Buenos Aires (AT) – La aplicación de inteligencia artificial (IA) en el sistema judicial alemán ha despertado preocupación entre intérpretes y traductores especializados. En una reciente jornada profesional celebrada en el Palacio de Justicia de Núremberg, expertos coincidieron en que, aunque las herramientas tecnológicas pueden asistir, nunca deberían reemplazar la intervención humana en contextos sensibles.
Ralf Lemster, traductor técnico con más de 25 años de experiencia, señaló que utiliza programas informáticos para agilizar su trabajo. “Claro que los sistemas han mejorado, pero hay que mirar con cuidado cuándo usarlos y cuándo no”, explicó. Según dijo, no es lo mismo traducir un correo trivial que una acusación penal. “Hay una diferencia enorme”, advirtió.

Errores con consecuencias judiciales
En el ámbito judicial, la precisión en la interpretación no es un lujo, sino una exigencia. Un error de traducción puede derivar en sentencias equivocadas. Así lo explicó la intérprete judicial Karin Heese: “Si confundo ‘robo’ con ‘hurto’, o ‘homicidio en grado de tentativa’ con ‘intento de asesinato’, estamos hablando de varios años de prisión de diferencia”.
Heese remarcó que los intérpretes deben captar tonos, emociones, pausas y matices del lenguaje corporal que una máquina no puede procesar. “El acusado habla distinto al perito, y distinto al testigo o al juez. Hay que percibir la emoción, el contexto. Eso la IA no lo entiende todavía”, afirmó.

Lo que la máquina no puede leer
El consenso entre los profesionales es que la IA carece de intuición y comprensión contextual. Lemster lo resumió así: “Todo lo que hace la máquina es un cálculo de probabilidades. No tiene conciencia del resultado. Nosotros trabajamos con conocimiento y con conciencia. Eso, la IA no lo tiene”.
Además, se alertó sobre los riesgos en el manejo de datos. Muchas herramientas de traducción automáticas no garantizan que la información no sea almacenada en servidores externos, lo que representa un problema serio cuando se trata de documentos confidenciales o sensibles.

¿Qué es exactamente la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial es una rama de la informática que busca crear sistemas capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana. Estas incluyen comprender el lenguaje, razonar, aprender de la experiencia y tomar decisiones.
Uno de los avances clave ha sido el desarrollo de redes neuronales artificiales, estructuras que imitan el funcionamiento del cerebro humano. Estos sistemas aprenden a partir de grandes volúmenes de datos y pueden reconocer patrones complejos, como los que se encuentran en la voz o la escritura.
En el campo de la traducción, la IA ha hecho enormes progresos. Herramientas como los traductores automáticos utilizan modelos de lenguaje entrenados con millones de ejemplos. Son útiles para textos simples o tareas cotidianas, pero siguen fallando al interpretar ambigüedades, ironías o referencias culturales.

Una herramienta, no un reemplazo
Tanto Lemster como Heese coincidieron en que la IA puede ser útil como apoyo, pero no como reemplazo. En la conferencia en Núremberg, los participantes describieron a los sistemas automáticos como “pasantes digitales”: pueden hacer tareas preliminares, pero siempre deben ser supervisados por un profesional.
La conclusión fue unánime: en contextos judiciales, donde la vida, la libertad o la reputación de una persona están en juego, no hay margen para delegar completamente en una máquina.

El desafío ético y profesional
Más allá de la eficacia técnica, el debate sobre IA en la justicia atraviesa un dilema ético. ¿Hasta qué punto se puede confiar en una herramienta que no distingue el sarcasmo, el miedo o la duda? ¿Quién es responsable si un error de traducción automatizada termina perjudicando a un imputado?
Para los especialistas, la respuesta es clara. El ser humano debe tener siempre la última palabra. “La inteligencia artificial es útil, sí. Pero el juicio, la empatía y la responsabilidad no se pueden programar”, concluyó Heese.

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