Múnich – Eran intolerables antes, y lo siguen siendo aún más después del asesinato de Navalny -no es el primer asesinato cometido en el país o en el extranjero que se puede atribuir a Putin-: las voces oportunistas que, tras un compromiso podrido con el régimen asesino de la Unión Soviética, apuestan a sangre fría por el revisionismo y la restauración de una Rusia imperial
A Putin no solo le preocupa Ucrania. La presencia destructiva de Rusia en Asia Central, en los países árabes. En el mundo, en África y América Latina, aquí y allá con sus propias tropas o mercenarios, sus ataques cibernéticos contra objetivos de importancia sistémica en el mundo occidental, las campañas masivas con falsas verdades en Internet, todo apoyado por Corea del Norte e Irán (y tolerado activamente por otros), todo lo deja claro: no es solo la expansión del espacio vital de Rusia hacia Occidente, Lo que Putin y su régimen, que está apostando al caos en el mundo occidental, se esfuerzan por destruir la libertad y la democracia, el Estado de derecho y el orden internacional basado en reglas.
Ucrania es solo el ejemplo más visible de la brutalidad y la determinación con la que Putin está dispuesto a actuar. Le seguirán otras víctimas. Se le han caído todos los escrúpulos, toda la dignidad que está tan contento de reclamar para Rusia, le ha robado a su país y a sus ciudadanos.
Navalny también era nacionalista, pero quería una Rusia diferente. Este sueño, esta esperanza, esta voz fue silenciada ayer después de una larga y firme autoafirmación.
Depende de nosotros no olvidar el mensaje de esta voz. La libertad y la democracia no son el fin de la historia, deben ser defendidas con determinación y energía todos los días. Cambiar este mundo por un mundo de subyugación y opresión no es una alternativa viable.
La voz de su esposa, Yulia Navalnaya, en la Conferencia de Seguridad de Múnich ayer ha sido conmovedora e inquietante.
Dr. Ulrich Sante,
Ambassador (ret.), presente en la 60. MSC
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