Durante décadas, el papel de los dentistas alemanes bajo el régimen de los nazis permaneció en silencio. Solo estudios recientes revelaron que una gran parte de estos profesionales participó activamente en crímenes de guerra, experimentos humanos y saqueos en los campos de concentración.
Esta semana, la Sociedad Alemana de Medicina Dental, Oral y Ortodóncica (DGZMK) realizó en Berlín su primera ceremonia de memoria para reconocer oficialmente esa complicidad y rendir homenaje a las víctimas.
Un pasado doloroso
El acto tuvo lugar en la Universidad Humboldt de Berlín. Allí, representantes del sector odontológico reconocieron públicamente su “responsabilidad profesional” en las prácticas del nazismo. “Debemos aprender de la historia y rechazar toda forma de antisemitismo y desprecio por la humanidad”, expresó Martin Hendges a The Guardian, presidente de la asociación nacional de dentistas del seguro médico público.
Los resultados de investigaciones impulsadas en los últimos años por el propio ámbito médico confirmaron que más del 60% de los profesores y catedráticos de odontología durante el Tercer Reich integraron el Partido Nazi, entre ellos ocho de los nueve presidentes de la DGZMK. En conjunto, alrededor del 55% de los dentistas del país pertenecía al partido, una proporción mucho mayor que la de los médicos o maestros de la época.
Según Dominik Groß, director del Instituto de Historia, Teoría y Ética de la Medicina de la Universidad de Aquisgrán, más de 300 dentistas sirvieron en la Waffen-SS, la fuerza militar de élite del régimen. De ellos, cerca de un centenar participaron directamente en los campos de concentración, donde se encargaron de extraer el oro dental de los prisioneros muertos y, en muchos casos, también de los vivos. El metal era fundido y utilizado para financiar la maquinaria de guerra alemana.
El horror en los campos
Entre los testimonios documentados figuran casos de extrema brutalidad. Georg Coldewey, por ejemplo, realizaba extracciones sin anestesia y robaba coronas de oro a las víctimas antes de asesinarlas. Willi Jäger, otro dentista del régimen, amputaba extremidades de prisioneros con fines experimentales y luego los mataba con inyecciones letales.
Los odontólogos también participaron en las “selecciones” de los campos, colaborando en la decisión sobre quién debía morir de inmediato y quién sería destinado al trabajo forzado. Otros médicos dentistas ordenaban esterilizaciones obligatorias a pacientes con labio leporino o paladar hendido, bajo la falsa premisa de “mejorar la raza”.
Tras el fin de la guerra, solo quince dentistas fueron condenados a muerte por crímenes de lesa humanidad. La gran mayoría logró continuar sus carreras sin sanción alguna. Las investigaciones recientes revelaron que muchos de ellos siguieron ejerciendo en universidades, clínicas privadas o cargos públicos sin interrupción.
Groß explicó que, aunque la mayor parte de su trabajo académico se publicó en 2019, la pandemia retrasó la ceremonia conmemorativa. Desde entonces, se sumaron nuevos hallazgos que ampliaron la magnitud de la complicidad profesional.
Un reconocimiento tardío
La DGZMK ya había publicado un pedido de disculpas en 2019, cuando se difundieron los primeros resultados de la investigación. Sin embargo, la ceremonia de este miércoles buscó dar un paso más y enfrentar el pasado de manera abierta y autocrítica.
Los estudios también rescataron las historias de los dentistas judíos perseguidos por el régimen, de los cuales dos tercios lograron huir al extranjero. Muchos se refugiaron en Estados Unidos, Palestina o el Reino Unido, donde reconstruyeron sus carreras desde cero.
La Asociación Médica Alemana, en cambio, había emitido su pedido de disculpas mucho antes, en 2012, reconociendo el rol de los médicos en los experimentos con prisioneros y en los programas de eutanasia forzada. La DGZMK, fundada en 1859, demoró más de ocho décadas en asumir su responsabilidad histórica.
Groß señaló que parte del retraso se debió a la idea, extendida durante el posguerra, de que la odontología estaba limitada a la salud bucal y no implicaba cuestiones de vida o muerte. A eso se sumó la gratitud de generaciones posteriores hacia sus maestros comprometidos con el nazismo, lo que dificultó una revisión honesta del pasado.
Un ejemplo emblemático es el de Hermann Euler, quien presidió la DGZMK durante la República de Weimar, el período nazi y los primeros años de la Alemania occidental. Recién en los 2000 se descubrió que Euler participó en la expulsión de docentes judíos de la Universidad de Breslau, hoy parte de Polonia.
Durante la ceremonia en Berlín también se entregó, por primera vez, el Premio Hans Türkheim, destinado a investigaciones sobre la historia de la odontología en la era nazi. El galardón lleva el nombre de un dentista judío que escapó en 1936 de Hamburgo hacia Inglaterra. La ganadora fue Lisa Bitterich, por su trabajo sobre los dentistas alemanes juzgados por crímenes de guerra ante tribunales británicos tras 1945.
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