cómo equilibrar el estudio científico con el respeto por las víctimas y sus descendientes.

El valor de documentar
Cada zanja, túnel o refugio recuperado aporta información para reconstruir la geografía de la guerra en Essen. No se trata solo de catalogar estructuras: es un ejercicio de memoria colectiva. Como resume Müller-Kissing, “estos lugares hablan del miedo, la resistencia y la vida bajo las bombas”.
Cada refugio recuperado es un fragmento de la memoria colectiva de la ciudad.
Un espejo para la Argentina
Aunque los contextos sean distintos, la experiencia de Essen tiene resonancia para la Argentina. El trabajo de arqueología urbana en escenarios de conflicto recuerda a las tareas de recuperación y documentación de sitios vinculados al terrorismo de Estado o a episodios de violencia política en el país. En ambos casos, la preservación de la memoria material —restos, inscripciones, objetos— contribuye a narrar la historia de forma tangible y verificable.
Para las comunidades de origen alemán en la Argentina, estas excavaciones no son ajenas: muchos de sus ancestros vivieron o escucharon relatos de esos refugios y bombardeos. Ver cómo una ciudad como Essen enfrenta su pasado bélico es también una invitación a reflexionar sobre cómo se construye y preserva la memoria histórica, más allá de las fronteras.




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