Un poco de estimulación por parte de su entorno y mucho de su propia curiosidad hicieron que Martín Pedreira pudiera perseguir y cumplir su sueño. Hoy, a sus 38 años, desde la Berlín que ama puede decir con orgullo que trabajó para la película Avengers Age of Ultron, la multi premiada serie Game of Thrones y otras producciones de renombre.
Sus papás se separaron cuando él era muy chico y debido a ello repartió su infancia entre el barrio porteño de Flores y la localidad bonaerense de Gerli, en el partido de Avellaneda, cerca de la cancha de su amado Racing Club.
Y quizá la génesis del profesional de composición digital y efectos visuales nació en el sur del Conurbano bonaerense. Todo comenzó cuando iba de chico a la casa de Alberto, su papá.
“Él era diseñador gráfico y tenía una suerte de ‘minivideoclub’ (colección) de películas de ciencia ficción. Allí jugaba al Marathon en su computadora Macintosh de Apple. En ese entonces, tuve mi primer contacto con programas como Illustrator y Photoshop. Mi viejo me introdujo al cine, al diseño y al arte”, recuerda en diálogo con Argentinisches Tageblatt.
Le encantaba jugar al Command and Conquer y Mortal Kombat II, pero aún no había un lugar donde formarse en videojuegos. “En esa época, no sabías qué software usar. Hoy es todo mucho más simple: cualquier persona puede descargarse un Unity o un Unreal Engine (programas de desarrollo de videojuegos)”, sostiene.
Pasión por lo visual, por poner cosas en una pantalla tenía. Su amor por el cine y un diminuto aviso en el diario Clarín hicieron el resto. “Publicitaban un curso de diseño multimedial y efectos especiales. Era un terciario de Almagro llamado FX. Tenía apenas 21 años y ni bien abrí la puerta me recibieron muñecos en tamaño real de las sagas de Terminator, Depredador y Alien. Ni terminé de leer el plan de estudios y le dije a la mujer que atendía ‘Anotame’. Mis calificaciones eran todas 9 ó 10. Era un nerd asqueroso, terminé siendo el abanderado del lugar”, añade con humor y la pasión a flor de piel.
Primeros trabajos en Buenos Aires
Gracias a la recomendación de un docente de ese instituto, Martín consiguió trabajo en una productora audiovisual, donde hacía publicidades para Garbarino. “Al principio eran animaciones rudimentarias de los electrodomésticos en 2D y fuimos poniéndole onda, cambiamos a cosas más copadas, llevándolo para el lado del 3D”, recuerda.
La evolución de la industria de los efectos visuales cobró un auge único en coincidencia con el cambio de milenio. Los equipos de trabajo crecieron en cantidad y en calidad. “Fue entonces cuando la industria comenzó a especializarse. Hice un curso de nueve meses en el terciario Image Campus en Buenos Aires. Ahí puse las manos en Nuke, algo que es un milestone (hito) en mi carrera”.
Ese programa cambió todo su paradigma de trabajo. Abandonó las capas (layers) del video y pasó a trabajar con nodos. “Era un software imposible de conseguir. No existía pirata, era exclusivo de Hollywood, no estaba ni en el mejor estudio de efectos visuales de Argentina. Investigando descubrí que lo que yo estaba haciendo composición digital y necesitaba esa herramienta”.
En 2003, luego de un intercambio de e-mails, Martín conoció personalmente a quien fue su pareja, Melisa. Luego de siete años de noviazgo, y distintos pasos en su carrera, contrajo matrimonio. Una relación que marcaría su vida.
Gracias a Leonardo “Leo” López, el actor que tras encarnar a Guille en Cebollitas (1997) eligió el detrás de cámaras, Martín llegó a trabajar para la productora de Sebastián Ortega. “Para Los Exitosos Pells (2008) me pidieron montar el logo del canal ficticio en un edificio real. Como había hecho las aperturas, sabía laburar en Maya, After Effects y demás, me las ingenié. Las partes de efectos visuales la aprendí on the go, mientras las hacía. Me encantaba montar algo que no existe en algo que había sido filmado”.
Paralelamente, de trabajar en tiras locales pasó a colaborar en videoclips para artistas de la talla de Charly García y en películas como Corazón de león (2013). Mientras se formaba, Martín seguía mirando al Norte, su norte. Admiraba la profesionalización de su área de trabajo y se imaginaba trabajando dentro de la industria.
