viernes, 22 de marzo de 2024

Buenos Aires (AT) – Antes de la Segunda Guerra Mundial, Suiza no contaba con antecedentes en el campo de la criptografía. Sin embargo, un conjunto de expertos en matemáticas e ingeniería se embarcó en el desarrollo de su propio dispositivo de cifrado en medio del conflicto. Este dispositivo, bautizado como Nema, abreviatura de Neue Maschine (Nueva Máquina), vio la luz durante aquel periodo.

La disponibilidad de Nema para las fuerzas armadas suizas se materializó en 1948 y su uso se prolongó hasta la década de 1970. No obstante, no fue sino hasta 1992 que su existencia se desclasificó, y en 1994 se puso a la venta para cualquier interesado.

La increíble historia de Nema

Según informa swissinfo.ch,  para comprender el origen de Nema es necesario retroceder a la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército suizo utilizó la máquina cifradora alemana Enigma, en una versión especial conocida como Modell K, donde la letra K hace referencia a “comercial”. Sin embargo, esta máquina presentaba algunas deficiencias, entre ellas la ausencia de un tablero de conexión en su parte frontal.

Paul Glur, un experto suizo de la época, señaló en 2001: “Habíamos descuidado por completo el tema de la encriptación después de la Primera Guerra Mundial”. Fue solo poco antes del estallido de la guerra que Suiza comenzó a trabajar intensamente en sus propios dispositivos, los cuales representaban lo último en tecnología. En 1938, Suiza recibió su primer lote de 238 máquinas Enigma, aunque un pedido posterior quedó sin cumplir.

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Nema, la máquina que compitió con Enigma.

Al inicio de la guerra, los servicios de inteligencia suizos recibieron informes sobre intrusiones en las frecuencias de radio, atribuidas al uso no autorizado de dichas frecuencias. Además, algunas partes del cableado del rotor no habían sido cambiadas, lo que facilitó que Alemania pudiera descifrar las comunicaciones.

En un principio, la División de Tecnología de Defensa tenía la intención de replicar Enigma. Sin embargo, los expertos contratados para el proyecto abogaron por un diseño completamente nuevo, propuesta que fue aceptada. Los responsables de este desarrollo fueron Hugo Hadwiger, Heinrich Emil Weber y Paul Glur. Hadwiger, profesor de matemáticas en la Universidad de Berna, contaba entre sus alumnos con Paul Glur.

Estos expertos lograron identificar algunas de las debilidades de Enigma, lo que resultó crucial para romper su código. El proceso culminó con el desarrollo de Nema, cuyo modelo final se completó a principios de 1945.

La producción de Nema fue encargada a Zellweger AG, una empresa con una larga trayectoria en telecomunicaciones y tecnología inalámbrica. La primera serie de máquinas se terminó en 1947 y se puso en funcionamiento al año siguiente. Se fabricaron un total de 640 dispositivos de tres tipos diferentes, destinados a prácticas, uso en guerra y comunicaciones diplomáticas. La diferencia principal radicaba en la construcción de las ruedas, una de las cuales actuaba como reflector, permitiendo así que Nema fuera tanto una máquina de cifrado como de descifrado.

Sin embargo, una debilidad inherente tanto a Enigma como a Nema era que una letra no podía cifrarse como ella misma. Esta vulnerabilidad no fue reconocida hasta 1977, con la publicación del libro “El Ultra Secreto”, que reveló cómo Inglaterra y los Aliados lograron descifrar Enigma durante la Segunda Guerra Mundial.

Las principales diferencias entre Nema y Enigma

Nema, aunque similar a Enigma en muchos aspectos, presentaba diferencias importantes. Contaba con un teclado, una pantalla interna con un panel de lámparas y un conjunto de ruedas más complejo, lo que aumentaba bastante su seguridad. Sin embargo, su uso requería de dos personas: una para ingresar el mensaje a cifrar o descifrar, y otra para interpretar los resultados y transcribirlos utilizando el código Morse. Este proceso, aunque efectivo, era tedioso y propenso a errores.

A pesar de estas limitaciones, Nema fue considerada segura según los estándares de su época. Fue utilizada por las fuerzas armadas suizas hasta finales de la década de 1950 y para comunicaciones diplomáticas hasta 1976. Con el avance de la tecnología, surgió una nueva generación de dispositivos más rápidos, como el KFF-58, entregado en la década de 1950 y adoptado por el ejército suizo en 1958.

A día de hoy, Nema es un objeto de colección altamente valorado, con precios que oscilan entre 5.000 y 10.000 francos suizos. Su historia ejemplifica cómo las Fuerzas Armadas Suizas pudieron desarrollar una máquina cifradora robusta y efectiva en momentos críticos. Aunque Nema nunca se ofreció internacionalmente por razones de seguridad, su legado perdura en museos y colecciones privadas en todo el mundo.

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