La selección alemana de fútbol ganó por 3 a 1 en Colonia y evitó una nueva catástrofe en el inicio de la clasificación al Mundial 2026. En un partido cargado de nervios y silbidos, el protagonista inesperado fue Nadiem Amiri, hijo de refugiados afganos y blanco frecuente de insultos racistas, que volvió al equipo nacional y lo rescató con un gol decisivo.

Bajo presión en Colonia
La derrota 0-2 frente a Eslovaquia había dejado a la Mannschaft contra las cuerdas. Julian Nagelsmann, cuestionado por la falta de reacción del plantel, hizo cinco cambios de arranque y relegó al banco a figuras como Jonathan Tah y Leon Goretzka.
El inicio pareció auspicioso: Serge Gnabry abrió el marcador a los 7 minutos y disipó, por un rato, el murmullo de las tribunas. Sin embargo, el dominio se diluyó rápidamente. Irlanda del Norte ganó terreno y, a los 34 minutos, Isaac Price marcó el empate. El abucheo en el entretiempo fue un mensaje directo al entrenador y a sus jugadores: la paciencia de los hinchas estaba agotada.

El ingreso del héroe improbable
Con la pelota monopolizada (80 % de posesión) pero sin profundidad, Alemania no encontraba caminos. Recién a la hora de juego Nagelsmann movió el banco y mandó a la cancha a Maximilian Beier y a Nadiem Amiri.
El efecto fue inmediato. Con mayor movilidad y decisión en el ataque, el equipo se instaló en el área rival. A los 69 minutos, Amiri definió con precisión para establecer el 2-1 y desatar el alivio. Tres minutos más tarde, Florian Wirtz selló el 3-1 que dio aire a todo el cuerpo técnico.
“Fue un triunfo trabajado, pero lo más importante es que recuperamos confianza”, dijo Nagelsmann en la conferencia pospartido. El DT también elogió a Amiri: “Entró con hambre, cambió la energía y nos dio el gol que necesitábamos”.
La historia detrás del gol
El recorrido personal de Amiri otorga un peso especial a su actuación. Nacido en Ludwigshafen en 1996, es hijo de una familia que huyó de Afganistán en los años 80 escapando de la guerra. Creció entre la presión de la integración y el sueño de convertirse en futbolista. Se formó en la academia del Hoffenheim y debutó en la Bundesliga en 2015, a los 18 años.
Hoy, con más de 200 partidos en primera división y pasos por Bayer Leverkusen y el Genoa italiano, Amiri es referente en el Mainz 05. Allí encontró continuidad y un rol de liderazgo como mediocampista de contención y organizador de juego.

Víctima de los insultos racistas
El jugador no solo carga con la responsabilidad deportiva, sino también con el peso de la discriminación. Hace apenas unas semanas, después de un golazo de tiro libre en la Copa de Alemania contra Dynamo Dresden, fue víctima de insultos xenófobos en redes sociales, dirigidos a él y a su madre.
“No hay más palabras para personas como esta”, escribió en Instagram, visiblemente indignado. El club Mainz reaccionó de inmediato: anunció que apoyará a sus futbolistas en acciones legales contra los responsables y denunció la escalada de mensajes racistas en los estadios y en Internet.
El caso de Amiri no fue aislado. Otros jugadores, como el francés Arnaud Nordin, compañero suyo en Mainz, también sufrieron ataques. La Federación Alemana de Fútbol investiga incidentes similares en partidos de Leipzig, Potsdam y Essen.

De promesa juvenil a sostén del equipo
Amiri ya había mostrado su calidad en 2017, cuando integró el equipo sub-21 que se consagró campeón de Europa. Allí compartió plantel con Serge Gnabry, Joshua Kimmich y Niklas Süle. Su debut con la selección mayor llegó en octubre de 2019, en un amistoso contra Argentina.
Sin embargo, sus apariciones con la Mannschaft fueron esporádicas. Tras cuatro años de ausencia, Nagelsmann lo volvió a citar en marzo de este año. Ahora, su actuación contra Irlanda del Norte lo reposiciona como alternativa confiable en un mediocampo en transición.
Entre el racismo y la esperanza
El gol de Amiri no solo significó tres puntos. Fue un símbolo. En un país que discute a diario sobre integración, xenofobia y diversidad, que el hijo de refugiados afganos sea quien rescate a la selección tiene un valor social que excede lo deportivo.
“Cada vez que me pongo la camiseta de Alemania, quiero demostrar que pertenezco”, declaró Amiri en diálogo con la prensa alemana. Sus palabras resuenan en un contexto de creciente tensión, pero también de reconocimiento hacia aquellos que, como él, eligieron responder con trabajo, talento y resiliencia.

Lo que viene
La victoria en Colonia dejó a Alemania con el control de su destino en el Grupo A de las eliminatorias. El próximo 10 de octubre enfrentará a Luxemburgo en Sinsheim y, tres días después, visitará a Irlanda del Norte en Belfast. Por lo pronto, Amiri se ganó un lugar en la conversación y, sobre todo, en la memoria de los hinchas que lo vieron transformar silbidos en aplausos.



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