“Hollywood encara las cosas con seriedad. Los dinosaurios de las Jurassic Park o los monos del Planeta de los Simios tienen modelos de huesos y músculos. Se escriben ‘ papers científicos’ sobre el procesamiento de la imagen, efectos de las lentes. Es un mundo gigante”, destaca.
Alemania, separación y nuevo comienzo
Hacia 2013 a Melisa se le presentó una oportunidad de crecimiento académico y profesional: le otorgaron una beca en Maguncia para realizar una maestría en Comercio Internacional. Por este motivo, ella viajó en septiembre de ese año. Martín en cambio debió resolver algunas cuestiones y se demoró seis meses. “La cursada del nivel A1 de alemán y la obtención de la visa de reunificación familiar me llevó algún tiempo: recién pude ir en febrero 2014”, recuerda.
Así, la pareja pasó de una tradicional rutina de casados en el barrio porteño de Villa del Parque a la vida en una residencia universitaria, rodeados de estudiantes y el fervor de la celebración. Pero esa realidad duró lo mismo que un suspiro: “A la semana de haber llegado, ella me dejó. Sentí como si me hubiesen matado”.
Esa separación abrupta fue como un renacer, un nuevo comienzo. “Sólo tenía mi valija y mi laptop. Pensé muchas veces en volver a la Argentina, pero le había dejado mi departamento a unos amigos. No tenía pasaporte europeo, solo una work and holidays. Y en ese entonces prioricé valorar la visa que había logrado”.
Mientras iba buscando su lugar, Martín se volvió un trabajador independiente, siguió a rajatabla todo lo que implica cumplir con la reglamentación alemana. ”Tuve que luchar con el tramiterío, tuve que demostrar todo, aquí no hay lugar para el chanchullo. Funciona todo, sí; pero tenés que luchar con la burocracia local que tiene muchos grises. Pero al fin y al cabo, vale la pena”, reflexiona.
Previo a la pandemia de Covid-19, toda la industria de efectos visuales, como tantísimas otras, requería del trabajo presencial. “Así comencé en un pequeño estudio de efectos visuales en Topalsson, en Múnich. Luego pasé al headquarters (oficinas principales) del gigante alemán Trickster. Allí hice algunos laburos para la película Avengers Age of Ultron (2015)”.
Tras ese primer paso, la industria de los VFX llevaron a Martín a distintos lugares: República Checa, Suecia, nuevamente Múnich, Stuttgart, Praga, Berlín, y varios más. Una cosa llevó a la otra.
“Después de haber laburado en Capitán América 3 (2016), me convocaron para trabajar en Game of Thrones. Si bien ya había llegado a Hollywood con Avengers, con GoT fue como cumplir el sueño, como si gritara: ‘Llegué’. Luego de un año de dar vueltas en Europa, tenía en mi pantalla a Daneris y un dragón en mi pantalla. Algo que iban a ver millones de personas”.
Después de colaborar en tres episodios de Game of Thrones, Martín celebró haber alcanzado una preciada doble ‘e’, a 10 minutos de la estación central y del Mercedes Benz Arena. Sin embargo, advierte que los cambios en las metrópolis no son para cualquiera.
“Me estabilicé y establecí en Berlín. Ya había vivido en esta ciudad durante un año, en momentos que no tenía un lugar fijo. En 2019 decidí quedarme. Luego el ‘corona’ me ayudó a ver que la decisión había sido correcta. Berlín es una ciudad artística, vanguardista, pero que de a poco se ha ido gentifricando”.
Para la película Black Panther (2022), Martín también contribuyó con su trabajo en distintas escenas. “Me pidieron hacer unos planos en los que como primera medida tuve que recortar el personaje del fondo, luego agregarle a un rooftop una serie de elementos generados por computadora. Finalmente sumarle el arte al suelo de todo el lugar. Fueron cerca de tres meses de trabajo para algo que el espectador aprecia en menos de un minuto”, resume.
Hoy nueve años de haber aterrizado en Alemania, de haber crecido tanto personal como profesionalmente, Martín celebra estar dónde está. Y, con la experiencia que le confirieron los años, deja una recomendación para todas aquellas personas que quieren radicarse en esa ciudad: “Siempre me repito: ‘Que bueno que no me volví’. Europa es un lugar donde siempre vale la pena vivir, pero hay que tener todos los papeles en orden”.
Diego Cioccio
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